La cuestión unitarios y federales ¿Está resuelta? – II parte ● Enrique Minetti

Realizado brevemente el análisis histórico político de las ideas y de las acciones que pugnaron por imponer su propio proyecto en la conformación de la Argentina, intentemos adentrarnos en la situación actual.

Resulta útil para ello partir de la consideración de la distribución de la población en el territorio patrio. Según el Censo del 27 de octubre de 2010 la República Argentina tiene 40.117.096 habitantes. De ese total 2.891.082 viven en la Ciudad de Buenos Aires y casi 13 millones (12.801.364) residen en el Gran Buenos Aires (también llamado Aglomerado Gran Bs. As. -AGBA- o Conurbano Bonaerense), esto es: concentra el 37 % de la población total del país en un espacio menor al 1% del territorio nacional, conformando el principal conglomerado urbano del país, la cuarta megalópolis de las 17 existentes en el mundo y el 3er. aglomerado urbano de América latina (detrás de Ciudad de México y San Pablo). El conurbano bonaerense está integrado por 24 partidos que rodean la Ciudad de Buenos Aires. 14 completamente urbanizados (Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Quilmes, entre otros) y 10 parcialmente urbanizados (Almirante Brown, Ezeiza, La matanza, Tigre, entre otros). 40 Municipios de la Región Metropolitana de Buenos Aires aglutinan el 80% del total de la población de la Provincia de Buenos Aires, la que representa casi el 38% de la totalidad de la población nacional.

Frente a esta fenomenal concentración, le siguen luego las provincias más pobladas: Córdoba y Santa Fe, las que rondan los 3 millones de habitantes cada una. Exactamente Córdoba tiene: 3.304.825 habitantes y la Provincia de Santa Fe: 3.194.537.

De aquí se colige que el 60% de la población está concentrada en la región integrada por las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires, en una superficie que no alcanza al 22% del total del país.

Mendoza tiene más de 1.500.000 habitantes; 1.300.000 Tucumán y aproximadamente 1 millón de habitantes tienen las provincias de Entre Ríos, Salta, Chaco, Misiones y Corrientes, lo que significa entre el 2,5% y el 3% del total de la población del país.

La provincia de Río Negro tiene 638.645 habitantes, en tanto que el Municipio de La matanza (Conurbano de la Ciudad Autónoma de Buenos aires) tiene 1.772.130 habitantes. Bariloche tiene 108.205 y la ciudad capital Viedma: 52.754.

La forma en que se encuentra distribuida la población del país muestra a las claras el alto grado de concentración existente. Pero la concentración en el puerto no es sólo poblacional. La CABA se caracteriza por tener el más alto grado de concentración de actividades políticas, administrativas, científicas, culturales, artísticas, religiosas, sanitarias, económicas, financieras; en fin, de todo tipo, del país entero. En tanto, en el Gran Buenos Aires se encuentra el mayor polo industrial y económico del país. En sintonía con esta brutal realidad el saber popular ha acuñado el dicho, tan conocido como cierto, de que “Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires”.

La Argentina se estructuró sobre la base del proyecto fluvial con eje en los ríos Paraná y Uruguay, los que confluyen en el Río de la Plata. Esa concepción de “país abanico” fue impuesta por los invasores españoles llamados eufemísticamente “conquistadores”. Esa estructura colonial a través de la cual se transportaba la riqueza -arrancada y saqueada a sus legítimos dueños a sangre y fuego, bajo la sombra protectora de la Cruz- de las entrañas mismas de la América desvalijada por los civilizadores- léase fundamentalmente oro y plata- para cruzar el Océano, pagar los lujos imperiales, las guerras y en gran medida revestir catedrales y palacios que hoy admiramos deslumbrados como turistas en Europa. Esa concepción fue heredada, después de la Revolución de Mayo, por Buenos Aires (unitarios) en desmedro de las Provincias (federales) y contribuyó muy fuertemente al enriquecimiento de los comerciantes, muchos de ellos españoles y de la naciente burguesía porteña y, consecuentemente, al empobrecimiento del resto del país que se transformó en tributario de sus mezquinos intereses. Otra consecuencia fue la ya descripta descomunal concentración poblacional y de poder. Reforzando la estructura de “país abanico”, vino luego las trazado de las rutas y de las vías férreas, todas convergiendo en el puerto de Buenos Aires.

Ese proyecto fluvial está agotado. Tal como lo percibió el Presidente Raúl Alfonsín cuando, con el traslado de la Capital Federal a Viedma, intentó correr el eje geopolítico “hacia el sur, el mar y el frío”.

El litoral marítimo argentino se extiende desde Punta Rasa en el Cabo San Antonio (Pcia. de Bs. As.) hasta la Isla Grande de Tierra del Fuego. Según una nueva medición que realizó un equipo de investigadores del Conicet juntamente con el Instituto Argentino de Oceanografía, la costa argentina mide 6.816 km. Antes de esta medición se consideraba la cifra del Instituto Geográfico Militar (IGM) que daba: 4.725 km; en tanto que la medición efectuada por el Servicio de Hidrografía de la Armada arrojaba la cifra de: 5.087 km de extensión. El litoral bonaerense mide 1.949 kilómetros; el rionegrino, 334; el chubutense, 1.634; el santacruceño, 1.794; y 1.105 el fueguino.

Así se tome la cifra más pequeña -4.725 km- es casi cuatro veces mayor que el ancho del país: 1.423 km lo que da una pauta de la importancia del litoral marítimo argentino, al que hasta ahora se le ha dado la espalda y sobre cuyo eje conceptual habrá de desarrollarse -más temprano que tarde- la nueva ingeniería geopolítica de un país integrado e integrador, horizontal, federal, igualitario y que equilibre las naturales desproporciones de las distintas regiones y de sus economías, mirando y mirándose hacia adentro y hacia el mundo.

Lamentablemente el proyecto del traslado de la Capital Federal naufragó por las presiones de los intereses concentrados de Bs. As. Recuérdese la campaña en contra llevada a cabo, entonces, por los medios de comunicación masivos a través, entre tantísimos otros de su periodista estrella, Bernardo Neustadt. Asimismo, desde el Estado, se puso todo el peso en la creación y mantenimiento de un gran aparato burocrático, el ENTECAP, y se dejó de lado lo principal: la decisión política. Tuve ocasión de escuchar en Viedma de boca del propio Dr. Alfonsín, ya ex Presidente, su arrepentimiento de “No haberme venido con los Granaderos”. Los por entonces “enfants terribles” del radicalismo (los Stubrin, Nosiglia, etc) distrajeron al presidente con creaciones como el Tercer Movimiento Histórico, la obediencia debida y el punto final, entre otras “genialidades” y el proyecto quedó en agua de borrajas con la consiguiente decepción de la inmensa cantidad de argentinos que habían puesto en él sus esperanzas de un país mejor. Con el mayor de los respetos creo que al entonces Presidente le faltó -en esta trascendental decisión- la altura histórica necesaria para concretar el proyecto que hubiera significado una bisagra visceral en la historia de la Argentina. La misma que le faltó para encarcelar a los carapintadas que se alzaron contra las legítimas autoridades elegidas por el pueblo en la incipiente democracia recuperada con tanto sacrificio y dolor, en las célebres Pascuas de 1987.

Sin duda alguna que no se trataba de perjudicar a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ni mucho menos a sus habitantes. Todo lo contrario, hubiera mejorado su calidad de vida, hoy jaqueada de tal modo que la hacen una ciudad poco menos que inviable. Piénsese si Río de Janeiro perdió algo de su belleza y de su esencia cuando se trasladó la Capital del Brasil a Brasilia. Muchos países mutaron sus ciudades capitales en aras de perfeccionar la totalidad de la Nación.

No es el propósito de esta nota hacer una defensa del proyecto de traslado de la Capital a Viedma. Lo cito sólo como ejemplo de un patriótico como enorme esfuerzo frustrado de revertir la situación de concentración porteña, descripta. Que espero no sea el último.

Alejandro Bunge, un destacado como olvidado economista argentino en un importante libro Una Nueva Argentina señalaba que el “país abanico” era porque tácticamente estaba dividido en tres franjas con epicentro en Buenos aires, que marcaban los diferentes grados de desarrollo económico y bienestar de la población. Los 580 km iniciales constituían la primera, de ahí a los 1000 km, la segunda y el resto la tercera.

Las cifras de 1924 indicaron que en una banda de 780 km vivía el 80% de la población total y se generaba el 90% del PBI de todo el país. El país abanico hacía que en el marco de la interconexión, en las regiones se generase el efecto superproducción-infraconsumo. En Río Negro, por ejemplo, se producían manzanas y peras de sobra pero en muchos lugares no se las consumía porque no llegaban. Lo mismo sucedía con el vino de cuyo y con muchísimas otras cosas. Además era necesario integrarse en un sólido núcleo económico con el Uruguay, Paraguay, Chile, Bolivia y el Perú, en una primera etapa de consolidación para luego acordar en bloque con el Brasil en una segunda. Pero ello, obviamente, no encajaba con la visión anglófila de la oligarquía argentina gobernante por lo que el intento fue frustrado.

“Gobernar es poblar, muy bien, pero poblar es una ciencia y esta ciencia no es otra cosa que la economía política, que considera la población como instrumento de riqueza y elemento de prosperidad. La parte principal del arte de poblar es el arte de distribuir la población. A veces aumentarla demasiado es lo contrario de poblar, es disminuir y arruinar la población del país. Pero no se distribuye la población por medios artificiales y restricciones contrarias a la ley natural de la distribución, sino consultando y sirviendo esta ley por esas medidas. Si el salario, es decir el pan, el hogar, la vida es lo que lleva la población a un punto con preferencia a otro, la ley puede trasladar de un punto a otro el trabajo que produce ese salario”. Lo decía en 1879 Juan Bautista Alberdi autor de las “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”.

Sin pretender agotar este vasto tema y respondiendo a la pregunta formulada como título de la nota, en mi opinión la cuestión no está resuelta. En todo caso, fácticamante sí lo está y lo es a favor de lo unitario, de la concentración de los intereses de los sectores dominantes concentrados en Buenos Aires.

Es necesario que la situación actual sea provisoria y que a través de las indispensables políticas de Estado que se implementen a tal fin, se revierta en favor de la Argentina y de los argentinos residentes en todos y cada uno de los rincones de la patria, incluyendo a los que habitan en la ciudad de Buenos Aires.

ENRIQUE MINETTI