Espías en el cuarto oscuro

(Por Walter Goobar).-Con la imperturbable minuciosidad de un francotirador que todo lo observa a través de su mira telescópica, las agencias de espionaje de EE.UU. y la disuelta Secretaría de Inteligencia han jugado y siguen jugando –desde las sombras– un creciente papel en los comicios del próximo 25 de octubre.

Los cables de Wikileaks y Argenleaks revelan la cantidad de figuras de la oposición que a lo largo de estos años han golpeado las puertas de la embajada de EE.UU. con el mismo desparpajo con que en otra época golpeaban las puertas de los cuarteles, pero esos documentos no reflejan qué ha pasado puertas adentro. Una de las misiones prioritarias de esos asesores es reclutar para sus agencias de inteligencia a miembros de las fuerzas de seguridad y del Poder Judicial, como ha quedado al desnudo a partir de los estrechos y oscuros vínculos que el fallecido fiscal Alberto Nisman mantenía con la comunidad de inteligencia estadounidense e israelí.

Contrariamente a lo que muchos piensan, no fue el Memorándum de Entendimiento con Irán ni la muerte del fiscal Alberto Nisman lo que llevó a CFK a firmar el acta de defunción de la ex SIDE, sino la constatación que la destituida cúpula de la Casa de los espías estaba haciendo su propio juego para las elecciones de 2015.

Uno de los primeros indicios de que la inteligencia oficial se había pasado a las filas de la oposición fue el hecho de que la Secretaría de Inteligencia ocultó a la Presidenta información sobre la candidatura de Sergio Massa hasta diez días antes de su definición. Informó a la Presidenta que el intendente de Tigre seguiría siendo parte del oficialismo. Que no estaba dispuesto a romper.

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En julio de 2013, Massa armó su propia construcción electoral, el Frente Renovador, y ganó las elecciones, convirtiéndose de la noche a la mañana en una fulgurante promesa electoral para las presidenciales.

El número dos de la SIDE, el pingüino Francisco “Paco” Larcher, se había pasado a las filas del massismo. Cuando el hijo de Larcher festejó su nombramiento como juez y su casamiento, en la mesa reservada a los invitados de honor estaban sentados Sergio Massa y su mujer, Malena Galmarini, junto al ex jefe de Operaciones de la SIDE, Jaime Stiusso. Ya no cabían dudas: a partir de mediados de 2013, los planes de Larcher y Stiusso quedaron expuestos.

La política de las cloacas comenzó a hacerse todavía más evidente cuando la SIDE no previno al Gobierno sobre la ola de saqueos y la sublevación de varias policías provinciales, Gendarmería y Prefectura, que estalló el 15 de diciembre del 2013 pero que estaba preanunciada en las redes sociales.

Paralelamente, Jaime Stiusso y el fiscal Nisman comenzaron a elaborar la falsa denuncia contra la Presidenta por el supuesto encubrimiento de los iraníes acusados del atentado a la AMIA. Inicialmente, la denuncia era una bomba que Nisman iba a hacer estallar durante las elecciones de octubre. Para esa operación, el fiscal ya contaba con miles de horas de conversaciones telefónicas monitoreadas por Stiusso.

Cuando faltaban 10 meses para las PASO, alguien subió a YouTube un video de Daniel Scioli y Karina Rabolini llegando a Miami en un avión privado para sacarse una foto con Bill Clinton. El video estaba filmado en un área restringida del aeropuerto al que sólo personal de inteligencia podía acceder. Stiusso, que podía ser el responsable del video por cuenta propia o de Sergio Massa, intentó tirar un puente con Daniel Scioli. Se podría adivinar que quería decirle que no tuvo nada que ver con ese video. El 13 de diciembre pasado, Stiusso concedió una de­safiante entrevista a la revista Noticias y el 17 de ese mismo mes CFK decidió el relevo de la plana mayor de la SIDE. Sin embargo, el retiro de Stiusso y una veintena de sus hombres de mayor confianza se oficializó el 5 de enero, una semana antes del retorno de Nisman de Europa. El fiscal –que formaba parte de ese círculo intimo de espías– no necesitaba preguntarse por quién doblan las campanas. Anticipó su denuncia, que en sí misma constituía un acto suicida por la flagrante falta de pruebas. Stiusso no respondió a los insistentes llamados que Nisman le formuló en sus últimas horas de vida.

Aparentemente, se mantenía informado sobre lo que hacía o dejaba de hacer el fiscal a través de los informes que uno de los custodios de Nisman le triangulaba por medio de un policía retirado.

Ahora vive entre Estados Unidos y Uruguay y cuentan que tuvo un ofrecimiento laboral en el país del norte pero lo declinó. Espiar es esperar y Stiusso va a esperar hasta octubre.