Votar a los 16: Ser y Deber Ser ● Nicolás Suárez Colman

La política es inevitablemente un elemento de transformación, es el medio por el cual los ciudadanos de todas las clases sociales, sexo, religión, o pensamiento pueden abiertamente proponer para lo que se considera acorde a sus ideas un beneficio directo para la república.

De éste modo la política pública es otro de los elementos fundamentales de aquella, puesto que implica llevar de manera sostenida en el tiempo un conjunto de medidas tendientes a producir modificaciones en las situaciones estancas que merecen un cambio con acompañamiento estatal para obtener mejorías. Por ello la política pública antes de ser tal requiere de algo esencial, del pensamiento, la proyección y la razón para ser llevadas delante de forma ordenada y de modo tal que así puedan cumplimentar con sus fines. El voto para los jóvenes de entre 16 y 18 años no debiera escapar a dicha lógica, principalmente porque estaría incorporando a la vida política y las decisiones trascendentales de la república con consecuencias directas sobre la misma.

Mucho se dijo o se pensó, probablemente se dijo más de lo que se pensó como mayormente ocurre, o lo que es peor directamente se hace sin pensar. El debate de si un joven debe elegir a los representantes desde los 16 o debe esperar a los 18 años para hacerlo debió haber implicado, como ocurriría en cualquier república seria, un debate profundo acompañado de medidas estatales tendientes a brindar mejores herramientas y propiciar al menos con antelación el pleno de ejercicio de los derechos fundamentales. Claro que esto no sólo jamás se pensó o planificó, sino que tampoco fue objeto de debate por parte de quienes propusieron la medida. Lo que pudo llamarse debate, se transformó en un discusión banal de si porque si y de no porque no, lamentable.

Preocupa que en un país donde todavía duerme en algún cajón del congreso esperando su aprobación, el instrumento internacional más fundamental de garantía de los derechos juveniles, se sostenga que votando podrán hacer política y ser responsables. Desde donde yo sé, no necesité elegir autoridades nacionales para hacer política y la política la hago desde que ingresé al colegio secundario con apenas 13 años de edad; mucho menos creo que votar pudiese haberme hecho más responsable sobre todo cuando esa responsabilidad deriva, no sólo de un ejercicio activo de los derechos, sino también de cumplimentar las obligaciones que ellos nos imprimen. La responsabilidad se aprende en otros lugares y con otras cosas, primero en casa, después en la escuela, y luego en un club, en una actividad social, etc. Pero no para ello es necesario votar y mucho menos si el Estado es el responsable del no cumplimiento de los derechos fundamentales que desconoce permanentemente.

En efecto puede un Estado que causalmente no puede garantizar derechos fundamentales de los jóvenes como su educación, su inserción laboral, su salud, el acceso a las universidades públicas (más aún con los recortes en las becas universitarias de un 50%) y que por dicho estado de cosas no posean un ejercicio normal o deseado de sus derechos, imponerle una obligación de voto. Lo veo poco sometido a un razonamiento lógico progresista, pues más bien es perverso y populista.

Como si todo se hubiere dado en ese marco de anormalidad y desatino, faltaba el emblemático moño de oro con el que el oficialismo acostumbra a adornar sus poco planificadas políticas públicas, el lugar mater de todos los debates, donde la tolerancia y el respeto por las ideas de las otras voces deberían ser lo normal, se transformó en un bochorno, argumentos disvaliosos, vacíos y palcos repletos de aplaudidores de esos que acompañan pero desconocen, convirtieron a  la casa de las leyes en un estadio de fútbol, donde no se respeto a los oradores cuando expresaron su opinión y en función del mandato de Casa Rosada se permitió cualquier cosa, fue un partido sin árbitro, fue un partido de futbol sin reglas, fue lo que nunca debió ser. Esto desde ya poco importó, se cumplieron los deseos de Ella y eso fue argumento para que ocurriera “lo que tenga que ocurrir”.

Aquí sigo aumentando mi nivel de preocupación, los griegos llamaron aporía (también aporímia) cuando los razonamientos existentes conllevan a la aparición paradojas irresolubles entre sí partiendo de razonamientos determinados, de éste modo la denominada “paradoja del hotel infinito” nos afirma que en un hotel de infinitas habitaciones se pueden aceptar siempre huéspedes, aun si el mismo está lleno. Lo mismo sucede en éste caso, esa discordancia entre el deber ser y el ser no pueden a la luz de los acontecimientos resolverse o amalgamarse, se tornan irreductibles entre si y nos lleva a un constante debate con nosotros mismos sobre lo que es y lo que debe ser.  Claro, un debate en éste sentido sería demasiado complejo para un política de discurso fácil, vacío y cuyas palabras no tienen ningún correlato con la realidad, imaginarse que puedan debatirse entre el ser y el deber ser sería plantarnos demasiado en el deber ser.

Dicho debate sobre las contradicciones fundamentales es necesario y sano para un república que quiere fortalecerse y para una ciudadanía que quiere asegurar el cumplimiento de sus derecho, sobre todo cuando se trata de la ampliación de los derechos de aquellas minorías desprotegidas, son fundamentales para el ejercicio pleno de la vida democrática y de una sociedad políticamente activa y preparada para dichas discusiones trascendentales. En todo esto algo es cierto, la ampliación de derechos requiere necesariamente el acompañamiento de políticas públicas certeras, planificadas, pensadas de modo tal que produzcan no sólo condiciones esenciales y básicas para el ejercicio de dichos derechos, sino para que además brinden las herramientas necesarias para lograr su instalación definitiva como ocurriera con la ley de divorcio vincular; la patria potestad compartida; o el matrimonio igualitario. No basta con entregar netbooks y tener a militantes rentados haciendo jugar a los adolecentes al “nestornauta”, los jóvenes no necesitan juegos, necesitan que se debata la realidad sin querer venderle un cuento que cuenta un solo relato.

En efecto, toda construcción posible, y mejoramiento se ven bastardeados cuando un gobierno hace uso del Estado y de sus políticas públicas para lograr un beneficio que no es para la mejoría ciudadana, sino que lo es para un reducido grupo de personas que buscan fortalecer un discurso y un proyecto que les permita eternizar a Ella en el sillón de Rivadavia. Ser y deber ser, esa debería ser la cuestión, pero claro sigue faltando el pensamiento y la razón.

* Abogado en la Facultad de Ciencias Juridicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata , Alumno de posgrado en la especialización de Derecho Administrativo de la Universidad Nacional del Comahue; Participa activamente en el cuerpo docente del Instituto Moisés Lebensohn de pensamiento político; Director Observatorio EE.UU en el Centro Argentino de Estudios Internacionales, Miembro investigador del Observatorio EEUU en Centro Argentino de Estudios Internacionales, Owner en SC&BR Abogados; es Miembro permanente del Grupo Aurora de una Nueva Argentina; Ayudante Graduado de la Materia Derecho Constitucional de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la  Universidad Nacional de La Plata;

Se desempeño como Ayudante Alumno de la asignatura Introducción Al Derecho, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la  Universidad Nacional de La Plata (2003-2006); fue miembro Asesor de la Secretaria de Extensión Universitaria de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la  Universidad Nacional de La Plata (2008-2009); fue jefe de asesores legales y analista político de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación (2008-2009); también fue jefe asesor de la Honorable Legislatura de Rio Negro coordinando el programa Observatorio Legislativo IML-ONU (2011-2012); Miembro asesor en materia de desarrollo, control y ejecución de políticas públicas de la Secretaria Enlace, Articulación y Organización Popular Gobierno de la Pcia de Rio Negro (2009-2012). Se desempeño como Investigador en el Observatorio Circulo Polar Antártico, del Centro Argentino de Estudios Internacionales (año 2009-2010)

Es coautor de la obra jurídica, «Introducción Al Derecho, Desarrollo y Problemática», Scotti Libros Jurídicos, La Plata, 2005.

 

Suárez Colman, Nicolás.

Abogado.