El concepto de la ley y la justicia en don Quijote ● Jorge Castañeda
“El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra, el glorioso Manco de Lepanto, es sin duda la más grande novela de las letras castellanas y una indiscutida obra maestra.
Al leerla uno tiene la sensación que conjuga preciosidad y justeza de estilo, una trama rica en aventuras, situaciones risueñas, un venero de refranes y también verdaderos tratados sobre los más diversos temas, entre otros aciertos que ha señalado la crítica a lo largo de los siglos.
Pero realmente admira que mantenga intacta su vigencia y ese es el milagro mayor de la buena literatura: no importa el tiempo y el contexto: siempre tiene algo para decirnos. Y en cada relectura nuevas luces se descubren en su texto.
Pero sin lugar a dudas en todo el libro campea un concepto de la soberanía de las leyes y su sujeción a las mismas como también sobre el verdadero sentido de la justicia. Ambos enfoques son hijos de la actitud ética y de las preocupaciones del autor.
En ese sentido, Cervantes por boca de Don Quijote le dice al ventero: “Sabed que mi oficio no es otro sino valer a los que poco pueden y vengar a los que reciben tuertos, y castigar alevosías; y si halláis alguna cosa de este jaez que encomendarme, no hay sino decirla, que yo os prometo, por la orden de caballero que recibí, de haceros satisfecho y pagado”. Ni más ni menos que un esclarecido concepto de la justicia. Justicia práctica y a la vista de todos. Cotidiana y llena de sentido común.
Cuando el “andante caballero de la triste figura” se refiere a las letras debe entenderse a las leyes que rigen la vida humana en cualquier comunidad. Lo aclara: “Hablo de las letras humanas, que es su fin poner en su punto la justicia distributiva, y dar a cada uno lo que es suyo, y entender y hacer que las buenas leyes se guarden”. Han pasado quinientos años y sin embargo todavía se está buscando esa famosa “justicia distributiva” que señalaba Cervantes y su advertencia de que “las buenas leyes se guarden”, ante tantos desatinos que cometen actualmente quienes deberían velar por ellas.
En sus concejos al escudero Sancho Panza cuando debe hacerse cargo de la ínsula de Barataria, el sabio hidalgo le amonesta que “no hagas muchas cosas pragmáticas; y si las hicieres, procura que sean buenas, y, sobre todo, que se guarden y se cumplan; que las pragmáticas que no se guardan lo mismo es que si no lo fuesen; antes van a entender que el príncipe que tuvo discreción y autoridad para hacerlas no tuvo valor para hacer que se guardasen; y las leyes que atemorizan y no se ejecutan, vienen a ser como la viga, rey de las ranas, que al principio las espantó, y con el tiempo la despreciaron y se subieron sobre ella”.
Y también le supo aconsejar que “no te ciegue la pasión propia de la causa ajena”. Y cuánta razón tenía para aconsejarle de esa manera.
Con maravillosa clarividencia razona que “la verdad, para impartir con rectitud la justicia, debe ser buscada sin pausa y desentrañada de las razones que ante el árbitro expongan las partes, sin que nada, ni dádivas, promesas o lamentos influyan en la decisión que se tome para cerrar la causa”.
En el capítulo XI de la primera parte el Quijote refiriéndose a la edad de oro expresaba: “Dichosa edad y siglos dichosos que los antiguos pusieron el nombre de dorados. No había la fraude, el engaño ni la malicia mezclándose con la verdad y llaneza. La justicia se estaba en sus propios términos, sin que la osasen turbar ni ofender los del favor que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen”.
Hay muchas otras sentencias a lo largo del Quijote que versan sobre las leyes y la justicia. ¿Seguiremos ante tanto disparate que vemos cometer hoy en día a los gobernantes y los magistrados, tan ufanos aplicando la “ley del encaje” que denostaba el caballero, añorando la edad de los “siglos dorados” como Miguel de Cervantes? ¿Y en nuestra querida provincia ante la catarata de leyes y decretos sancionados y dejados sin efecto al poco tiempo, no se parecen nuestros gobernantes un poco al rey de las ranas?
Esperemos que no, que prime la cordura y el sentido común porque el apego a las leyes y el ejercicio soberano de la justicia son la base más sólida de cualquier democracia que se precie.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta