Un sueño adolescente cumplido

Después de un año y cuatro meses de acompañar al señor gobernador de Río Negro,Alberto Weretilneck, como locutor de sus actos oficiales, he presentado la renuncia al contrato laboral con fecha 1 de marzo del corriente.
Hoy, nuevos desafíos laborales se imponen en el camino.
Sin embargo, y como me enseñó mi madre, debo realizar públicamente un enorme agradecimiento a quienes me permitieron cumplir con uno de los sueños adolescentes cuando definía mi vocación.
Sucede que desde chico veía y escuchaba los actos protocolares, ya en la plaza de mi pueblo o por radio y televisión, y anhelaba ser el presentador de la autoridad.
Incluso estuve muy cerca de cumplirlo allá por los años 90 con mi titulo de locutor fresquito en la ciudad de La Plata.
Gracias al compañero Hugo Lastra que pensó que mi aporte profesional serviría al protocolo provincial, la señora Gisella Galván me recibió con todo su equipo de colaboradores en Ceremonial y Protocolo y pude compartir y conocer lugares y personas que inopinadamente pensaba conocer.
Por eso debo agradecerle infinitamente al señor gobernador.
Por permitirme conocer lugares bellos y alejados como Naupa Huen (donde no iba un gobernador desde 1974), Río Chico, Pilcaniyeu, Comi Có, Arroyo Ventana, Nahuel Niyeu, Prahuaniyeu, Ojo de Agua, Pichi Leufú, Sierra Pailemán, Chacay Huaruca, Mamuel Choique, etc.
Lugares pletóricos de paisajes increíbles y forjados con la sana sangre de nuestros paisanos.
Allí aprendí que en cada lugar debe saludarse a cada varón con un apretón de manos y a cada mujer con un beso en cada mejilla.
Disfruté de corderos y chivitos y supe que lo último en servirse es el costillar de protanca, que es el manjar postrero que se ofrece al visitante.
Chicos de no más de 8 años me mostraron las cuevas del pilqui y abuelas de manos arrugas me abrigaron con sus mantas.
Compartí una emocionante ceremonia mapuche y probé los dulces preparados por madres de orígen otomano.
Crucé maillines y subí a la meseta.
Palpé la desesperanza de la sequía y las cenizas y el daño del puma y del zorro en las majadas.
Conocí arroyos y ríos de aguas cristalinas y contemplé cauces secos tapizados de arena.
Supe del esfuerzo de los comisionados de fomento y de los diarios testimonios de ejemplar valía de enfermeros, maestras, policías o viales en el rincón más alejado de Río Negro.

Gracias a esta hermosa tarea me reencontré con compañeros de militancia de más de 25 años, muchos de los cuales hoy son concejales, intendentes o legisladores.
Como me dijo un día el gobernador mientras compartíamos un asado en plena estepa, «todos conocemos lo que queremos desde chicos, pero es imposible querer lo que no se conoce».
En tiempos como estos, donde todo corre aceleradamente, cumplo con aquella enseñanza de mi madre que decía que uno pude ser cualquier cosa en la vida.

Puede ser ingeniero, médico, gobernante, locutor o periodista.
Lo que nunca puede ser es desagradecido.

Ricardo A. Carlovich
DNI 16.847.690
Mat Profesional 3400