Historias mínimas
Informe ■ ADN EN SIERRA GRANDE // Toma en la ex Hipasam |
Sierra Grande (ADN).- Los distintos relevamientos dan cuenta de números que describen situaciones sociales. Datos fríos. Cuadros asépticos. Nada que conmueva. Tarde del último día de octubre de 2013 en Sierra Grande. Una primavera que no logra instalarse. Frío. Lluvia.
Once mil habitantes en una ciudad que vivió de una empresa de extracción de hierro y que dejó esa característica propia de los proyectos desarrollistas del G.O.U., tan argentinos, tan patagónicos.
Llegamos de apuro. Para confirmar que 48 familias tomaron el Módulo C1 que antiguamente albergaba a los Jefes de Sector que se desempeñaban en la ex Hipasam.
Nos recibieron Jorgelina y Daniel, padres de José, Daniela y Mateo. En minutos nos franquearon el ingreso a la vivienda. Chapas y cartones tapando las ventanas que la gente fue arrancado después de que neoliberalismo menemista condenó a muerte esta fuente laboral.
Sin agua, ni luz, ni gas, Jorgelina y Daniel describen una situación que se repite en cada localidad. No alcanzan planes o subsidios porque un alquiler trepa y pasa los dos mil pesos mensuales.
El periodismo, una cámara, representan la esperanza de ser oídos, de ser vistos, de perder el anonimato e imaginar que su reclamo por un techo será atendido.
Jorgelina nos explica que Darío fue el primero en llegar y que después, en tres horas, ese módulo de 48 viviendas de 3 dormitorios, nichos en donde debieron haber placares amplios, cocina, living y dos baños en los que ya no quedan más que vestigios de una vida más digna, se completó con 48 familias.
Darío es Darío González, colega de una radio local. Nos va contando su historia y el hombre pelea por sobreponerse al nene que nos habla. No tiene más de 20 años y ya tiene sobre sus espaldas una enorme responsabilidad y encima de ello, el Estado ahora lo condena a la condición de usurpador quitándole el privilegio de formar parte de alguna lista para acceder a un plan de vivienda.
El Módulo C1 es, por cierto, un despojo. El esqueleto de una edificación que ahora pertenece al Estado rionegrino.
Se fueron avisando entre todos para salir en la imagen. Intuyeron que esa foto sería un mensaje de unidad, de fuerza, de confianza en el hombre.
Un promedio de 20 años, había quienes trabajaban en la mina, quienes hacían changas, quienes eran domésticas. Un promedio de 20 años para estos jóvenes rionegrinos que parecen reducidos a una respuesta de plan social. Ese el límite. No esperen más.
Darío explica que la idea de tomar esas viviendas del Estado, en realidad se las sugieren en Desarrollo Social del Municipio. Entendía, con claridad meridiana que luego lo negarían esta sugerencia. Como Pedro a Jesús, negarían tres veces o las que hicieran falta.
Un mix entre Kibutz criollo de pobre sureño y barriada humilde, con más mujeres solas con niños, organizan una merienda diaria en la que todos los niños reciben una leche caliente con algo de pan.Se las arreglan con donaciones porque el municipio ya les advirtió que un usurpador es un delincuente y que a los delincuentes no los asisten.
Hace un frío del demonio, empieza a lloviznar, deben volver a sus casas, esas que tomaron y en las que el lujo más importante es una pequeña salamandra hecha de lata. De a ratos el viento redondo hace que el humo se concentre adentro. Dos más dos es cuatro, cinco por ocho cuarenta, esto es un peligro nos repetimos en silencio.
“Acá los políticos no hicieron nada en 22 años y nosotros vinimos y entre todos limpiamos y arreglamos las viviendas”, dijo un muchacho que apenas llegaba al metro sesenta.
Preguntamos si podían organizarse bien siendo todos tan jóvenes, con firmeza, Misael dijo “acá no entra la droga ni el alcohol, acá esta lleno de nenes”.
Las historias se iban repitiendo. Eran las historias mínimas, pequeñitas, las historias de los expulsados a los que los índices del Indec dejan como mentirosos, porque en verdad son pobres.
Nadie pedía que les regalaran nada. Querían comprar, a plazos, con montos que pudieran afrontar.
De no ser porque vimos el empeño puesto en vestir esos pequeños departamentos en los que no había nada, ni puertas, ni vidrios, ni inodoros, ni cocinas, ni canillas, de no ser por la calidez puesta para mostrarnos sus casas, uno presume que efectivamente quieren pagar por esas viviendas.
Sierra Grande es cualquier pueblo del país con menos de 20 mil habitantes en donde falta el trabajo y la dignidad anda rodando cuesta abajo. Planes, subsidios, asignaciones, para evitar la desnutrición. Este es el amparo que ofrece nuestra democracia.
El Estado se apura en criminalizar, los desamparados se vuelven legítimamente marginales. En medio, ausencia de sentido común, ausencia de imaginación, ausencia de buena voluntad, de comprensión. En medio, niñitos que duermen en casas sin vidrio en las ventanas, sin agua para lavarse la cara o ir al baño. En medio, el Río Negro del que no queremos hablar.