El síndrome de Peter Pan ● ADN
El Frente para la Victoria llegó al gobierno de la provincia con el apoyo de más del cincuenta por ciento del electorado. Un capital importante que hoy el partido gobernante duda que pueda contener y no porque exista oposición en Río Negro que experimente crecimiento, sino por desgaste, errores y descrédito propio, pero sin transferir fortaleza.
Le cuesta crecer al oficialismo, asume que es su tiempo, pero no toma decisiones de crecimiento, lo que se llama el Síndrome de Peter Pan.
Nada es color de rosa y la situación interna persiste a pesar de señales que sólo se traducen en la prensa.
Miguel Pichetto declaró que “nos preocupa el futuro” cuando en realidad está diciendo que no es de su agrado ir a renovar su banca de senador sin el apoyo del gobierno provincial, con un justicialismo dividido y sólo colgado de la figura presidencial en un territorio de perfil socio-económico que recela de las políticas nacionales o lo mantiene distante.
Hoy no está Carlos Soria, o sea no existe un faro territorial, y como la pelea se desarrolla en el campo nacional es natural que surjan las preocupaciones. Las encuestas así lo indican cuando miden a la presidente de la Nación.
Entonces hay apuros. Se tiran líneas de acercamientos entre el gobernador y el senador, a pesar de la verba dura como las manifestaciones de Miguel Pichetto, que le pide a Weretilneck “bajar la soberbia y actuar con humildad”, una invitación a la reconciliación con la culpa en el otro y sin autocrítica.
Del ridículo nunca se vuelve y esto lo saben quienes han sido voceros de uno y otro sector que no midieron calificativos y definiciones en los reiterados cambios verbales.
Será difícil pedirle a Ana Piccinini – amenaza por mensaje de texto mediante- que ofrezca su otra mejilla a Alberto Weretilneck, o que Javier Iud lo invite a cenar a su casa, o que Ariel Rivero lo reciba con un abrazo en Campo Grande. De igual modo estas dificultades estarían con Tania Lastra y Ricardo Arroyo, sin olvidar las acusaciones del senador contra Pedro Pesatti y Hugo Lastra.
Pero como nadie resiste un archivo semanal todo podría olvidarse haciendo honor a aquello de “todos unidos triunfaremos…” de la Marcha Peronista, pero vale la pregunta: ¿hay intención real de reconciliación?
Pichetto refiere a que “hay que retomar la alianza que ganó las elecciones”, donde Alberto Weretilneck era sólo un invitado de lujo, sumado a instancias de Abal Medina y entonces el mensaje parece dirigido a Martín Soria y a Carlos Peralta, sin omitir a la estructura del PJ hoy desmovilizado y subsumido por el aparato del Estado.
El senador pone toda su energía en las elecciones del año próximo. Piensa y actúa sólo con ese objetivo, reparte subsidios, entrega aportes nacionales, promete obras y tiene el “sí” fácil a todos los pedidos. Siempre acicalado con traje y corbata está atento a la captura de la foto.
Alberto Weretilneck reunió al gabinete. El encuentro tuvo como principal motivo comenzar a ordenar al gobierno con sus nuevos funcionarios, pero con eje en la cuestión económica-financiera y la ejecución del presupuesto.
Siempre las declaraciones son optimistas, a pesar que muchas veces la realidad les tira del saco, como volver a recurrir al financiamiento del Banco Patagonia.
Alejandro Palmieri parece un curandero de pueblo. Todo lo resuelve con la fe y nadie discute sus diagnósticos.
La oposición no puede o no quiere acceder a los números reales. Nadie analiza la ejecución presupuestaria, aunque hay indicios que los números que alegran al gobernador se fundan en la sub ejecución del presupuesto a lo que se suma la morosidad del Estado en sus deudas.
La sensación es que los datos oficiales no son completos, porque sino habría que pensar en dos posibilidades frente al optimismo oficial: Alejandro Palmieri está para el premio Nóbel de economía o el gobierno anterior no fue tan desastroso.
De esta reunión de gabinete no surgió ningún anuncio trascendente. Le falta al gobierno el proyecto convocante, que lo distinga de las anteriores administraciones, la idea movilizadora que supere la mera administración de los recursos del Estado, sin déficit, pero sin transformación.
El radicalismo de Río Negro es un muerto viviente, un zombi. Camina como puede y acuciado por los posicionamientos internos y la falta de experiencia en su papel de opositor.
Miguel Saiz, presidente de la UCR, mantiene el estilo de sus mandatos como gobernador. Antes no convocaba ni consultaba con el gabinete, ahora tampoco reúne al Comité Central, no convoca a los delegados y visita poco los comités.
Es permeable a consejos de extraña jurisdicción –igual como cuando era gobernador- y ajenos a la estructura partidaria. Critica a sus correligionarios de jugar con el gobierno y accede a estrategias alentadas por el otro sector del peronismo en oposición al actual Ejecutivo.
La UCR no logra una estrategia de unidad al menos para nominar a un nuevo presidente que aglutine y permita pensar en el 2013.
Precisamente impulsada por Horacio Massaccesi se lanzó al ruedo la candidatura de Jorge Ferreira, un anuncio que llevó a Pablo Verani a pensar en su propia postulación y ahora Miguel Saiz, impulsa a César Barbeito, mariscal de la derrota radical en las últimas elecciones con apoyo oficial.
Mas allá de estos posicionamientos lo grave es que el radicalismo perdió inteligencia y razonabilidad, su encuadramiento nacional está peor aún y cada vez exhibe menos capital para convocar a una alianza opositora.
La salida está en las elecciones obligatorias, simultáneas y abiertas donde el ciudadano podrá expresar su opinión sobre quien o quienes pueden llevar adelante una recuperación del centenario partido. Depende del calendario electoral.
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