PRO. Significado de un significante ● Leandro Javier Oyola

Todo se nombra. A esa generalidad no escapan los partidos políticos y sus alianzas. Para identificarse se nombran, se denominan de un modo distintivo, que precisamente los abstrae de los demás. De los otros.
En ese sentido, como todo grupo que se autoidentifica con una idea, el nombre promueve una determinada ideología y como un imán llama a los afines, a los iguales o parecidos. Pero no a los otros, a los que no son idénticos, a los que se identifican con otro nombre que sintetiza otras ideas, otra ideología, otro modo de concebir un mundo, una polis, una república, un estado.
La política, así concebida, en términos Schmittianos es la distinción entre amigo -nosotros- y enemigos – los otros.
El nombre no queda exento de esa controversia. El significante que nos sintetiza significa mucho más que ese sonido que emana de la pronunciación, pues implica un serie de ideas y prácticas que nos postulan de un modo particular en la sociedad.
Es que el nombre es un elemento nodal de la constitución de la identidad. También podría sugerirse que la identidad constituye al nombre. De ello tampoco escapa un partido político.
De ello no han escapado los Federales ni los Unitarios, el partido Justicialista y la Unión Cívica Radical, ni el rosario de partidos que surgen de la hisotria argentina.
De ello tampoco escapa el PRO. Una actualización de la derecha argentina. Un f5 de un árbol genealógico que inmanente en nuestros días, se quiere patentizar, por un mecanismo quizás extraño a su antigua retórica: La voluntad popular, el sufragio de los ciudadanos, del común impersonal que vota. Ese común tan distinto al significado del significante PRO.
En latín, pro es una preposición que tiene por significado a lo que está adelante, antes, al frente, es lo que está a favor, no lo que está en contra, es poner de manifiesto.
Para el diccionario de la Real Academia Española pro, en la acepción que nos interesa, es el que se distingue por sus buenas cualidades.
Pero no nos quedemos solamente en las inmutabilidades de una lengua muerta y del diccionario que gobierna nuestra lengua.
Foucault, hace referencia a un texto de Eurípides, Las Suplicantes, y nos cuenta que entre los ciudadanos atenienses que tenían la ciudadanía de derecho, había quienes eran capaces, poderosos y que por si mismos y por sus riquezas podían hacer algo por la ciudad.
También había ciudadanos que no tenían los medios antes aludidos, ese plus que caracterizaba a los otros, a los que, aunque ciudadanos no podían hacer cosas por la polis.
Así, los que disponían de ese plus, ese poder hacer algo por su condición de nacimiento, de estatus, de riqueza y de los medios para ejercer el poder, eran caracterizados como la «gente de pro», la elite.
Eran los que se ocupaban de determinados asuntos públicos, y en consecuencia, manejaban no sólo la política, sino también la razón. La Política y el logos eran de la «gente de pro».
¿Habrá pensado Macri y su equipo publicistas y pensadores que su significante podría comprender todos estos significados y que incluso podría estar emparentado con Atenas? ¿Habrá pensado todo lo que nos cuenta Foucault, el latín y nuestro idioma cristalizado en la última edición del diccionario de la Real Academia Española? La respuesta no la sé, pero la intuyo: Seguramente no. Lo que pasó en el Hospital Borda, sin dudas no coincide con lo que hubiera hecho un ateniense de pro.
¿Acaso importa? En realidad, es sabido que el apócope les fue propuesto por un propfesional de la publicidad contratado al efecto, por lo que puede inferirse, más la creación de un producto que sale al mercado para ser consumido en esa lógica competitiva que impone la mano invisible que tanto les atrae, no obstante su carácter político.
Tampoco es ocioso decir que el nombre PRO está controvertido, disputado y en juicio.
Resulta que la sigla PRO no pertenecería por derecho a quienes dicen ser el PRO. Contrariamente a esa actitud PRO, hubo otros que tuvieron la misma idea a la hora de nombrar, sólo que antes. Esa contra no obstaculizó al PRO para sentirse así, bien PRO, por lo que según ese grupo considera original su apócope. Para ese sector la idea de la sigla es de un publicista contratado precisamente para eso, antes del lanzamiento del producto -político- al mercado.
No obstante, el PRO fue demandado por el PRO. El que sería el verdadero PRO que significa PARA UNA REPUBLICA CON OPORTUNIDADES, creado en el año 2.000 por Leandro Popik, quien incluso llegó a presentarse con candidatura a Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El juicio por presunto plagio recayó en el Juzgado de la Dra. Servini de Cubría.
Abierto el envase, dejado de lado su color amarillo asociado a la inteligencia y puesto su contenido esencial a la vista puede observarse que el PRO, muy pero muy lejos de Atenas, no es más que la derecha con un discurso actualizado en la lógica del marketing empresario.Una continuidad principal de la tradicón de la derecha argentina mutada en un envoltoorio con pretensiones amigables. Ese es, a mi jucio el significado del significante.
Y está bien que lo sea, que la gente de pro se ocupe de la polis, de la ciudad y del estado y que consiga el cargo electivo, por la postulación y el sufragio y no por la vía de hecho tan simpática a la tradición que encarna. Pero en toda esta cuestión probablemente una vez que el producto sea vendido, ya no haya garantías de postventa.
Es bueno recordar que la tradición que encarna el PRO, también lleva inherente en su sigla un significado más, admitido por la lengua. También es negación, contradicción: PROhibir, PROscribir.

 

Leandro Javier Oyola