El peronismo no paga traidores ● Jorge Castañeda
La última elección legislativa ha renovado como ya es recurrente las acusaciones de “traidores” que generalmente se endilga a quienes al decir de Perón “sacan los pies afuera del plato”, como es el caso de Sergio Massa que se atrevió a impulsar una corriente alternativa al núcleo duro del kirchnerismo.
Esa visión excluyente está inserta en la matriz ideológica del Justicialismo y una de las frases más elocuentes al respecto fue acuñada por Eva Perón cuando expresó que “con la ceniza de los traidores construiremos la Patria de los humildes”.
El hecho bastardo de “cambiarse de camiseta” significa en la mística peronista un baldón imperdonable que expulsa al oprobio y al destierro a quienes optan por esa actitud.
Hablando sobre el tema Perón supo decir que “a mí se me presentan todos los días y me dicen: “Estos son traidores” y vienen otros y me dicen “Los traidores son los otros”. Y yo siempre les digo lo mismo, porque todos los que vienen me dicen: “Pero nosotros tenemos razón”. Y yo les digo: “Tal vez, pero yo no soy jueza, no estoy para darles la razón. Yo estoy para llevarlos a todos, buenos y malos”. Porque si quiero llevar sólo a los buenos me voy a quedar con muy poquitos”.
No en vano el 17 de Octubre es considerado el día de la lealtad. Es decir el antónimo de traición. Por eso Perón también supo decir que “Todas las fuerzas son utilizables en nuestro movimiento si son nobles y leales y todos los hombres serán bienvenidos si vienen con lealtad y con sinceridad a servir bajo nuestra bandera”.
El problema es que muchos compañeros por propia conveniencia o porque ven amenazados sus privilegios catalogan livianamente de traidores a todos los que no piensen como ellos, impulsen la autocrítica o traten de renovar al partido con nuevas concepciones.
El fundador del Justicialismo que tenía a las Vidas Paralelas de Plutarco como uno de sus libros de cabecera solía recordar a menudo el apotegma generado por Alejandro el Grande ante los generales persas: “Roma no paga traidores”.
“Ningún hombre o mujer del Movimiento Peronista, sea político o sindicalista, ignora en ningún caso, quién es quién en nuestro Movimiento. Así que la masa no puede ser engañada en caso alguno y a menudo, las autodefensas del mismo, terminan con los amagues de traición, vengan de donde vengan. Por eso nosotros no tememos a los traidores, más bien los aceptamos como generadores de anticuerpos que refuerzan nuestras defensas”. Y aclara taxativamente que “hay dos clases de lealtades: la que nace del corazón que es la que más vale y las de los que son leales cuando no les conviene ser desleales”.
En la visión de Perón está asimilado el viejo refrán que glosa “quién da pan a perro ajeno, pierde el pan y pierde el perro”. Por eso agrega que “En la política, que en el campo de las realidades no es sino lucha, vale decir dos voluntades contrapuestas, la traición puede ser usada sin medida, cuando las bajas pasiones y la inmoralidad han pesado más que las virtudes y el bien hacer. Pero en último análisis tan miserable es el traidor como el que se vale de él para traicionar”.
La historia y la tradición desde Judas en adelante colocan al traidor en la escala más baja de las debilidades humanas. Los zainos, se sabe, no tienen perdón.
El problema que han generado los “compañeros” es que se han aprovechado de las enseñanzas de la doctrina peronista para adaptarla a su forma egoísta de actuar, y entonces tildando de traidor a cualquier otro que tiene una visión distinta no hacen otra cosa más que “echar sombras sobre cualquiera que los enjuicie”, al decir de Jhon William Cooke.
También es cierta la crudeza de la frase que asevera, especialmente en el peronismo “que en política traicionar a tiempo no es un defecto sino una virtud”.
El tema del traidor y del héroe fue analizado por Jorge Luis Borges y viene desde muy lejos en la historia y a veces ambos arquetipos se confunden. ¿Quién es el héroe y quién el traidor?
¿Los que se atreven a disentir y a elaborar una alternativa a lo existente son traidores?
¿Y no son traidores acaso los verticalistas que tienen el poder de la conducción y la canonjía de los cargos públicos a los que poco les importa vulnerar la doctrina y los postulados de su propio partido?
En el Partido Justicialista donde su desenvolvimiento coyuntural es casi discepoliano y verticalista a la corriente que ejerce el poder es muy difícil entender dónde están los leales y dónde están los traidores.
Ese es el quid de la cuestión.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta