A dos años del adiós, seguimos defendiendo su legado ● Silvina García Larraburu
En este segundo aniversario de la desaparición física de nuestro compañero Néstor Kirchner, siento la necesidad de dedicarle unas palabras a este gran dirigente argentino. Un militante que desde la Patagonia llegó a la casa rosada, no para dejar sus convicciones en la puerta de entrada, como anticipó en su primer discurso como Presidente de Nación, sino para transformar de raíz un país que había sufrido la crisis político-económica y social más profunda de nuestros tiempos.
A partir de ese histórico 25 de mayo de 2003, los argentinos volvimos a celebrar la independencia, recuperamos la autodeterminación de nuestro pueblo frente los jerarcas internacionales, que se sentían con el tupé de indicarnos el camino de la ruina nacional. Volvimos a ratificarnos como portadores de una idiosincrasia muy bonita en rebeldía y transgresión. Tal como medio siglo atrás, Perón le había hecho saber al embajador Braden de los Estados Unidos que prefería ser mal visto por su país, antes que traicionar al pueblo argentino. A poco de asumir, Néstor organizó en Mar del Plata la Cumbre de las Américas, para decirle en la cara a George Bush que esta nueva Latinoamérica no iba a someterse al imperio. Con el NO al ALCA, la región ganó en soberanía, dignidad y por sobre todas las cosas, se unió y fortaleció como pueblos hermanos encaminados en la misma lucha.
Con su llegada al Gobierno realizamos la renegociación de deuda más importante, iniciando el camino del desendeudamiento externo, política que sólo fue posible por la visión productiva e industrialista que comenzó a consolidar Néstor. Comprender lo revolucionario de este cambio de paradigma es esencial. Argentina pasó de un sistema especulativo financiero, que nos hacía depender de la emisión de deuda o de la entrada de capitales volátiles para pagar nuestras cuentas; a otro de valorización productiva, en el cual vivimos de lo que nosotros mismos generamos como Nación. Con este escenario pudieron volver las paritarias, porque había crecimiento con desarrollo, y fundamentalmente un partido político que volvió a sus orígenes levantando las banderas de la justicia social y la inclusión. Se puso a la historia en su lugar en todos los sentidos, supimos terminar con la impunidad, recuperar la memoria e iniciar una política de Derechos Humanos admirada por el resto de las naciones.
Los argentinos volvimos a confiar, soñar, luchar por lo que creemos. Un día retornó la política a recobrar su sentido de ser, que no puede ser otro que la transformación de la realidad, volvieron los jóvenes a tener ideales y utopías, se recobró la militancia apasionada. Volvimos a celebrar, reír y festejar cada victoria, cada derecho conquistado. Porque como él sostuvo en uno de sus últimos discursos, «No pasarán a la Historia aquellos que especulen sino los que más se la jueguen», y no la estamos jugando por aquello en lo cual creemos. Por eso acompañamos a Cristina en cada desafío que asume, porque es ella la heredera indiscutida de este proceso que se inició en el 2003.
Silvina García Larraburu,
Diputada Nacional.