“Hay cosas que se están haciendo mal” ● Ana Piccinini
Apenas comencé la carrera de Derecho, experimenté por primera vez, lo que significaba el sentimiento de la pasión. La abracé con la convicción de que esa era mi verdadera vocación. Casi al mismo tiempo incursioné en la militancia política, y el aprendizaje en el manejo de ambas herramientas me hicieron sentir plena. A tal punto llegaron a fusionarse con mi persona, que hoy siento que no podría ser otra cosa. No soy sino, una abogada que se dedica obsecionadamente a cambiar las cosas desde la política, desde la realidad de la que nunca estoy conforme.
Tanto desde el aprendizaje en los claustros de la gloriosa Universidad Nacional de La Plata como desde la militancia universitaria supe de la existencia de las jerarquías, basadas fundamentalmente en el grado de conocimiento, el nivel académico que esto tenía como resultado incontrastable, la dedicación al estudio, el apego a los libros, la oratoria que implacablemente distingue a quien la posee del resto. En fin, cualidades y calidades que me llevaron a admirar a distintos profesores y dirigentes políticos con los ojos abiertos al conocimiento y la mente llena de deseos de parecerme a aquellos maestros que a su vez eran jueces o famosos abogados del foro. Recuerdo que cuando me tocaba analizar los fallos de la Corte Suprema de Justicia o de los Superiores Tribunales de Provincias, pensaba en esos hombres y mujeres que ocupaban esos espacios de decisión, los que interpretaban el derecho en la última instancia, los que tenían la última palabra en la resolución definitiva del conflicto y los imaginaba gigantes, aplomados, estudiosos, sabios. Leí esos fallos, con un gran entusiasmo, con la convicción de que sin duda alguna vez yo también, si me esforzaba y profundizaba cada día mi compromiso social, podría dar a mis razones los más esclarecedores fundamentos.
Estoy convencida que muchos de mis colegas, abogados y políticos, compartirán conmigo estos pensamientos. Hoy ya pasados muchos años, debo confesar que siento una tremenda decepción, las cosas que pensaba debían ser de una manera, de una sola manera, la que nos impone la Ley y la Ética, se revelan de otra forma. Estamos viviendo una realidad que mansilla despiadadamente aquellas convicciones y paradigmas de mi juventud.
No está bien que la elección de los jueces del máximo Tribunal de Justicia de nuestra provincia, o la elección del máximo referente del Ministerio Público sufra la intromisión flagrante del Poder Ejecutivo. No está bien que supeditemos la designación de tamaña distinción al lugar de donde proviene el candidato o en su caso la mayor o menor cercanía al Gobernador de turno. Es Constitucional que el Consejo de la Magistratura elija, entre los mejores y más capacitados postulantes a los hombres y mujeres que ocuparan tan alto y responsable cargo. Es conforme a derecho que su presidente natural, el Gobernador, postule al que a su entender reúna las mejores cualidades y condiciones. Es conforme a derecho que los consejeros postulen candidatos fundados en el mismo parámetro. Lo que a mí entender no está bien es que para hacerlo se utilicen estrategias más propias de locales partidarios que de las formas más rigurosas y solemnes que deberían reinar en este tipo de designaciones.
Las propuestas tanto del Gobernador como las que realicen los consejeros, se deberían hacer por escrito, fundadas y luego de la Audiencia Pública. Sin estridencias previas, preservando, ante todo, el respeto a la trayectoria y a la dignidad de aquel que luego podría llegar a ocupar un lugar de privilegio frente al resto de los rionegrinos, facultado por la Carta Fundamental, para decidir en definitiva sobre el derecho de todos. En su caso, si no logra dicha designación que pueda seguir desempeñándose como Juez, Camarista, Fiscal o abogado del Foro, sin manoseos que afecten la credibilidad y el respeto de sus conciudadanos.
Los desmanejos de la última elección de Jueces del S.T.J., tienden a repetirse en la próxima elección del Procurador General. Las desafortunadas declaraciones del Primer Mandatario así lo vaticinan. Argumentos improvisados y hechos públicos que en nada ayudan a la credibilidad de una selección limpia y transparente. Malestar en el Foro que no es sano dado la cercanía del acto eleccionario. Teléfonos que no dejan de sonar, reuniones secretas, legisladores que presionan tratando de imponer candidatos que no están en condiciones de ponderar.
Encorsetamiento a una sola Circunscripción Judicial, cuando el mejor, el más apto, tal vez tenga su domicilio en otra. Esto daña tanto al Sistema Constitucional como a los propios participantes, tanto a los electores como a los elegidos y más aún a aquellos que sin ningún tipo de patrocinio hubieran sido elegidos igual por sus antecedentes y condiciones profesionales.
Tengo la seguridad de que esto no fue lo querido por el Convencional Constituyente cuando eligió al Consejo de la Magistratura como el Órgano para la elección de los Jueces de S.T.J. y el Procurador General, pero claro aquellos partieron de la base de que sus integrantes ante tamaña elección estarían a la altura de las circunstancias y actuarían con grandeza, con mesura, con respeto hacia los candidatos como a la ciudadanía representada y destinataria de sus malos manejos y de sus yerros.
Hay cosas que no están bien en Rio Negro y si no las corregimos sus consecuencias se pagarán por años. Esto siento que ya lo dije a otros actores en otra oportunidad. Aquellos no escucharon. Tal vez mis reflexiones tengan la misma suerte en esta oportunidad, pero de algo estoy plenamente segura, hay cosas que se están haciendo mal.
Ana Piccinini – Legisladora Provincial