Década política ● Mariano Ferrari

kirchner2“Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias; me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”.
Néstor Kirchner, 25 de mayo de 2003

Hace diez años, un hombre proveniente del “sur de la Patria” y con apenas el 22 por ciento de los votos, llegó a la Presidencia de la Nación. Desde allí propuso reconciliar a la política, a las instituciones y al gobierno con la sociedad.
Néstor Kirchner estaba convencido que para reconstruir el país primero debía legitimar su gobierno. Sabía de las debilidades de la Argentina después de la crisis, pero conocía el sentimiento imperante de un pueblo por demás castigado. Y lanzó su proclama: “vengo a proponerles un sueño”.

Ese sueño, ese deseo, ese anhelo, ese ideal representaba un recorrido histórico que comenzó un 25 de mayo de 1810 con la Revolución argentina y que lleva 203 años madurando la quimera de por fin ser un país libre e independiente.

Casi 200 años después, un 25 de mayo pero de 2003, Néstor Kirchner llegó al Congreso de la Nación y le propuso a los argentinos volver a soñar con una argentina unida, con igualdad de oportunidades, un país más justo en el que se reinstale la movilidad social ascendente.

Pero esa utopía sólo era posible de la mano de la política.
Kirchner, su equipo de gobierno y los muy pocos diputados con los que contaba, tenían a la política como herramienta excluyente.

La democracia recuperada en el 83´ todavía no había dado respuestas a demandas sociales. Y aún en 2003 había sectores militares que sentían una cuota de poder que les permitía “opinar” de asuntos que sólo corresponde al poder democrático institucional. Además, había sectores empresarios nacionales y transnacionales, corporaciones y grupos de poder que también pretendían tomar decisiones de gobierno.

La historia argentina está plagada de marchas y contramarchas, de falsos patriotas y héroes desconocidos, de luchas intestinas, de intereses contrapuestos, de democracias e irrupciones militares. Pero siempre hubo sectores que pugnaron por un país soberano, regidos por principios nacionales y populares y enmarcados en un contexto latinoamericano.

Si tomamos las tres décadas ininterrumpidas de democracia en Argentina, se entenderá por qué hoy el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner asume la última como una #decadaganada.

La del 83´-93´ estuvo signada por la recuperación de la democracia y la tirantez entre los sectores militares que resistían su enjuiciamiento. Este fenómeno tuvo consecuencias políticas y económicas: por un lado se consiguieron las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y por el otro, corridas bancarias que desataron una fuerte hiperinflación. Ese fue el modus operandi de los “dueños de la argentina” para proteger a sus socios militares que instauraron –mediante el terror y la muerte- un sistema económico neoliberal que durará hasta 2001. No toleraron que Raúl Alfonsín sentara en el banquillo de acusados a su brazo armado.

Tampoco le toleraron al Presidente que acusara de desestabilizadores a sus aliados de la Sociedad Rural y al Gran Diario Argentino.

Todo ello imposibilitó que la recuperada democracia, sumado al desfavorable contexto internacional y latinoamericano, pudiera dar respuestas a las demandas sociales.

La del 93´-03´ se caracterizó por la claudicación de la política. El slogan de los 90´fue “la muerte de las ideologías”. Un peronismo que traicionaba sus bases fundacionales, enterraba los preceptos de Juan Domingo Perón y Evita, vendía su capital político (votos) al partido de Álvaro Alsogaray -uno de los más fervientes integrantes de la Revolución Libertadora-, e inauguraba una nueva corriente con imagen populista pero de fuerte apego a la oligarquía. Se privatizaron los servicios esenciales del país y todo quedó a merced del mercado que todo lo regula, sin importar costos sociales. La clase media “compró” ese modelo y cuando reaccionó estaba tocando la cacerola para que le devolvieran sus ahorros.

El gran orquestador fue Carlos Menem quien, además de asociarse con Alsogaray, se abrazó con el Almirante Rojas (uno de los jefes del golpe del 55´a Perón) y firmó el indulto a los genocidas del 76´.

Por eso hay que atender y entender los motivos por los cuáles el kirchnerismo presenta al período 2003-2013 como la “década ganada”. En el contexto de los 30 años de democracia es, al menos, un título para debatir, un concepto que, seguro, no se puede desechar de plano.

Esta década se caracteriza por la recuperación de la política.

A partir de allí, el gobierno de Néstor Kirchner primero, y el de Cristina Fernández después, avanzaron sobre la resolución de demandas sociales; se colocó al trabajo como el gran ordenador social y promotor de movilidad social y económica; se rompieron los lazos con los organismos internacionales de crédito; se avanzó en el enjuiciamiento de quienes perpetraron el golpe de estado más cruento de la historia argentina; se restituyeron derechos y se crearon otros donde había necesidades; se subordinó a las Fuerzas Armadas al poder político; se reconstruyó la industria nacional; se libró la batalla contra las corporaciones; se reestatizaron empresas nacionales; proliferaron las Universidades Nacionales; y, entre otras cosas, se creó un Ministerio de Ciencia y Tecnología.

Desde un punto de vista histórico, dentro del peronismo, se retomaron postulados del Perón y Evita y se retoma (aggiornado) el programa de gobierno de Héctor Cámpora.

El kirchnerismo es, digámoslo de una vez, inescindible del peronismo. Es cierto que Néstor Kirchner apeló a términos como “transversalidad” y “concertación” para construir poder, pero siempre el eje fue el peronismo. Lo fue en 2003 y lo es hoy dentro del Frente para la Victoria. Es parte de la tradición del peronismo conformar frentes electorales con partidos que tienen afinidad con él.

En 2003 la transversalidad resumía la construcción política de un espacio común con sectores de características similares: la argentina estaba impregnada por las asambleas populares y el descrédito de los partidos políticos. El PJ había llevado tres candidatos a presidente. Pero el que conducía Kirchner tenía de aliados a organizaciones de base barrial y territorial (Barrios de Pie, Frente de Tierra y Vivienda) y partidos políticos del arco progresista (Movimiento Evita, Libres del Sur, Partido de la Victoria) y una parte del peronismo.

La disputa por la “orgánica” partidaria provocó la frase de Aníbal Fernández: “que se metan la macrhita en el culo”.

Todo eso fue la disputa por poner nuevamente a la política en la agenda de los argentinos. Y nada volvió a ser igual.

En 2007 amaneció la concertación sumando a la base transversal sectores del radicalismo y el socialismo.

En 2011 el Frente para la Victoria mostró un peronismo más cohesionado pero con el aporte –siempre- de otros partidos como Nuevo Encuentro, y el fortalecimiento de las agrupaciones kirchneristas como La Cámpora, forjando Unidos y Organizados.

Pero esta década también está signada por la muerte de su creador: Néstor Kirchner. Sus exequias revelaron un movimiento invisible de fuerte militancia y compromiso juvenil. Miles de personas pasaron por la Casa Rosada a rendirle homenaje a ese hombre que siete años antes les había propuesto un sueño, que les había devuelto la pasión por la política, por la militancia, por recuperar la idea de un país en serio, inclusivo, y que no permitiría volver a perder su dignidad.

El fenómeno atravesó a todos los partidos políticos por igual. Las estructuras partidarias volvieron a funcionar, se comenzaron a llenar nuevamente fichas de afiliación, se crearon nuevos partidos y agrupaciones, el pueblo volvió a ganar la calle, y la Plaza de Mayo recuperó su sentido político.

Es por ello que ninguna de las consignas amanecidas en ésta década es tan gráfica como la de Nunca Menos. Pone un mojón, una línea de partida. Dice que lo que venga en materia política institucional (de la mano del partido que fuera) no podrá retrotraer las conquistas sociales, económicas y culturales. Cual mantra se repetirá el #nuncamenos para advertir a la clase dirigente que lo logrado no será negociado. Las políticas implantadas por el kirchnerismo son un derecho adquirido. Eso expresa el Nunca Menos. Le grita en la cara a quienes hoy están parados en la oposición que la Ley de Medios no se deroga, que no se negocian las condenas a los genocidas, que no se perderá el derecho al matrimonio igualitario, que mientras haya necesidad la Asignación Universal estará vigente, que no se privatiza ni el petróleo, ni las jubilaciones ni las comunicaciones.

Para adelante se podrá profundizar el modelo con medidas aún pendientes (como la discriminación del IVA, la legalización de la marihuana, la contención del proceso inflacionario, y políticas más decididas de control de la corrupción y el combate al delito), se podrá cambiar de proyecto político de conducción del país, pero no se podrán pulverizar los avances de estos tiempos.

La década que se cumple podrá adjetivarse de muchos modos, pero de seguro no será “perdida”.

El basamento legal, institucional y cultural que dejó esta década fue posible porque hubo una voluntad política de hacerlo. Y ese el valor central de estos 10 años.

Por Mariano Ferrari
@tatoferrari