Empoderamiento popular ● Mariano Ferrari
La Presidenta proclamó que el poder reside en el pueblo. Cristina Fernández de Kirchner borró el personalismo de la construcción del proyecto político que comenzó hace 10 años, asumiendo que la continuidad depende de todo el campo nacional y popular, llamando a vencer el slogan de “fin de ciclo”.
Consecuente con la historia del Movimiento (“Mi único heredero es el pueblo”, dijo Perón), el empoderamiento popular tiene dos objetivos diferentes pero persigue un mismo fin épico: arengar a la tropa para la victoria o prepararla para pasar a la resistencia en caso de una derrota.
Pero lo que parece solo un enunciado político electoral, en el fondo corresponde a un nuevo paradigma social. Desde hace un tiempo en la Argentina las luchas sociales y políticas tienen otra dimensión. Con la consolidación de la democracia, el resurgimiento de la política y la participación popular como herramienta de transformación, cobraron una fuerza inusitada.
La decisión de la Casa Rosada de no reprimir las protestas sociales no solo es un cambio en cuando la utilización de la fuerza pública para disuadir reclamos, sino, y fundamentalmente, significa no poner al servicio de los poderosos a los agentes de seguridad cual ejército de custodia privada de los “patrones”.
Hoy, diferentes sectores se expresan libremente y constituyen un factor de poder en sí mismos, de acuerdo a su capacidad de organización, operatividad y cantidad de miembros.
Prueba de ello es la resistencia de los ciudadanos de El Bolsón a que se concrete un polémico emprendimiento inmobiliario en el cerro Perito Moreno.
Allí también la política fue el gran articulador de un reclamo vecinal. El intendente se puso al frente de la rebelión y por las presiones recibidas pensó en renunciar. Pero miles de ciudadanos salieron a respaldarlo porque el jefe comunal representaba sus intereses. Si “Caleuche” García hubiese estado a favor del loteo en el Cerro, el pueblo hubiese marchado igual en repudio al proyecto.
Es el pueblo empoderado. Se replica aquel viejo axioma: “con los dirigentes a la cabeza o con la cabeza de los dirigentes”.
La protesta en Bolsón intenta cerrar los caminos a una “maniobra” denunciada por el entonces legislador Luis Bardeggia (hoy titular del IPPV) sobre la “venta fraudulenta” de tierras. En el Cerro, la empresa Laderas armó un centro invernal con pistas de esquí. El emprendimiento incluye un loteo. La actividad turística podría generar puestos de trabajo e ingresos genuinos a la comunidad de El Bolsón.
“No hay consenso social para el proyecto inmobiliario” razonó el senador Miguel Pichetto. Así, avala el centro de esquí y su desarrollo pero da por tierra el interés real de la empresa.
El gobierno de Río Negro está obligado a tener una posición clara. Un pueblo empoderado pide solución definitiva a este conflicto.
Otros temas recaen también en la definición gubernamental. Otros sectores, más reducidos y con otros intereses, reclaman definición.
Un grupo de estatales impulsan un escalafón específico para los trabajadores de prensa. Son unas 30 personas (periodistas, camarógrafos y fotógrafos) que trabajan en la órbita del Estado rionegrino que reclaman ese derecho.
El Subsecretario de Medios se comprometió en avances, incluso transmitió el respaldo de Weretilneck a la iniciativa. Pero se “frenó” en Economía. La pregunta de los colegas es: ¿Palmieri tiene el poder para detener un proyecto avalado por el Gobernador?.
Docentes y alumnos también reclaman. Salen a la calle en protesta por las horas libres. Se prevé movilización de los ferroviarios si avanza la idea de traspasar al ámbito de Nación el Tren Patagónico. Los retirados del Decreto 7 pidieron ser escuchados.
Desde la Plaza de Mayo también surgieron otros enunciados: cobra fuerza el Nunca Menos. Y se vuelve a la transversalidad en la construcción de poder dentro del Frente para la Victoria. Se vuelve a hablar de “pejotismo”, ese eufemismo que usaba Néstor Kirchner para referirse al sector orgánico, ortodoxo y acomodaticio del peronismo.
En Río Negro habrá que monitorear la conformación del Frente después de octubre. Puede ampliar su base o romperse tras el surgimiento del “pejotismo”.
Algo de eso preanuncia la pelea cada vez más intensa en Bariloche por la sucesión del destituido intendente Omar Goye. Pero el FpV no es solo PJ y FG.
Podría haber un desembarco fuerte de Nuevo Encuentro a la provincia y su integración al oficialismo.
Octubre marcará también una definición presidencial. Por ahora, el eje del kirchnerismo no juega dentro del oficialismo. La Cámpora es un integrante pasivo, podría convertirse en un factor de poder territorial e institucional.
Weretilneck lee esa realidad y arma esquemas de poder en consecuencia. Buscará la unidad, pero sin resignar espacios propios.
Mientras, el radicalismo se rearma. José Luis Foulkes asumirá la presidencia de la Convención. Es el referente de la dirigencia que viene a reemplazar a quienes condujeron los destinos de la UCR durante sus 28 años en el poder.
El intendente de Viedma se muestra activo y conciliador. Trabaja codo a codo con el gobierno provincial y no se pone colorado al hablar frente a miles de jefes comunales peronistas.
La Casa Rosada retoma, además, la idea de gobernar con los intendentes. Sabe que mucho mandatarios provinciales, fundamentalmente el bonaerense, Daniel Scioli, partirá del kirchnerismo después de octubre sumándose a otros, como De la Sota, que están armando el “pejotismo” para suceder a CFK en 2015.
La continuidad de la década ganada pasará por el retorno a las bases: construcción transversal del FpV, intendentes fuertes y un pueblo empoderado.
Mariano Ferrari