El Peronismo pierde el primer test electoral ● ADN
José Luis Foulkes derrotó ayer al peronismo a pesar del apoyo de los gobiernos provincial y nacional que tuvo Mario Sabatella. Fue un triunfo con holguras acotadas, con méritos para el actual intendente interino de Viedma que interpretó la continuidad del fallecido Jorge Ferreira y que fue acompañado por el voto de los viedmenses deseosos de castigar a un gobierno justicialista que desde la llegada de Carlos Soria en el poder soportaron todo tipo de atropellos, persecuciones y humillaciones.
Foulkes mencionó durante la corta campaña electoral que el destrato hacia Viedma sería un motivo más que importante para impedir el acceso de Sabatella a la municipalidad de Viedma. El maragato por nacimiento y viedmenses por adopción llevó durante la campaña una enorme mochila que todos los días hacían más pesada los funcionarios provinciales.
El triunfo es inapelable y tiene –méritos aparte del ganador- un claro mensaje para el partido gobernante que a un año de acceder al poder pierde en el primer test electoral previo a la renovación de bancas en el Congreso de la Nación.
Pasadas las primeras horas de euforia es necesario que los partidos participantes en la contienda de ayer sepan realizar una lectura lo más cerca posible de lo que indica la realidad.
Por ejemplo Juan José Tealdi, representante del FAP no logró constituirse en la alternativa frente a los dos partidos tradicionales, una situación que puede repetirse en las elecciones a diputados y senadores. No hay captación de voluntades y tampoco reclutamiento en ciudadanos hastiados de la UCR y el PJ.
Para los ganadores valga una sugerencia: hay que mirar los números con cuidado. La cantidad de votantes fue menor a los guarismos históricos y la diferencia numérica no es para “tirar manteca al techo”.
El mérito del triunfo es para Foulkes, la UCR y los partidos aliados como el PPR y Unidos por Río Negro, mientras que la derrota afecta a Sabatella, al gobierno provincial en su conjunto, al senador nacional Miguel Pichetto y al propio gobierno nacional, aunque se pretenda desviar la atención. Aún así cosecharon más del 40 por ciento de voluntades.
La campaña del FPV se basó en un llamado a los ciudadanos de la capital de la provincia para alinear políticamente al municipio con los gobiernos provincial y nacional y fue derrotado, quiere decir que en Viedma, al menos, la propuesta no es válida o no fue creíble.
El gobierno provincial prometió a lo largo de un año numerosas obras que no sólo no se ejecutaron, sino que luego formaron parte de las promesas de Sabatella.
Cualquier desprevenido pudo advertir la fecha elegida para la inauguración de la primera etapa de la sede de la Universidad de Río Negro con teleconferencia con la Presidente Cristina Kirchner; Miguel Pichetto –como un tardío Papa Noel- no dejaba de augurar obras nacionales mientras que el Ejecutivo rionegrino se debatía en la ineptitud para poder iniciar algún trabajo en la capital de los rionegrinos.
El mensaje no fue creíble. Se debe sumar el conflicto con médicos, docentes, el recorte en el pago de adicionales, el maltrato a los agentes públicos, como la empleada embarazada en Horizonte agredida por la subjefa de departamento de Recursos Humanos, las deudas con los proveedores, los funcionarios de martes a jueves, la inseguridad y sobre todo el desempleo que se triplicó en Viedma en el último año, por acción u omisión del Estado.
Bingo para Foulkes. Ahora habrá que esperar lo que haga el radicalismo con este triunfo.
Por de pronto se colgaron de los pantalones del ganador Horacio Massaccesi y Miguel Saiz, ambos con la frescura de pensar que la historia es indulgente y que el Alzheimer perdona más que el propio Papa Francesco, con el único propósito de ubicarse en mejores posiciones para sus postulaciones como candidatos a senador, un anhelo hasta ahora puramente individual y Viedma no es Río Negro, que comprende un vasto territorio con idiosincrasias y particularidades diversas.
El discurso ganador brinda la posibilidad de un resurgimiento del radicalismo, sólo con unidad real de sus dirigentes y convocatoria a todos los sectores internos sin mezquindades.
La experiencia de la última elección interna del mes pasado no es alentadora en ese sentido. Promesas de pases a retiros de dirigentes, copamiento de estructuras y mensajes de revanchismo de quienes parapetados detrás de José Luis Foulkes, pretenden revestir sus figuras con una pátina de legitimidad que está tan lejos de las urnas como las promesas del oficialismo gobernante.
Hoy la noticia es el triunfo de Foulkes y nada debe empañarlo. El intendente de Viedma aún no es un dirigente provincial y seguro que estará en camino de serlo, pero ahora debe responder a las expectativas de quienes lo votaron y la vez bregar para conseguir los recursos y las obras que Viedma necesita y demostrar que la convivencia democrática entre diferentes partidos políticos es posible sin necesidad de “estar alineados”.