Ante una carta de Pedro Pesatti

(Jorge Castañeda) En un todo comparto los términos de su carta donde anuncia su renuncia al Partido Justicialista de Río Negro. Decisiones como ésta seguramente se toman con mucho dolor y tristeza, pero con cierto alivio al ya no compartir los desatinos de la dirigencia peronista rionegrina, la que ha llevado al Partido a una de las peores derrotas electorales de toda su historia.

Un Partido anquilosado y retardatario cuyos dirigentes lo único que saben es disparar exabruptos e insultos hacia la figura del gobernador y de sus funcionarios y denunciar en forma serial a todo aquel que se les pase por delante, porque siempre para ellos el infierno son los otros y no miran la viga que tienen en sus propios ojos. Vacíos de ideas rectoras y de proyectos solo les interesa a cualquier precio mantenerse en la pitanza de sus cargos públicos, sin realizar la más mínima autocrítica sobre las causas que los ha llevado a esta triste situación.
Solamente son ellos, los que peronómetro en mano, disciplinan y hasta expulsan a los compañeros que no piensan en forma similar. Nada dicen ni explican porque en forma mayoritaria el electorado rionegrino le dio la espalda a la fórmula Picheto-Pichinini.

Varios dirigentes peronistas –ahora es tarde- reconocen que yo tenía razón en artículos de opinión escritos en diferentes medios, donde me expresaba sobre los gruesos errores cometidos durante la campaña, pero en ese momento me atacaron en forma furiosa y sistemática y también por integrar después la boleta electoral de Juntos Somos Río Negro, con varios compañeros, entre ellos Pedro Pesatti, nos suspendieron en nuestra afiliación. Allá ellos.

Creo que no nos hemos equivocado al apoyar a Alberto Weretilnek, que tiene un concepto distinto y superador de hacer política, que conoce los problemas provinciales y trabaja para dar soluciones a los mismos, que recorre permanentemente la geografía provincial, que está delineando una integración territorial en el marco de un federalismo real, y todo siempre dentro del respeto al que piensa diferente y haciendo del diálogo una forma cotidiana como corresponde en un sistema democrático. No hay otra manera. Ese es el camino: construir desde el pluralismo y las diferencias un proyecto superador y es el mandato que impone nuestra gente.

Bien dice Pedro que muchos compañeros hemos compartido sueños y luchas, el exilio del general, los años de la resistencia, el gobierno justicialista de Mario Franco, que de ninguna forma fue sectario ni excluyente, sino que supo elegir a la gente más capaz para desempeñar los cargos públicos. Hoy de aquellos peronistas que soñaron con una provincia justa y soberana quedamos pocos. El aparato partidario en manos de estos personeros del “odio y de la yapa” (con el perdón de don Arturo Jauretche) alvearizaron al Movimiento en beneficio de sus intereses personales y de sus familias y desacreditaron y expulsaron a todo aquel compañero que los enjuició por sus erráticos procederes, escupiendo todo asado que no pudieran comer, a la mejor manera cínica del Viejo Vizcacha.

Siguen poniendo palos a la rueda del gobierno y denunciando desde la azotea de los medios todo lo que a ellos no les conviene, pero total “algo quedará”.

Como Pedro yo también creo en el poder de los símbolos porque fuimos parte de una generación forjada en los mismos. Los símbolos no solamente son muy poderosos sino que rigen la vida de las personas. Y los símbolos de la mística peronista son el adn que nos identifica: la doctrina, las fechas, las veinte verdades, etc.

Como Pedro Pesatti soy afiliado justicialista desde el 73 y luego reafiliado con el retorno de la democracia en el 83. Y siempre estuve orgulloso de pertenecer a un Movimiento como el peronista que abrió las esclusas de la historia para los pobres y desposeídos de una Argentina que era entonces patrimonio de unos pocos ilustrados y que la traficaban y vendían al mejor postor con total impudicia.

Trabajé con los dirigentes históricos de mi pueblo como Manuel Marileo, Elvira Marco y Horacio Camina, los que pese a su trayectoria, ética y valores, jamás fueron reconocidos por la dirigencia provincial. Y hoy estamos huérfanos de toda dirigencia a merced de algunos aprovechados que se han apoderado del Justicialismo como si éste fuera un bien mostrenco.

No tenemos otro camino que decir la verdad, al menos nuestras verdades, “porque son la única realidad”.
El pueblo, que al decir del gran Leopoldo Marechal “siempre recoge las botellitas que se arrojan al mar con señales de naufragio”, sabrá optar entre una construcción superadora como la que ofrece Juntos Somos Río Negro o seguir con la marca en la frente como Caín, en un peronismo postrado y decadente.

Como los griegos, solamente los valientes y los osados se toman del mechón de cabello de la oportunidad, porque ésta como tiene alas en los pies es muy veloz y pasa una sola vez por la vida de los hombres y de los pueblos.

Ahora está pasando por Río Negro.