Ultima etapa del proceso electoral

carpani
(Mariano Fraschini y Nicolás Tereschuk).- Nos encontramos a un mes de la elección presidencial y la campaña ingresa en su recta final. El candidato del oficialismo, Daniel Scioli; el del frente Cambiemos, Mauricio Macri, y el de UNA, Sergio Massa, afilan sus estrategias de cara a esta última etapa, que promete ser emocionante.

En esta nueva coyuntura electoral vemos lo siguiente:
El candidato del FPV, Daniel Scioli, viene consolidando un discurso que combina en dosis similares presente y futuro, kirchnerismo y poskirchnerismo, modelo de inclusión y modelo de desarrollo. Al calor del avance de la campaña, y a contramano de lo que se podía prever desde algunos sectores, Scioli avanza en la reivindicación del legado kirchnerista (con referencias explícitas a Néstor y a Cristina) y promete un camino sin grandes volantazos que hace pie en la producción y el desarrollo. En ese marco, el gobernador de la provincia de Buenos Aires continúa con su estrategia “catch all” y suma dirigentes que antaño prometían “desgastar al gobierno”, a derrotados en las PASO y a los que aún gotean desde el massismo. Al más puro estilo de construcción peronista, Scioli permite el acercamiento de dirigentes con escasas posibilidades de edificar cimientos por fuera del calor justicialista y los contiene en el interior de un Movimiento que no pregunta por procedencia y pasado. Este mecanismo de integración le permitió al peronismo a lo largo de la historia cierta plasticidad ideológica, una acumulación política notable y una apertura a los “otros” sin los pruritos de otras formaciones partidarias. La promesa de viejos y nuevos ministerios, sumada a una ola triunfalista ubican al candidato oficialista en una buena posición de cara al último mes de campaña. Del Movimiento Evita a Eduardo Buzzi, de los contestatarios gremios del Transporte a Milagro Sala, del gobernador Jorge Sapag al intendente Martín Insaurralde.

Scioli es diferente a Cristina. Sin embargo, a 30 días de las elecciones nacionales y del fin de la primera campaña del resto de nuestras vidas, la “diferenciación” que se le exige a Scioli desde los medios de comunicación, no llega. Hay que escuchar el discurso del gobernador en el Teatro Opera, en el que él mismo podría haber resumido sus palnteos en el eslogan “el candidato es el Proyecto”. ¿”El Proyecto” será el próximo gobierno? Esto es política y habrá que esperar.

Insistimos con un tópico: la que se transita es, por el momento, la campaña con mayor nivel de debate que se recuerde. Se habla mucho de políticas públicas específicas. No hay demasiado “Síganme, a triunfar”. Las propuestas económicas de Scioli son de un nivel de detalle mucho mayor del que hubiéramos previsto para un candidato en el que su partido está en funciones de gobierno. Con promesas puntuales que se le podrán reclamar. No es cierto, como dice el candidato de UNA, que Massa es el único que propone. Y hay que recordar que se puede hablar de políticas públicas específicas en la Argentina porque no hay que hablar de cómo salir de ninguna “crisis”, elemento central de las tres campañas que marcaron cambios de elencos políticos en forma duradera en la Argentina (la de Alfonsín, la de Menem y la de Kirchner).

A pesar de los augurios en contra de una sociedad estable entre la presidenta y su candidato, la dupla del FPV parece funcionar con roles bien claros: CFK conteniendo el voto duro y diciendo lo que el candidato nunca diría y Scioli resaltando logros y políticas públicas y desde allí hacia la caza de algún votante sin camiseta clara. Asimismo, la figura de Zannini emerge como un nexo entre ambos dirigentes y su perfil bajo colabora en la fortaleza de esa estrategia. La campaña parece ser una. Una mirada que traspase las fronteras y pose sus ojos en Sudamérica muestra que el proceso sucesorio y la fortaleza electoral del FPV va en línea con sus fronterizos Brasil y Uruguay. En los dos casos, el liderazgo principal logró ungir su delfín, sin estar exentos de momentos de tensión en su seno, manteniendo un caudal electoral nada despreciable luego de una década en el gobierno. El 40% de la PASO demuestra que el kirchnerismo aún continúa siendo la primera minoría nacional en un contexto económico estable pero sin grandes banderas para agitar en el terreno socioeconómico, al menos, desde hace dos años. Habrá que ver si eso alcanza para triunfar en primera vuelta. ¿El último mes de campaña se acudirá desde la oposición político-corporativa a la aparición de algún foco problemático en el terreno económico? La pregunta viene a que ese parece ser el único modo en que se conmueva algo del voto que puede apoyar a Scioli. y volcar así con claridad la disputa a un segundo turno electoral. El destino del oficialismo se juega no tanto en las posibles operaciones mediáticas, que con seguridad aparecerán durante el mes próximo, sino en el terreno en donde el gobierno logró capitalizar su gestión inclusiva. Un derrape económico que atente contra los intereses de las mayorías significará, casi con seguridad, un aliciente para las huestes opositoras.

El affaire Niembro, sin lugar a dudas, golpeó al macrismo. Pero no en forma directa. El efecto se dio, por un lado, en lo que hace a la falta de reacción de los amarillos. Lejos de ahuyentar las denuncias de corrupción de esas horas, el PRO decidió el silencio como respuesta, en un contexto electoral en el que la palabra se convierte en la única opción viable. El callar hasta que todo pase (con la colaboración del escudo mediático) no se trató de la mejor respuesta, ya que invisibilizó las propuestas, al menos durante tres largas semanas. Además, se puso en duda la “presidenciabilidad” de Macri. ¿Así va a manejar las crisis políticas a la que es sometido todo gobierno? De todas formas, el jefe de Gobierno porteño logró salir de la lógica “estática”, pidió la renuncia del veterano periodista y volvió a atacar al kirchnerismo por los “carpetazos” venidos y por venir. El problema que continúa teniendo el PRO sigue siendo su techo electoral y la elaboración de una propuesta que supere la reiterada crítica a la performance del gobierno. Es cierto que con ello se puede disputar una elección, pero la ausencia de una propuesta que emerja como superadora del simple “Cambiemos” aún continúa siendo una deuda de la principal coalición opositora.

Otro elemento que configura un límite para Macri es justamente la cuestión propositiva. Si bien, como señalamos, es una campaña en la que se habla mucho de políticas específicas, al candidato de Cambiemos es al que más incómodo se lo nota en esa materia ¿Se encuentra Macri en condiciones de decir lo que quiere hacer? ¿Puede el líder del PRO enunciar lo que serían los principales trazos de su programa económico? La jugada de la “caprilización” -garantizar “mantener lo bueno”, digamos- ya fue jugada luego de la victoria por poco de su delfín local Larreta, y a decir de las PASO no le rindió el fruto esperado. Desde ahí que la ausencia de propuestas volvió a ser la táctica preferida del PRO. El problema es que Macri mira las encuestas, debe remar de abajo y eso lo ubica en una situación en la que debe “proponer” no sólo para diferenciarse, sino y fundamentalmente, para crecer. ¿Y entonces, qué decir?

Para Massa el panorama es más sencillo. El envión que le dio no haber sido barrido en la PASO por la “supuesta” polarización, le permitió perfilarse como el árbitro de la contienda. Como dijimos hace un tiempo acá, la “bajada” de Massa de su candidatura, hubiera redundado en un beneficio para el oficialismo, por lo que su presencia en esta elección tiene como principal objetivo morder votos de Scioli (para evitar el triunfo en primera vuelta) y de Macri (para acercarse a un virtual balotaje). Sus audaces (y demagógicas) propuestas electorales -de alguna manera Massa propone, propone, que algo queda…– buscan colateralmente posicionarse un poco más en el centro del debate y hacer suspirar -poquito, eso sí- a algún sector del ya bastante resignado “círculo rojo”, por aquél berretín de ser “el único que le gana a Scioli en una segunda vuelta”. Una especie de brasileñización de la compulsa electoral (Aécio Neves y Marina Silva cambiando su posición de 2do a 3ro y viceversa) aparece en el horizonte del candidato de UNA. Es decir, insistir con que sólo con su presencia en una hipotética segunda vuelta, Scioli puede ser derrotado

A pesar de la fuga de intendentes a las huestes del oficialismo, Massa logró mantener una interesante porción del electorado, que de conservar el voto de De la Sota se acercaría al 21% de los sufragios. El candidato transmite algo que siempre tuvo: ganas de ser. Recordamos: el declive del diputado de hace unos meses no tuvo tanto que ver con su propias acciones sino con la exitosa estrategia del oficialismo, que incluyó mucho de gestión política y un poco de picardía electoralista. No fueron tanto los errores de Massa, que los tuvo, sobre todo, el año pasado cuando su discurso fue y vino, vino y fue, desesperado por mantener vigencia en la implacable Cámara de Diputados, sino más bien una acertada política del FPV la que logró esa vuelta acelerada de dirigentes al oficialismo. La estrategia del diputado se basó en los supuestos esperables: un presidente en la Argentina no sube en la consideración positiva en el último tramo de su gestión. Al decir de la consultora Poliarquía -podrían analizarse también los índices de Confianza del Consumidor y Confianza en el Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella-, entre otros, Cristina aumentó unos 12 puntos de imagen en el último año. Lo esperable no ocurrió. La Presidenta puso otra vez lo inesperado. Otra vez la política.

Estuvo dando vueltas el tema del debate. En la Argentina no hay debates presidenciales. El que va primero no debate. Eso no ha tenido costo político para quien está en esa posición. Rosendo Fraga recordaba hace poco que eso es así aún a niveles locales y recordó que Rodríguez Larreta no tuvo penalización por no debatir con Martín Lousteau de cara al balotaje porteño, dos meses y medio atrás. La otra cara de esa moneda es que atacar al que no debate, suele no tener rédito. La ONG “Argentina Debate”, según se lee “una iniciativa impulsada por un grupo de jóvenes empresarios que comparten valores y su compromiso con el bien común”, ponele, tendrá que esperar a que la política llegue a algún tipo de acuerdo sobre este tema.

El oficialismo tiene que trabajar todavía para garantizarse un triunfo en primera vuelta. El colega Andy Tow señaló hace poco que el “distrito de oro”, aquel que acerca más su resultado al resultado nacional, en la actualidad es la provincia de Buenos Aires. El saber popular indicaba que solía ser Entre Ríos. ¿Se vincula esto con la declinación de la UCR y el hecho de que el 60% de los electores gustan de inclinarse por un candidato que se dice peronista, como ya venía ocurriendo en la Provincia y las PASO indican que también pasa en la Nación? Más allá de los detalles, el oficialismo, que se impuso en 20 provincias en las primarias, que tiene un voto fuerte en el Norte y en el Sur del país, deberá meterse pico y pala -también- en la mayor provincia argentina para mejorar.

Se hizo largo. En síntesis, el partido depende del Frente para la Victoria. Falta poco.(artepolítica)