Hay que respetar la Constitución • Jorge Castañeda

El gobierno de la provincia de Río Negro vive días de incertidumbre. A raíz del fallecimiento del Vicegobernador Carlos Peralta, para cubrir la vacancia de dicho cargo, se ha desatado un debate estéril en la cúpula dirigente centrado exclusivamente en posicionamientos de poder con vistas a las elecciones del 2015.
Hasta se llegó a afirmar que “se deben respetar los acuerdos” olvidando que lo que realmente se debe respetar es lo establecido en la Constitución Provincial.
Están muy confundidos: no es problema del Frente para la Victoria; es una instancia institucional que no debería dejar mayores dudas y tampoco es necesario viajar a Buenos Aires para que desde allí se laude en un tema que es de responsabilidad propia de los señores legisladores rionegrinos.
La letra de la Carta Magna es taxativa: en su Artículo 180, Inc. 6 establece que “en caso de fallecimiento, destitución, renuncia, o inhabilidad definitiva del vicegobernador, lo designa la Legislatura, a propuesta del Poder Ejecutivo”.
Se entiende que por la misma Constitución “el Vicegobernador es el presidente nato de la Legislatura” y que ésta “designa por mayoría absoluta un vicepresidente primero y un vicepresidente segundo”, pero nada establece que ante la ausencia definitiva del Vicegobernador deba sucederlo en el cargo.
Hay que respetar la Constitución, a veces tan vulnerada en su articulado que provoca asombro, como por ejemplo cuando establece que los emolumentos que percibieren los funcionarios “no pueden ser alterados en su valor económico durante el período de sus mandatos”. Pero eso es otra historia.
Lo que realmente alarma a la ciudadanía, al hombre de a pie, es que mientras se suceden estos pleitos sin grandeza entre la dirigencia oficialista, la región sur por ejemplo, está soportando las consecuencias de un temporal sin precedentes que ha dejado hasta el día de hoy parajes aislados y con los caminos vecinales completamente destruidos. Sin noticias del plan calor ni de las garrafas sociales y con un invierno que según los pronósticos será uno de los más fríos y con fuertes nevadas, sin hacer ningún tipo de prevenciones al respecto. Sería lamentable que como la crónica de una situación anunciada se trabaje sobre coyuntura como pasó tantas veces y después nada cambie.
Vale la pena ante esta circunstancia reproducir un fragmento de la emotiva carta de Norma Torres, esposa de Carlos Peralta, cuando escribe que “sinceramente y en honor a la memoria de mi amado quisiera decirles con mucho respeto que al Pueblo, a la gente, no le importa la sucesión del cargo de Carlos, el Pueblo está desesperado por respuestas, por dirigentes que nos cuiden, nos escuchen, nos alienten a salir a la calle con muchas ganas día a día para construir entre todos un futuro mejor”. Y devela también (y no es un dato menor) que “a Carlos le dolía este peronismo de internas feroces y mal intencionadas”.
En notas anteriores he manifestado conceptos parecidos. La dirigencia de Río Negro –salvo honradas excepciones- no está a la altura de las circunstancias. Viven en un internismo permanente y se han olvidado de pensar en grande. En articular los proyectos que la provincia necesita para su despegue. En pensar con una visión estratégica defendiendo el Corredor Bioceánico por la Ruta Nacional Nº 23, por ejemplo, entre otros grandes temas donde se los debería ver a todos de acuerdo; pero lo más lamentable es que están lejos de la gente depositó en ellos su confianza.
En última instancia es un problema ético, de comportamiento, de compromiso con los mejores valores de la política; pero de esa política con mayúsculas debe servir si está bien realizada para transformar los destinos de una provincia y lograr el bienestar de su gente. La otra, la internista, la mezquina, la bastarda, la de facción, no sirve absolutamente para nada. Y perder una nueva oportunidad nos costará muy caro a todos.
Las constituciones y las leyes solamente dan el marco de convivencia de una comunidad. Lo verdaderamente importante es la conducta de los hombres públicos que están al abrigo de las mismas.

Jorge Castañeda
Valcheta