Encrucijada provincial ● Jorge Castañeda

Siempre se ha dicho que Río Negro es una provincia continente, que tiene de todo. Desde el mar hasta la cordillera, los valles y la estepa, cada región es un desafío donde solo resta encontrar el útil al que se refería Antoine de Saint Exupery en su libro “Tierra de Hombres”, o sea hallar la herramienta para transformar una realidad que duerme en el sopor de la impotencia o cuando no de la desidia.

Y para eso se necesita una dirigencia a la altura de las circunstancias porque ya no se permiten más ni políticas bartoleras y pleitos sin grandeza, sino ideas casi fundaciones para ponerlas en marcha con pasión y perseverancia.

Decía el autor del Principito que “La tierra nos enseña como somos mejor que cualquier libro porque ella se nos resiste. El hombre se descubre al enfrentarse a las dificultades pero, para ello, necesita una herramienta, necesita una garlopa o un arado. El campesino, al labrar, arranca lentamente algunos secretos a la naturaleza, y la verdad que libera es universal”. Cuanto más el político debe encontrar las herramientas que le ofrece la política para desarrollar, impulsar y generar un proyecto trascendente al estado que gobierna.

Solamente desde arriba, desde la altura, se puede observar con mayor amplitud de visión los diferentes perfiles que un territorio nos impone y donde cada zona o región debe integrarse a la otra en forma armónica provocando una sinergia transformadora de la desesperanza y del círculo vicioso del no se puede.

Continúa Saint Exupery expresando que “Siempre tengo presente las imágenes de mi primera noche de vuelo en Argentina, una noche oscura, en la que refulgían como estrellas las escasas luces dispersas por la llanura. Cada una señalaba en aquel océano de tinieblas el milagro de una conciencia. En aquel hogar se leía, se reflexionaba, se susurraban confidencias. En aquel otro, alguien, tal vez, intentaba penetrar en los secretos del espacio, y se consumía haciendo cálculos sobre la nebulosa de Andrómeda.

Más allá se estaban amando. De vez en cuando resplandecían en el campo hogueras que reclamaban su alimento. Brillaban incluso las más discretas: la del poeta, la del maestro, la del carpintero. Pero, entre estas estrellas vivas, cuántas ventanas cerradas, cuántas estrellas apagadas, cuántos hombres adormecidos.”

Cuánta emoción nos embarga al pensar que todo eso lo veía mirando hacia abajo desde su frágil avión de la Aeroposta a nuestra amada tierra patagónica y porque no rionegrina.

En ese lúcido fragmento nos deja una enseñanza maravillosa: los políticos con vocación de estadistas son los que tienen la obligación moral de encontrar mediante su gestión, que es su herramienta, la forma de alentar a todas aquellas estrellas encendidas en la geografía provincial con proyectos superadores y sustantivos en el tiempo y me refiero a los productores y crianceros, los fruticultores, los actores del turismo y de la pesca y en fin a todas las actividades humanas que conforman una comunidad organizada.

Pero también deben tener la lucidez de despertar a esas conciencias dormidas en el sopor del desgano, al que aluna vez se supo referir el escritor Eduardo Mallea en su valioso libro “Historia de una pasión argentina”, para integrarlos a la vida fundante de una provincia que necesita del esfuerzo de cada uno de sus habitantes.

Si estamos inmersos en un nuevo siglo vertiginoso en plena transformación y con un cambio de paradigmas sin precedentes en el curso de la historia, no pueden nuestros dirigentes perder el tiempo en minucias partidarias y peleas sin sentido por asuntos gallináceos y rampantes.

Hay que tener proyectos claros, hay que gobernar, “rionegrinos a las cosas”, porque si el tren como la oportunidad pasa dos veces, es menester que nos encuentre en el andén y preparados para viajar armados de ideas, vocación y voluntad política para transformar la realidad, sin llorar por los desaciertos que sucedieron en el pasado, porque las culpas son de nadie y son de todos.

Ya lo decía Saint Exupery “Tenemos que procurar unirnos, tenemos que intentar comunicar con alguna de esas hogueras que de vez en cuando arden en el campo”.

 

 

 

Jorge Castañeda

Escritor – Valcheta