¿Un país rico o un paìs empobrecido?

María Jesusa Izaguirre-Lic.en Economía-Partido Socialista de Río Negro. .-La riqueza de un país, a pesar de las visiones vigentes que actualmente la reducen, en nuestro caso a la abundancia de recursos naturales, es cuanto menos una visión parcial que no da cuenta de la concepción de una nueva economía que, ineludiblemente debe tener rostro humano.

La verdadera riqueza de un país se mide por la satisfacción de las necesidades materiales, espirituales y psicosociales de sus ciudadanos, es decir, se mide por el bienestar y la felicidad de quienes habitan en él.

En 1912 la Argentina ocupaba el 7º lugar por su PBI/cápita, más alto que el de Alemania, Francia o Italia. En 1914, la Argentina se destacó como el país del futuro. Su economía había crecido más rápido que la de Estados Unidos durante las cuatro décadas previas y muchos inmigrantes la eligieron como país de adopción en la búsqueda de mejores condiciones de vida. Sin embargo en el año 2011, casi 100 años más tarde habíamos descendido al puesto número 62.

La Argentina que conocimos quienes tenemos más de 60 años, ya no existe más. Era un país en el que la vida era un proceso virtuoso por el que aún los hijos de los más pobres podían iniciar el proceso de movilidad social a través de la escuela pública y llegar así a imaginar y construir un proyecto de vida.

A fines de la década de 1970, y a través del plan económico instaurado por la dictadura cívico militar de 1976, se inició un proceso de empobrecimiento sistemático que afectó cada vez más a vastos sectores de nuestra sociedad. La libre importación de productos, la ola de privatizaciones y la liberalización financiera destruyeron la industria nacional y cambiaron nuestra matriz productiva que fue desde entonces presa de la especulación y acumulación financieras. Cada proceso inflacionario y cada ajuste consolidaron la decadencia del bienestar de los argentinos y el trabajo precario se instaló en forma permanente generando formas de exclusión cada vez más extendidas. El advenimiento de la democracia a partir de 1983 con gobiernos de distinto signo político si bien produjeron a veces mejoras circunstanciales importantes en el corto plazo, no quisieron, no pudieron o no supieron remover las causas estructurales que posibilitaran la erradicación de los niveles de pobreza e indigencia de nuestro país.

Según datos elaborados por el IPyPP (Instituto del Pensamiento y Políticas Públicas) para el período 2002-2008 resulta que:

•La concentración económica alcanzó el 77% (grado en que un número relativamente pequeño de empresas ejerce el dominio, control o dirección de la actividad económica).
•El Producto Bruto Interno (PBI) de 1998/2008 creció un 32,9% y la tasa de empleo aumentó un 13,9%. El ingreso medio real de los trabajadores disminuyó un 24% lo que representa una brutal caída en la calidad de vida de las familias trabajadoras ya que en esta década se redujo casi en una cuarta parte la capacidad de compra del salario.
•La brecha en el nivel de ingresos entre el 10% de la población que gana más y el 10% que gana menos aumentó un 26%, lo que significa que en esta década se acentuó fuertemente la desigualdad en la distribución del ingreso.
•La participación del salario en el PBI se redujo un 11,7%, un dato que acentúa y confirma la injusticia social, habida cuenta que durante el primer gobierno peronista la participación de los salarios alcanzaban el 50 por ciento del PBI y hoy no llega al 30 por ciento.
•La tasa de pobreza creció un 19,7%, lo que indica que casi una quinta parte de la población cayó en la pobreza en la última década, esto es que más de 2,78 millones de compatriotas vieron reducidos sus ingresos por debajo del nivel de pobreza.
•La tasa de indigencia se incrementó un 114%, dato brutal en su magnitud y en su significado ya que, vale recordarlo, las personas indigentes son aquellas cuyo ingreso no les permite comprar la canasta básica de alimentos y la mayor parte de esos 4.839.584 compatriotas están sumidos en condiciones de vida degradantes, despojados de los más básicos niveles de dignidad que son propios de la condición humana.
•El rasgo característico que hace ya varios años viene definiendo a la pobreza y mostrando su cara más cruel es “La Infantilización de la Pobreza”. La mitad de los pobres son chicos y la mitad de los chicos son pobres. En nuestra Argentina habitan 7,3 millones de chicos y chicas pobres (el 53,8% del total desde grupo poblacional) de los cuales 2,7 millones están pasando hambre (20%, es decir, 1 de cada 5 chicos). A esto hay que agregarle que un millón de jóvenes no estudian ni trabajan.

Cabe aclarar que si actualizamos los datos de pobreza e indigencia al segundo trimestre del año 2013, la pobreza afecta ya a 15,4 millones de personas, es decir al 36,5% de la población total y la indigencia indica que al menos 5 millones de personas están pasando hambre, es decir un 12,1% de la población.

¿Existe una paradoja más obscena que el análisis de estos datos sobre la pobreza e indigencia? y por otro lado ¿la exhibición de nuestro orgullo nacional? porque la Argentina genera alimentos para casi 400 millones de personas.

De no realizarse transformaciones estructurales y verdaderos replanteos a la cuestión tributaria, productiva, del empleo y social, y de continuar haciendo pesar los efectos del ajuste del poder económico sobre las espaldas de los trabajadores y los sectores populares, no hacemos otra cosa que continuar hipotecando nuestro futuro como nación.

María Jesusa Izaguirre-Lic. en Economía
Partido Socialista Río Negro- Centro Socialista Valle Medio