¡Si Perón los viera! ● Jorge Castañeda
¡Sí Perón los viera, que julepe se llevarían!!! Los dirigentes del peronismo doméstico al igual que sus émulos a nivel nacional, hacen todo lo posible para si son peronistas disimularlo muy bien.
En una campaña desteñida de proyectos y de ideas, los candidatos han cambiado la defensa de los intereses provinciales por declamaciones mediáticas, agresiones burdas a sus adversarios ocasionales, chicanas a sus compañeros de ruta en el frente, cambiando de esa forma el verdadero rumbo que debe tener el Justicialismo: la dirección de la patria. Pero como siempre se equivocan: “Ni el engaño, ni la violencia, ni ninguna circunstancia podrá influenciar a este pueblo en un sentido negativo, como tampoco estos seudo-dirigentes podrán influenciarnos a nosotros para que cambiemos una dirección que, sabemos, es la dirección de la Patria”. Estas palabras de Perón deben ser recordadas ante las actitudes de estos buenos “profesionales” de la política que se han encumbrado hasta la perpetuidad en los cargos electivos, lo que si ya es malo, es peor que se hayan olvidado por completo de la mística y la doctrina del justicialismo y de la urgencia de la hora que exige actitudes maduras para poner en pie a una provincia que todavía espera el momento de su despegue.
Para que esos objetivos puedan concretarse es necesaria una unidad de acción y de voluntad política, sobre todo al ejercer el gobierno provincial, “porque esa unidad es la que permite que el pueblo pueda hacer su voluntad sin obstáculos y no para que por culpa de estos dirigentes el pueblo rionegrino deba sortear las jugarretas con las que procuran impedir la concreción de los deseos del pueblo que los ha votado”.
Estos compañeros muy sueltos de cuerpo ostentan toda una historia al servicio de los ismos: menemismo, duhaldismo, kirchnerismo y seguro también el día de mañana massismo, porque suelen recostarse para el lado que sale el sol, pero que se olvidan por completo de lo que es permanente y sustantivo: el peronismo. Ya lo advertido el mismo Perón cuando afirmaba que “En todo movimiento como el nuestro, hay una ideología que es permanente y una tradición que también debe ser permanente. Fuera de lo que esa tradición y esa ideología impone como permanente, no puede haber más que herejes para el movimiento”. Estos “compañeros” enseguida mostraron la hilacha arrumbando la doctrina en el desván de los trastos viejos, diciendo muy orondos que la misma es un recuerdo nostálgico del pasado; siendo sectarios y excluyentes, pero complacientes a la hora de repartir los cargos con aquellos avivados que de peronistas no tienen nada. El Justicialismo –es importante recodarlo- “no es un partido político sino un gran movimiento nacional y, como tal, hay en él hombres de distinta extracción y con grandes capacidades”, pero que jamás fueron convocados porque estos buenos muchachos temen a todo aquel que les haga sombra.
Con sus planteos minúsculos, sus rencillas permanentes, sus intereses mezquinos, su necesidad del relumbrón en los cargos públicos, su pitanza personal y familiar no hacen más que ir en contra de la doctrina que dicen sustentar. Sino que se vean en el espejo del mismo Perón cuando supo decir que “No sería mucho avanzar en la autocrítica, si dijéramos que en muchas partes los hombres de nuestro propio movimiento, en la función gubernamental, tienen la grave falla de sus enfrentamientos, ocasionados unas veces por bastardos intereses personales y otras por sectarismos incomprensibles”.
En esta bendita provincia la cúpula política del peronismo ha dejado muchas cosas en el camino: los intereses del pueblo, la nobleza de los hombres y mujeres peronistas que todavía tienen una idea de limpia grandeza de su doctrina y de sus fundadores: Perón y Evita, los intereses de los trabajadores, hoy casi ausentes de todo tipo de cargos, las unidades básicas acéfalas y la juventud siempre postergada, en síntesis se han olvidado de los humildes y los desposeídos y la doctrina justicialista arrumbada en el último rincón.
Esa doctrina al decir del General “que fue adoptada primero por los trabajadores. Yo los elegí para dejar en ellos la semilla. Lo acabo de expresar: ¡Ellos fueron mis hombres! Elegí a los humildes; ya entonces había alcanzado a comprender que solamente los humildes podían salvar a los humildes”.
Conviene hoy más que nunca recordar que no se vence con descalificaciones, con pleitos y rencillas personales, con campañas desmerecidas, con banalidades sin ninguna importancia, con ataques a los ocasionales adversarios, con alianzas espurias, con apego a los mullidos sillones de los cargos electivos: “se vence con inteligencia y organización porque solo así las conquistas inamovibles del peronismo seguirán su curso y para eso se necesita seguir estructurando nuestras organizaciones y hacerlas tan poderosas que en el futuro sean invencibles: así el futuro serán nuestro”.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta