El estigma de ser del Alto
Nací, crecí, y vivo en el alto y de verdad me siento muy orgullosa de ello, barrios de laburantes, desfavorecidos por la naturaleza y olvidados desde siempre por la mayoría de los gobiernos pero no por eso dejamos de crecer, mejorar, forjados con trabajo duro y mucho sacrificio.
Sin embargo, cada vez que se producen conflictos estamos en la boca de todos, negros de m…., chorros, indios de m……, es los que les sale a muchos con facilidad, claro, no conocen “el alto”, por lo menos como yo lo conozco.
”El alto”, lo habitamos gente con menos recursos económicos, con muchas necesidades, en algunos casos muy extremas, madres solas, adultos mayores, familias numerosas, hay hambre, marginalidad y mucha pobreza.
Camino permanentemente el alto, conozco a mucha gente y puedo asegurar que la mayoría de las personas son honestas, madres, algunas hasta con 7 hijos, que venden diarios y tejen, otras empleadas domésticas que trabajan hasta en 3 casas de familia diferentes para llevar el pan a sus hijos, familias organizadas que tienen micro emprendimientos, cooperativas de trabajo, cooperativas de jóvenes carpinteros, la lista sería interminable. Sin embargo, también existen aquellos que viven sin trabajar y están convencidos que todos le debemos algo pero son los menos. A ellos, tanto la policía como los gobernantes los conocen, saben quiénes son y cuales son sus actividades. Por eso me da bronca cuando algunos “creyendo que nos defienden”, hablan de las necesidades de los barrios altos estableciendo una la relación directa entre pobreza y delincuencia y de esta forma terminan estigmatizándonos. Estableciendo esta relación, ofenden a mucha gente humilde y trabajadora que jamás saldrían a robar, por mucha necesidad que tengan, entre los que me incluyo.
Sé que escribo desde el dolor y la impotencia pero estoy cansada que se hable tanto de nosotros con un gran desconocimiento.
Considero que no hay soluciones mágicas pero tengo la firme convicción que es el Estado con políticas inclusivas de la mano de los dirigentes barriales, (muchos con un impresionante trabajo de contención social), y no de punteros políticos, quien debe ser un escudo de protección, optimizando los recursos que son nuestros impuestos, generando la vuelta a la cultura del trabajo no de la dádiva y conteniendo a muchos de nuestros vecinos que se han quedado fuera del sistema. Tengo el convencimiento de que es la forma de evitar nuevas situaciones dolorosas como las que hemos vivido en estos trágicos días.
Si una sola persona que lee esto cambia su mirada sobre nosotros, esto no habrá sido simple catarsis y quizás, comenzaremos a sentir mayor pertenencia, desde el respeto mutuo, al mismo pueblo.
Cristina Painefil
D.N.I. 16.053.524