La política líquida. ADN

Dalí
«En la sociedad, como en los líquidos, nada se mantiene firme y todo adquiere formas temporales e inestables». Zygmunt Bauman

La política busca adpatrase a los nuevos movimientos sociales para poder conducirlos. Su desafío es saber intepretarlos. Los tiempos actuales abren la puerta a dirigentes versátiles con la intuición suficiente para contener un colectivo que se construye a partir de deseos individualidades.

Los partidos tradicionales (PJ-UCR) han perdido la capacidad de interpelar a las mayorías argentinas, sufrieron desmembramientos y resignaron protagonismo dentro de frentes y alianzas. El próximo Presidente proviene de un partido (PRO) que aún no logra ser de distrito -nacional-, sin estructura, historia, mística, y su único modelo de gestión es el de la ciudad de Buenos Aires.

El filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman descree de la posmodernidad, y postula a la modernidad sólida y a la modernidad líquida como dos caras de una misma moneda, y la puja permanente entre ambas. Este tiempo argentino es perfecto caso de estudio por la tensión entre los dos modelos.

Sin embargo, la última elección zanjó (al menos por ahora) la disputa en el campo político. Mauricio Macri logró que se lo visualizara como un dirigente moderno, líquido, sin ataduras a estructuras tradicionales. Un dirigente Facebook. Su espacio político fue concebido desde una fundación, lejos de la rigidez y la burocracia partidaria.

El PRO abreva del mundo empresarial y del tercer sector en gran proporción, y de los partidos políticos en menor medida. La fómula Macri-Michetti es el fiel reflejo. El jefe de la ciudad de Buenos Aires viene del empresariado argentino. La diputada nacional del mundo de las funcdaciones y ong´s.

La forma de concebir el ejercicio político y la gestión, impregnaron al PRO y le dieron impronta a Cambiemos, que se he transformado sólo en una formalidad electoral. Prueba de ello es la salida intempestiva del presidente del radicalismo Ernesto Sanz, y el anuncio de Elisa Carrió de abandonar la vida pública. Dos dirigentes que apostaron al triunfo pero no encontraron eco en el nuevo espacio político, por sus propias (des)formaciones.

Sanz supo siempre que Cambiemos no iba a ser un espacio de cogobierno. Se lo había transmitido a la dirigencia rionegrina en Roca, el viernes anterior al balotaje. Un reducido grupo de dirigentes escuchó atónito: «Macri es un tipo difícil. No entiende la política como nosotros. No existen acuerdos ni reparto de cargos previo. No hay garantías».

Allegados al jefe de la UCR aseguran que se fue a la casa por temas familiares, pero fundamentalmente por la presión de los correligionarios de acceder a cargos. 100 lugares fue el pedido concreto. Para prueba basta un botón. De 24 ministros que tendrá el nuevo gobierno, solo tres son de extracción radical.

La UCR es la primera víctima de la política líquida. Macri sumará dirigentes, no sellos ni estructuras partidarias. Aún así, algunos serán funcionarios en las delegaciones de los organismos nacionales en la provincias, no sin pasar por el tamiz del PRO y fuertes disputas, como el caso de Río Negro.

La contracara de la liquidez es el Frente para la Victoria. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner acaba de dar una muestra de fortaleza política inédita en la historia argentina para un mandatario a 10 días de finalizar su mandato. La Cámara de Diputados aprobó 94 leyes y proyectos que esperan -muchos- su ratificación en el Senador la próxima semana. Nadie se corrió un ápice del esquema planteado por CFK.

La Presidenta cierra un ciclo de 12 años de gobiernos del mismo signo. Su espacio perdió la elección por 700 mil votos. Se va con un alto índice de popularidad y aprobación de su gestión. Y será una referencia ineludible de la oposición que se deberá rearmar y aggiornar, sin perder la esencia.

Cristina Kirchner promulgó la ley que rebaja los combustibles en la zona norte de la Patagonia, firmó el desendeudamiento con las provincias por un año, a diferencia de los convenios anteriores cuyo vencimiento era trimestral. Y vendrá mañana a Río Negro a monitorear el desarrollo de la central de energía nuclear en Pilcaniyeu. Eso le valió que el gobernador Alberto Weretilneck no levante a sus diputados de la sesión del jueves para lograr el quórum necesario. Herman Avoscam y Luis Bardeggia se sumaron a María Emilia Soria, Jorge Cejas y Josué Gagliardi del FpV, para construir un bloque monolítico.

Mientras la sesión se desarrollaba, desde afuera se intentó romper la mayoría. El PRO insistía que era «condicionar» al próximo gobierno.

Testigo de esos esfuerzos fueron el diputado nacional electo, Sergio Wisky, y el intendente de Viedma, José Luis Foulkes, que se encontraban en Buenos Aires acordando la constitución formal de Cambiemos en Río Negro, y el reparto de cargos en el territorio. Su interlocutor fue Emilio Monzó. El operador macrista pidió aplacar la interna desatada entre sectores del PRO y la UCR. Y acordaron que Wisky y Foulkes comanden el proceso en la provincia.

Según trascendió, el ascenso político del intendente de Viedma reacomodará el poder interno del radicalismo. Y no descartan una convocatoria a renovar autoridades en breve. El macrismo quiere evitar que la nueva etapa esté liderada por dirigentes agotados.

En medio de la transición, el oficialismo rionegrino se congregará el 5 de diciembre para constituir formalmente Juntos Somos Río Negro. Una herramienta burocrática para compulsar electoralmente en la democracia burguesa, al decir de Juan Domingo Perón. No obstante, reafirmarán el carácter movimientista del partido provincial.

Juntos es una organización líquida. Su conductor ha sabido interpretar los nuevos tiempos sociales y los canalizó a través de una propuesta fuera del esquema tradicional de la política rionegrina. Weretilnck también suma dirigentes, no partidos. Abre su espacio, invita a participar, no limita el ingreso por procedencia y postula un modelo de gestión moderno.

Sin embargo, y para evitar que la política nacional se cuele en la provincia, reunirá a sus integrantes antes del recambio presidencial. Conocedor de la versatilidad individual y la liquidez colectiva, quiere ratificar el poderío territorial y abrir el espacio a nuevas incorporaciones.

Con el peronismo atomizado, su único potencial rival en 2019 será Cambiemos.