30 de Octubre. El tiempo de la esperanza
El 10 de diciembre de 1983 los argentinos presenciábamos un suceso que se transformaría en un hito de la historia política y cultural de nuestro país: Raúl Alfonsín asumía la Presidencia de la Nación e inauguraba el período más largo de gobiernos constitucionales y democráticos que haya vivido la Argentina, un período no carente de dificultades, errores, obstáculos y también de realizaciones cuya importancia y reconocimiento ciudadano se acrecientan con el tiempo.
Pero aquella preciada fecha estuvo precedida por un acontecimiento injustamente menos recordado pero de igual valor. El 30 de Octubre del mismo año se desarrollaban las elecciones que darían el triunfo al radicalismo. La importancia de ese domingo de primavera trasciende el resultado mismo de la decisión ciudadana, e incluso la evaluación que puedan hacer de la gestión de gobierno sus simpatizantes o sus críticos más acérrimos.
Un día como hoy pero hace 29 años, un sentimiento inigualable atravesaba a la colectividad argentina toda, sin distinción de colores partidarios. Ese domingo a las 8 de la mañana comenzaba una esperanza, la de la realización plena de los intereses populares de la Nación con la garantía de la ley y la protección de un Estado democrático.
Ese día, al menos por ese día, el Preámbulo de la Constitución Nacional incansablemente pregonado como himno de batalla contra dictaduras, encarnó al fin la victoria de la esperanza.
Castigar las violaciones a los derechos humanos, discutir con la comunidad la orientación y la calidad de su educación, garantizar la protección de la niñez, frenar las presiones de la Iglesia sobre el Estado, proteger los recursos nacionales, promover la unión latinoamericana y combatir los monopolios económicos y mediáticos locales fueron profundas esperanzas populares que encontraron eco en el Alfonsín militante incansable contra la dictadura, la violencia y la desigualdad.
El 30 de Octubre la Juventud lo honra a Alfonsín y al pueblo argentino por su sacrificio, su empeño y su vigencia. Le entrega su vitalidad, su intransigencia, su carácter desprendido de prejuicios y su militancia desinteresada, en definitiva, su invulnerable esencia que es garantía de democracia: somos hijos de la democracia.
Y en democracia la esperanza es sinónimo de igualdad, porque la sienten los hombres y mujeres sin otra condición que la de llevar sangre en sus venas. Y es futuro, porque sólo entre iguales nacen las esperanzas colectivas, las que realmente transforman la realidad y dejan su huella. No nos conforma una Argentina mejor, queremos una Argentina libre, justa y solidaria, para sus ciudadanos y para sus territorios. Los jóvenes renovamos hoy nuestro compromiso con el campo popular y asumimos ese desafío con orgullo.
Juventud Radical
de Río Negro