Revisando el archivo ● Miguel Saiz
Muchas veces se plantea la dicotomía en la vida política sobre si es bueno aceptar los errores o es demostrativo de debilidad. Debo decir que muchas veces participé de debates sobre el tema, pero siempre tuve la misma convicción, que tanto en la vida, como en la acción de gobierno rectificar es de sabios y dice mucho de las personas que lo hacen y también de las que no.
Pero también estoy absolutamente convencido en la necesidad de hacer un profundo análisis de porque se cometieron esos errores y también en la forma de reconocerlos. Es allí donde reside la importancia del acto.
La democracia tiene entre otras, una enfermedad difícil de superar que es la demagogia que no es más que un autoengaño que consiste en encerrarse en sí mismo, no escuchar, repetir falsedades, simular realidades, tratar de legitimarse con promesas absurdas, establecer objetivos imposibles, endilgar las culpas a otros, todo con la idea de obtener el control y el poder.
Si la clase política no reconoce en sus aliados, en sus adversarios y en los propios ciudadanos, los factores de su propio poder, es porque cree que tiene la suficiente fuerza para subordinarlos completamente, su voluntad es de imposición y de negación del otro.
Está claro que a nadie nos gusta equivocarnos pero es inevitable y hay que llevarlo con naturalidad, asumiéndolo.
Dicho esto, al realizar un análisis de las rectificaciones que el Gobernador Weretilneck pretende imponer en su gestión debo decir que desde que asumió imprevistamente la responsabilidad de conducir la Provincia actuó con una insostenible omnipotencia y mirando para atrás y no para adelante, como era de suponer.
Hoy parece seguir intentando engañarnos. Bajo esta pretendida posición de reconocer errores anuncia una serie de acciones que vuelven a demostrar que sigue bajo los efectos de aquella enfermedad que mencionaba en párrafos anteriores, que es la demagogia.
De qué sirve reducir los salarios de los funcionarios en un 15 por ciento, cuando se los habían aumentado “inconstitucionalmente” en un 550 por ciento. Cuál es la rectificación que se pretende al reducir la planta de funcionarios después de haber anunciado que se iban a pagar buenos sueldos solo para 147 y nombraron a más de 500 y no 340 como anuncia erroneamente el Gobernador. Cuál es el beneficio de que anuncie que va a pagar el alquiler de su vivienda, cuando el estado le brinda a todos los gobernadores de ésta provincia una histórica residencia que dejé en excelentes e inmejorables condiciones de habitabilidad, más allá de las mentiras demagógicas del inicio de la gestión del actual gobierno.
De que sirvió el inédito “impuestazo” de mediados del 2012 y la reducción de beneficios a los contribuyentes. De que sirvió la persecución, amedrentamiento y despido de miles de empleados del estado para luego nombrar una cifra superior. De qué sirvió la derogación de la ley anti cianuro o la readecuación de la ley de contratos petroleros.
Para que sirvió el desguace de la gran mayoría de las empresas del estado. Que hicieron con el superávit que anunciaron mentirosamente tras el primer año de gestión. Para que sirvió el desmantelamiento del programa “comer en familia” o la incomprensible actitud asumida en el manejo de la salud pública que pasa por su peor momento en la historia de nuestra provincia.
Cuál fue el beneficio de presentar un presupuesto dibujado y con insolvencia técnica o la jerarquización del área de seguridad, y tantas otras acciones que han sido denunciadas sistemáticamente por los gremios, la oposición, la justicia, los propios integrantes del frente gobernante y gran parte de la comunidad rionegrina.
Cuando se estructura un discurso sobre una falacia, esa estructura no es sustentable en el tiempo. Exactamente esto es lo que le ha pasado al Gobierno provincial en varios aspectos de su gestión y fundamentalmente en un asunto neurálgico como lo es la administración de las finanzas públicas.
En efecto, hemos sido testigos de las rimbombantes declaraciones de funcionarios de alto rango del Ministerio de Economía, legisladores y hasta el propio Gobernador, que daban cuenta de una administración impecable, jamás vista por estos lares, una administración de las finanzas públicas que sólo éste gobierno y su equipo de notables habían logrado domar con una habilidad pocas veces vista en los ámbitos gubernamentales mundiales.
En fin, queda demostrado que no se puede administrar bien sólo diciendo que se es un buen administrador, para administrar bien hay que saber, hay que tener objetivos claros, hay que generar mejores condiciones económicas y sociales para incrementar el producto bruto y así sumar recursos a las arcas estatales, porque no se puede distribuir lo que no se genera.
La verdad salió a la luz, éste Gobierno no tiene proyectos, carece de objetivos claros y de equipos técnicos idóneos, lo que redunda en una pésima gestión, endeudando improductivamente a la Provincia, conduciéndola inexorablemente a la pobreza en el sentido más literal de la palabra.
Miguel Saiz