Néstor: el reparador de sueños ● Susana Dieguez
El próximo 27 se cumplirá el tercer aniversario de la muerte del líder más importante de la historia de los últimos años. Un militante que llegó a ocupar la presidencia obteniendo el 22,2 % de los votos, el porcentaje más bajo registrado en la historia electoral del país desde la vigencia de la Ley Sáenz Peña.
La Argentina de ese momento vivía una de las crisis económicas más profundas, aunque el resultado de esas elecciones del 27 abril, preanunciaba el fin del modelo neoliberal iniciado por Martínez de Hoz durante la última dictadura y finalizado con Menem y De la Rúa.
El 25 de mayo de 2003 asumía la presidencia “un hombre común en circunstancias excepcionales”, como se decía a sí mismo; un incansable luchador que aseguró “no dejar sus convicciones en la puerta de la Casa Rosada”; alguien que afirmaba que, de los líderes de los pueblos, “no pasarán a la historia aquellos que especulen, sino los que más se la jueguen”.
En fin, alguien que nos vino a “proponer un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación”. Seguramente nadie le creyó demasiado, porque no se lo conocía, porque llegó de la mano de Duhalde y, sobre todo, por las experiencias anteriores: nostálgicos del ejércitos al acecho, fanáticos liberales dejando al pueblo a merced de la jungla capitalista, devastando los recursos del Estado, o aduladores de la honestidad (sólo desde el discurso) que resultaron unos cobardes, incapaces de enfrentar con coraje a los poderes reales.
Y este patagónico ignoto supo patear el tablero, desafiando los límites de lo posible, utilizando su pragmatismo y, como buen conductor político, sabiendo sintetizar las demandas de muchos luchadores que durante los noventa resistieron y nunca abandonaron sus convicciones.
Fue un reparador de sueños, nos propuso política, gestión y trabajo, nos interpeló e incluyó dentro de un Proyecto colectivo que parecía imposible. Nos mostró que no era el final y que se cumplía un ciclo pasado. Nos entusiasmó. Nos conquistó. Y cumplió.
Sus victorias políticas fueron fundamentales para la independencia, la libertad y la justicia social de muchos hombres y mujeres de nuestra patria:
Ø El gobierno de Néstor Kirchner puso especial énfasis en la defensa de los derechos humanos, que se tradujo en la derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida y los indultos que hasta ese momento garantizaban la impunidad de los represores de la última dictadura.
Ø Uno de los símbolos de la política de derechos humanos fue la orden de quitar los cuadros de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone del Colegio Militar.
Ø Pidió perdón en nombre de Estado argentino por la vergüenza de haber callado -durante veinte años de democracia- las atrocidades cometidas durante la última dictadura cívico- militar.
Ø Avanzó en los juicios a los represores y transformó la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) en un espacio de la memoria.
Ø La actual conformación de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Su Gobierno nominó a juristas prestigiosos que reemplazaron a los amigos de Carlos Menem.
Ø La gestión de Néstor Kirchner trabajó en el fortalecimiento de los procesos políticos regionales, a través de la consolidación del Mercosur y la Unasur.
Ø A nivel económico, encaró una política de desendeudamiento con el Fondo Monetario Internacional y otros acreedores internacionales, lo que nos dio soberanía y capacidad de decisión.
Ø Regularización laboral: se blanqueó a muchísima gente que trabajaba en negro, devolviéndole cobertura previsional, obra social y la dignidad.
Ø Durante su Gobierno, el salario mínimo tuvo un incremento del 380%, y las jubilaciones mínimas subieron un 400%, después de años de inmovilidad (e incluso descuentos a los haberes jubilatorios).
Ø Otro de los logros es la lucha contra la pobreza, que durante su presidencia cayó del 47% al 23%
Luego de cuatro años de gestión -que continuó y profundizó la compañera Cristina Fernández de Kirchner- dejó la presidencia con un índice de popularidad inédito.
Además de una descripción cualitativa –de acciones concretas-, es necesario referirse a la repercusión simbólica que a través de sus políticas ha generado; esto es, una resignificación cultural, política y social que logró cambiar el paradigma imperante.
La consolidación de un Estado presente, sólido, regulador y ordenador de las políticas socioeconómicas, dejando atrás el concepto de política como algo negativo, revalorizando y utilizándolo como única herramienta para la transformación social.
La incorporación de los jóvenes a la política, participando y aportando el entusiasmo, la responsabilidad, la alegría propia de los jóvenes, quienes luego de su muerte sostuvieron la continuidad del proyecto político, postulando la propia capacidad militante como un acto de entrega absoluto.
La recuperación de la autoestima y el orgullo del pueblo argentino, reivindicando lo nuestro, retomando símbolos y emblemas que habían sido acaparados por la derecha, resignificándolos como valores de una identidad nacional, de un sentir popular y compartiendo un Proyecto colectivo del cual muchos queremos ser parte.
La reorientación de la política exterior de la Argentina, estrechando sus vínculos con los países de América Latina, a través de la creación y la puesta en marcha de la UNASUR, dejando como legado la integración de la unidad sudamericana. La consolidación de la Patria Grande en búsqueda de la recuperación y la hermandad de los pueblos del sur.
Todos estos lineamientos fueron mantenidos por nuestra Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien, a pesar de los feroces ataques de la prensa canalla y la oposición destructiva, ha profundizado todas estas políticas. Por eso, nuestra pertenencia al proyecto nacional y popular significa no solo un homenaje a ese líder inolvidable que fue Néstor Kirchner, sino también la única posibilidad de alcanzar una Patria con Justicia Social.
*Susana Dieguez
Dip. FPV