El peronismo rampante ● Jorge Castañeda

Nuevamente el Partido Justialista de Río Negro con miras a las Paso y a las legislativas de Octubre ha caído en la medianía rampante que lo caracterizado por muchos años en esta bendita provincia.
Las mismas caras de siempre, listas electorales puestas a dedo, una machaca continua sobre los errores de las anteriores gestiones radicales a ya casi dos años de su propia administración asociado en el Frente para la Victoria, un desconocimiento supino de la realidad provincial, una ausencia de proyectos que alarma, una injerencia total de la Presidenta de la Nación que es quién designa las candidaturas, una ansiedad de posar con ella para la foto como si eso fuera lo más importante de toda su vida, una postergación de cualquier dirigente del interior que les haga sombra, una anomia de las estructuras partidarias, una bajada de línea del proyecto nacional como buenos palafreneros del poder central, un disciplinamiento a los intendentes con la zanahoria de las obras gestionadas tanto en nación como en provincia, entre otros dislates que ya todos conocen.
Van a contrapelo de la doctrina peronista, pero eso poco les importa. Se acuerdan de Perón y de Evita solamente en algunas fechas emblemáticas del Justicialismo pero no cumplen con los postulados mínimos ni siquiera de las “veinte verdades”. Al peronismo hay que sentirlo, hacerlo carne, practicarlo en la vida cotidiana, enaltecerlo con los mejores valores éticos y no con dobles discursos donde lo único que pareciera importarles es tener doble percepción de haberes, aumentarse las dietas, viajar gratis en aviones –eso sí de Aerolíneas Argentinas-, no pagar el alquiler de sus viviendas de su propio bolsillo, pero sí hablar para la gilada de inclusión social y de otras yerbas.
El peronismo es otra cosa. Hay que sentirlo. Y hay que cumplir con sus postulados porque su doctrina cambió el rumbo de un país sumergido en la explotación, la corrupción, el fraude y la injusticia y abrió las esclusas de la historia a un pueblo que por primera vez fue protagonista de su propio destino. Eso es el peronismo: una doctrina puesta en movimiento.
Hoy no hay discusión de ideas porque las unidades básicas están cerradas, los ateneos son mala palabra, la formación de dirigentes una utopía, los compañeros convidados de piedra que solo sirven para votar y después son olvidados hasta la próxima elección, la autocrítica ausente, el análisis de la marcha del gobierno provincial en esta gestión compartida siempre postergado.
Los candidatos sólo hablan de los errores del radicalismo que ya hace casi dos años que no está en el poder pero nada dicen de los proyectos provinciales que piensan llevar a las cámaras nacionales: ¿Qué piensan con respecto a la fruticultura, a la ganadería en la Región Sur, en un reparto más equitativo y federal de la coparticipación, a la inserción de la provincia en los circuitos turísticos, sobre los preocupantes temas de la seguridad, de la trata de personas, del narcotráfico, del sistema carcelario y penitencial, de los recursos ictícolas, de la contaminación ambiental, de la mega minería?
Nada dicen. Un legislador debe responder a las necesidades y a los intereses de su propia provincia y no atarse después al carro vencedor del poder central. Es un mandatario de sus votantes. Pero para eso se debe saber bien que piensan sobre estos temas que son tan importantes y que el electorado pueda conocer su posición antes de votarlos, para después exigirles el cumplimiento de la palabra empeñada en las campañas. No es bueno dar cheques en blanco a nadie por más buenos que aparenten ser.

Y volvemos a lo de antes. El peronismo es una forma de vida y de comportamiento. Una conducta y un espíritu libre. Una solidaridad entre los ciudadanos donde para un rionegrino no deberías haber nada mejor que otro rionegrino y eso es aunar criterios desde las discrepancias y la pluralidad y no para pelearse como perros y gatos en disputas sin grandeza, donde la razón no la tiene nadie.
En el peronismo cada compañero debe cumplir su función y no sentirse más de lo que es, decía el General Perón. Trabajar por el bien común con humildad, recorrer los pueblos y ciudades de la provincia, no armar trenzas de amiguismos y nepotismos familiares.
Yo agradezco a mucha gente, peronista y no peronista, dirigentes y vecinos comunes que se sienten de alguna forma representada por mis notas. Es bueno el disenso dentro del respeto, el aporte para una sociedad mejor, porque como decía Hernández si se habla de este modo “no es para mal de ninguno sino para el bien de todos”.

Jorge Castañeda
Valcheta