La ley como herramienta y la reconversión como objetivo

(Roberto Vargas*).- El problema de la fruticultura rionegrina, como el de la mayoría de las economías regionales argentinas, no es nuevo ni responde a un solo factor.

En el alto valle de mi provincia hace apenas 20 años atrás había más de 8.000 productores que “fabricaban” la mejor manzana y la mejor pera del mundo… hoy solo quedan poco más de 2.500 en pie, y si bien seguimos produciendo la mejor pera del mundo, nuestra manzana es del montón, ha caído en calidad respecto de nuestros competidores (Nueva Zelanda, Sudáfrica, Chile).

La fruticultura rionegrina registra al menos tres problemas bien definidos:

1) Problema de producción: en promedio nuestro valle produce 25 mil a 30 mil kilos de manzana por hectárea contra los 50 mil que producen nuestra competencia extranjera; esos países se modernizaron y nosotros acá no, seguimos haciendo lo mismo que hace 100 años.

Además hay que tener en cuenta que la mayoría de nuestros productores son pequeños, de 5, 10 y hasta 30 hectáreas cada uno. En cambio los productores extranjeros son grandes, algunos llegan hasta las 1.000 hectáreas.

Obviamente esa diferencia de unidad productiva hace muy difícil al local encarar por si solo una política de reconversión o modernización de su chacra simplemente porque no le alcanza con su facturación para hacerlo.

2)Problemas de precio: menos de 10 empresas dominan el 80 % del mercado exportador.
Ellos fijan el precio y la forma de pago abusando de su posición dominante. Pagan a los 120 ó 150 días después que el productor entregó la mercadería, descontándoles adelantos y mermas por calibre y el productor recibe muy poco dinero quedando rehén del comprador y se sumerge en un círculo vicioso del cual es muy difícil que salga.

3)Problema de comercialización: además de la industria y el exportador que compran casi el 70% de la fruta, el resto se vende al mercado interno: generalmente a 2 grandes mercados también concentrados: Mercado Central de Buenos Aires y el Mercado de Mendoza.

Estos compradores también fijan sus reglas de precios bajo y “pague Dios!”… el productor termina “fiando” su mercadería y producto de la inflación histórica argentina, cuando la cobra ya vale 1/3 menos de lo que valía cuando la entregó.

Estos problemas hacen que la producción deje de ser rentable y los hijos y nietos de los viejos chacareros italianos que colonizaron el Alto Valle rionegrino a principios de siglo XX y crearon el complejo frutícola, hoy no sigan con esa actividad. Han migrado a otras actividades y “alquilado” sus chacras a las empresas petroleras para que extraigan shale oil y shale gas; o “vendido” sus chacras a un empresario más grande (concentración) o directamente al mercado inmobiliario para que se hagan nuevos barrios privados y countries.

Río Negro y Neuquén producen más o menos 1,8 millones de toneladas de fruta: Mitad pera y mitad manzana.

Las famosas 700 toneladas importadas este año de Chile solo representan el 0,077% de la producción nacional; o sea nada.

Ese no es el problema de fondo. Y montar una campaña política sobre esa circunstancia para lograr una reelección en una banca es muy poco serio.

Tampoco sirve analizar el problema diciendo que “evidentemente no se trata de poner plata” como se pronunció el gobernador simulando ser un panelista económico de la TV y no el ejecutor de políticas públicas que debiera ser por su función.

Tenemos costos en dólares y cobramos en pesos. No hay mercados que nos compren. Los beneficios por la eliminación de las retenciones y los reembolsos por puertos patagónicos cayeron en manos de los exportadores que no los han “derramado” al colectivo productor.

Hemos comprobado que la creación de un Instituto no sirve; lo de las cooperativas no funciona y el resto nos dejó acá.

Una salida inmediata sería incorporar a los chacareros del alto valle rionegrino y neuquino al proyecto de Ley PyME de Sergio Massa. Y otra sería fijar un precio sostén de la materia prima o bien que en el análisis de la estructura de costos de producción, el Estado compense directamente al productor con un subsidio que cubra la diferencia entre el precio de mercado externo y el costo, si este último fuera mayor, pero sin dudas, la solución a largo plazo pasa por un profundo proceso de modernización y reconversión.

*Dirigente del Partido Tercera Posición (Frente Renovador)