Adiós al viejo caudillo • Jorge Castañeda
Tuve el gran privilegio de prologar el libro de don Mario José Franco “Mis Reflexiones” y me confió la responsabilidad de ordenar sus originales para darlos a la imprenta.
Mientras los ordenaba y corregía pasaron ante mis ojos años y años de historia del peronismo rionegrino vistos por su principal protagonista, uno de los hombres que mantuvo trato directo con el General Perón y que supo abrevar en lo más granado de la doctrina nacional de los grandes pensadores como Scalabrini Ortiz y Jauretche entre otros.
Desde sus orígenes políticos don Mario recién venido de Mendoza tuvo contacto directo con la política bravía que se ejercía en aquellos años de la resistencia donde se jugaba la vida por una idea y había que recorrer la geografía provincial –entonces territoriana- con un esfuerzo y una pasión que sabía imponerse ante tantos obstáculos, dejando sola a la familia por mucho tiempo y no sabiendo si se regresaría a casa.
Allí trabo amistad con mi tío Jorge Francisco Castañeda, nacionalista de pura cepa, y con los hombres y mujeres de buena voluntad de cada uno de los pueblos y ciudades rionegrinas, que veían en el caudillo reginense un referente indiscutido para gobernar la provincia.
Y así fue. Nadie podrá negar que el gobierno de Mario Franco en la provincia de Río Negro, en el corto tiempo de su mandato no llevara una verdadera transformación hasta los últimos rincones de la geografía provincial, rodeado de funcionarios que en su gran mayoría dieron sobradas muestras de capacidad, honestidad y militancia.
Será siempre recordado el plan de salud y la política educativa sin dudas unos de los mejores que ha tenido el país en mucho tiempo. Y también la creación de organismos hoy fundamentales en la vida de los rionegrinos.
Tuvo don Mario que pagar el alto precio de estar preso después del golpe del 76 y según lo cuenta emocionado en su libro se salvó de ser arrojado al mar en los tristemente célebres “vuelos de la muerte” y de sufrir varios atentados en su vida. Cuando después se encontró con Harguindegui este le dijo que eso “eran cosas impersonales y que hoy le tocaba a uno y mañana a otro”.
Muchas veces conversé durante horas cuando nos encontrábamos y soñábamos con un peronismo mejor y con una provincia en marcha. No le gustaba para nada la dependencia del distrito como un apéndice del movimiento nacional. Siempre decía que tenía características distintivas y era una gran verdad.
Hombre de fe, siempre acompañó la labor sacerdotal en el Alto Valle y dedico varias páginas para reseñar el trabajo misionero de sacerdotes amigos.
Don Mario Franco sabía porque así lo decía al igual que el General Perón que “conducir no es mandar, sino persuadir” y así fue cuando le tocó en suerte dirigir el Partido Justicialista de Río Negro.
Hasta hace poco tiempo estaba siempre preocupado por su pasión “la política” la que vivía de manera visceral como solo lo hacen los elegidos para desposarse con “esa veleidosa mujer”.
Seguramente el tiempo que nunca trabaja en vano le dará a Mario Franco la “hojita de laurel que supo conseguir” como decía Leopoldo Marechal, el poeta depuesto.
Don Mario Franco puede decir como el San pablo el Apóstol “que ha corrido la buena carrera” y por eso será siempre recordado en quienes fuimos sus amigos.
Jorge Castañeda
Escritor