(Des)Unidos y (Des)Organizados ● ADN


Parece una ironía de la oposición (externa o interna), pero no, es el nombre que eligió el Albertismo para identificarse, cuando en realidad, la gestión del Frente para la Victoria en la Provincia brilla por la desunión y la desorganización.

Río Negro parece no ser la excepción del debate nacional que se avecina en el país sobre el futuro electoral, sucesiones y legados y el rol que jugarán el Partido Justicialista y el espacio kirchnerista que se reconoce cada vez menos en el espejo del partido fundado por Juan Domingo Perón.

Hay distritos donde podría decirse que el kirchnerismo y el PJ comparten un alto porcentaje del proyecto llamado nacional y popular que conduce Cristina Fernández. No es el caso de la provincia de Río Negro.

La movilización a San Carlos de Bariloche del sábado anterior, bajo la consigna de Unidos y Organizados, es una clara muestra de cómo juega el gobernador Alberto Weretilneck, acompañado por un sector mayoritario del gobierno, intendentes y legisladores y con el apoyo de base de la corriente Nacional y Popular, el Movimiento Evita y sectores kirchneristas, como La Cámpora, a pesar de su escaso desarrollo en la provincia, que tiene como referente al legislador Martín Doñate.

La excusa del encuentro fue celebrar el Día del Militante —que recuerda el regreso de Perón al país, el 17 de noviembre de 1972— cuando en realidad esta evocación de la liturgia peronista había sido conmemorada oficialmente una semana antes por el Partido Justicialista y el senador Miguel Pichetto con un acto en Viedma, que reunió al peronismo enfrentado a la gestión Weretilneck.

Dos actos, dos sectores, dos conductores y dos proyectos que se perfilan en Río Negro a un enfrentamiento para medir fuerza y dirimir la conducción del proyecto oficialista en el distrito y su alineamiento nacional. Sólo se cuidan de declarar en forma permanente su adhesión a Cristina Fernández, como una manera de “no sacar los pies del plato”.

Para que no existan dudas, Miguel Pichetto declaró días antes del acto del gobierno en Bariloche que su proyecto no se agotaba en su reelección como senador y que su objetivo era ser candidato a gobernador en el 2015. El pichettismo no descarta incluso que Alberto Weretilneck tenga su candidato también para la Cámara Alta del Congreso.

A su vez el gobernador no descartó que las diferencias que existen entre ambos sectores se diriman en las urnas.

Para poner blanco sobre negro, el mismo Pichetto pidió desde la tribuna trabajar para que el peronismo vuelva a ser gobierno en Río Negro, no sólo desconociendo a la gestión Weretilneck como peronista, sino también a militantes de larga trayectoria en ese partido y el movimiento justicialista y que integran el oficialismo.

El panorama es claro, y en mayor o menor medida es lo que está sucediendo en todo el país. Muchos peronistas son kirchneristas, pero no todos los kirchneristas se identifican con la partidocracia justicialista.

Sucede que muchos reconocen como el principal legado que dejó Néstor Kirchner a la necesidad del armado de un espacio superador y por encima de las estructuras partidarias “que convoque a la construcción de un proyecto nacional”.

En muchas provincias ambos funcionan amparados bajo el paragüas de la estructura electoral justicialista, mientras que en Río Negro, al igual que Chubut, Santa Cruz, Córdoba y otras, funcionan por cuerdas separadas.

Las estructuras partidarias se identifican en un justicialismo representado por Juan Manuel De la Sota, Daniel Scioli, Francisco De Naváez, el propio Eduardo Duhalde y el sindicalismo representado por Hugo Moyano y Gerónimo “Momo” Venegas entre otros.

Quien ha representado fielmente esta posición, de manera reiterada, es el legislador pichettista del gremio gastronómico, Roberto Vargas, crítico del gobierno provincial, que trató de alcahuetes a los seguidores de Weretilneck, que descalificó  al “gabinete montonero”, que apoyó el reciente paro nacional en reclamo a la Presidente Cristina Fernández y que siempre reivindicó al PJ frente al kirchnerismo. En suma coherencia con la línea nacional de su jefe gremial Luis Barrionuevo y la ortodoxia justicialista.

La pelea de fondo es otra y se oculta en estas escaramuzas de todos los días: ¿quién conducirá al Frente para la Victoria en Río Negro?

El PJ está dividido, Unidos y Organizados es una organización embrionaria y el Frente Grande es un envase demasiado pequeño para tanto volumen político e ideológico.

El senador Miguel Pichetto no pierde tiempo. Está en campaña, reitera fotos anunciando obras nacionales para Río Negro y no oculta su vocación de ser gobernador, todo por fuera del gobierno provincial.

Alberto Weretilneck dice que no es tiempo de candidaturas. Una frase de ocasión, un eufemismo.

El gobernador está más comprometido con el día a día, tiene que empujar un pesado aparato burocrático gubernamental con funcionarios inexpertos que poco aportan en una maraña de errores con costos políticos que siempre paga el responsable del Ejecutivo.

La política es acción y gobernar implica transformar, además de administrar y gestionar.

La confusión que se generó en la madrugada del primer día de 2012 terminó con un gobierno dividido. Pichetto, que no se animó en aquel momento de la muerte de Soria, ahora no oculta su verdadera intención.

Alberto Weretilneck, que recibió toda la responsabilidad al responder esa mañana una llamada telefónica del entonces Jefe de Policía, comenzó su gestión siendo punto y hoy tiene toda la banca del gobierno, tejió alianzas internas y externas, definió sin cortapisas su alineamiento nacional y conduce Unidos y Organizados en Río Negro y el espacio kirchnerista.

Un fin de año que termina a todo ritmo, un verano que será caliente y un año electoral que definirá posiciones, donde es muy posible que se midan  fuerzas internas.

En la oposición también se vaticina con mucho movimiento y la energía estará puesta en captar el descontento con el gobierno nacional. Siempre hay una hendija donde colar un discurso que sume votos.

 

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