El legado Soria ● ADN
Juan Domingo Perón solía decir que «los peronistas somos como los gatos: cuando parece que nos estamos peleando es que nos estamos reproduciendo». No es el caso para caracterizar desde la política a la pelea del gobernador Alberto Weretilneck y el intendente de General Roca, Martín Soria, por cuanto no es una riña entre peronistas a pesar que el gobierno se identifica y se define como justicialista. Hay otro trasfondo.
El escenario que se ofrece no es precisamente de crecimiento y desmintiendo a Perón, hay enfrentamientos internos de alto voltaje que no ayudan y debilitan. Por el contrario la pelea y la división en el gobierno podría tener costos imprevisibles.
Los hechos son el corolario de una serie de críticas y objeciones que Soria viene desarrollando sobre la marcha de la administración Weretilneck, con dos condimentos: elevada agresión verbal y uso de calificativos que no guardan relación con la investidura del gobernador y segundo, se trata del vicepresidente del justicialismo de Río Negro.
La pelea es política, pero no por esto hay que restarle otras valoraciones que juegan en la personalidad del jefe comunal roquense. Luego de la muerte de Carlos Soria, Martín no dejó dudas de cual sería su mandato a cumplir en el gobierno y no precisamente el de un intendente preocupado por el cordón cuneta, el asfalto o la recolección de basura, por el contrario su afán fue convertirse en el Gran Censor.
Se sintió no sólo heredero sino también un pretoriano celoso custodio de la memoria de su padre y con el mismo estilo y verborragia. No desaprovechó oportunidad –para que no se olvide- referirse al “legado del gringo”. Ideas pocas y de peronismo menos.
Surgía así la pregunta: ¿sería posible para Weretilneck gobernar con el peso de rendir examen permanente ante un joven iracundo y belicoso que ridiculiza su figura?
De esta manera se planteó un dilema nunca resuelto. Martín Soria tiene que comprender que éste no es el gobierno de su padre y a su vez Alberto Weretilneck debe ejercer el poder real y total para que no queden dudas de quién gobierna.
Las cosas se sucedieron tal como establece la lógica del poder en la política. El intendente de Roca nunca dejó su rol de censor y Weretilneck nunca gobernó a pleno. Abonó, paradójicamente, la idea que el sillón de Laprida y Belgrano era prestado. Basta con observar la composición del gabinete y el origen políticos de sus funcionarios.
Faltó energía y debilitó a su propio gobierno, demasiado cauto, precavido y quizás le jugaron una mala pasada los prejuicios del modo en que llegó a la Casa de Gobierno, un estilo de conducción que desanima.
En esta dinámica política interna la convivencia se hizo cada vez más difícil. Uno avanzaba todo lo que el otro permitía.
Una deuda pendiente quedó tras el asesinato del ex gobernador y que Martín Soria nunca pudo saldar: explicitar claramente cual es el “proyecto Soria”.
Nunca se exhibió aquel plan de gobierno, sólo voluntarismo, frases de impacto y recursos mediáticos, y la exaltación del proyecto de concentración política, económica y mediática con epicentro en General Roca, intereses que ahora tiene que representar Martín Soria. Este es el verdadero proyecto: un Estado achicado, con ajuste y alianza estratégica con los grupos concentrados del poder económico.
En el Valle Medio recuerdan cuando Carlos Soria, en una reunión con intendentes y dirigentes justicialistas, dijo que “no me jodan en Viedma porque voy a llevar la capital a El Cuy”. Demasiada elocuencia.
Este panorama que anticipa nuevos e impredecibles acontecimientos, produce alineamientos y adhesiones, algunas fuertes, otras no tanto y también indiferencias.
Un botón de muestra: la Liga de Intendentes la preside Martín Soria, pero un grupo mayoritario de jefes comunales del FpV – a instancias del gobierno- emitió un documento en tono de mesura y equilibrio y que no firmaron María Martini, de Bariloche, Javier Iud de San Antonio Oeste, Carlos Pilotti, de Río Colorado y por supuesto Soria, pero a poco de tomar estado público, el intendente de Jacobacci, Mario Del Carpio, negó su adhesión a la declaración pública. El futuro proceder de la dirigencia justicialista en el gobierno será así de volátil.
La primera consecuencia de esta pelea tiene escenario judicial. Martín Soria se presentó a la Justicia en Roca para iniciar una acción de vindicación y en Viedma el juez Favio Igoldi, citó al gobernador Weretilneck a una declaración testimonial.
Actuó de oficio la fiscal Paula Rodríguez Frandsen, cuando en paralelo otro fiscal, Hernán Trejo tomaba a su cargo la denuncia que realizó el viernes a las 10 de la mañana el vecino viedmense Gonzalo Jacop. La presentación argumenta incumplimiento de los deberes de funcionario público por parte del gobernador. Dos fiscales en un mismo tema.
¿Qué sucedió, corren aires nuevos en la Procuración? Hay celeridad de las actuaciones de oficio por parte de los fiscales. Un hecho que contrasta con numerosos casos de denuncia por parte de la prensa, de ámbitos legislativos, de organizaciones barriales y comunitarias, entre otras, donde nunca hubo actuaciones de oficio, a pesar de contar con pruebas suficientes.
Tarea nada fácil para Favio Igoldi que cuenta con antecedentes de haber procesado a Víctor Sodero Nievas, ex miembro y presidente del Superior Tribunal de Justicia y al ex gobernador Miguel Saiz. Ahora deberá analizar posibles delitos que podrían surgir en el marco de una conversación privada entre los dos protagonistas y de la que seguramente contará detalles mañana el gobernador.
Será tarea del juez merituar las pruebas. No se informó oficialmente si el mandatario irá al juzgado, si por el contrario Igoldi concurrirá a la Casa de Gobierno o a su domicilio legal o si el camino será la presentación de un escrito.
Por su parte, el Fiscal de Investigaciones Administrativas, Marcelo Ponzone, de quien se decía podría citar a declarar a Martín Soria, no efectuó requerimiento alguno.
La actuación de la Justicia tendrá su resolución, pero la política tiene otros tiempos y otras consecuencias. Queda poco espacio para volver a fojas cero y ya nada será como al principio.
El justicialismo y el gobierno del Frente para la Victoria se estremecieron y ahora tendrán que desandar un camino en la diversidad y respetando las instituciones.
En primera fila y observando el actual escenario provincial se ubica Miguel Pichetto, quien también fue objeto de reiteradas críticas por parte de Martín Soria.
El senador y presidente del Partido Justicialista, desde una posición de privilegio, balconea la disputa. Habló con todos sus referentes en Río Negro, impartió directivas y monitorea cada hecho con vistas a sus próximas consecuencias. Insiste en que hay que cuidar al gobierno y la gobernabilidad.
En este contexto muchos peronistas miran hacia el Senado y ven en Pichetto la figura que puede aglutinar al justicialismo y a los partidos aliados en el FpV, para mantener el gobierno.
A Miguel Pichetto no le gusta esta pelea y no desconoce que la inestabilidad lo obliga a tomar decisiones que aún no tiene totalmente meditadas.
De todos modos reconoce el problema, que fue el tema de la semana y que incluso eclipsó el paro docente y los reclamos salariales de los estatales.
Nada se detiene y hay que gobernar, porque en Río Negro hay muchos problemas a solucionar.
El 90 por ciento de los docentes adhirió al paro de actividades y no hubo clases en la provincia y la marcha de protesta de UnTER y ATE convocó a miles de adherentes.
Renunció la conducción del hospital de Bariloche ante la falta de recursos en una situación que era conocida por el ministro de Salud Norberto Delfino, mientras que la Defensora del Pueblo, Nadia Díaz habló de la carencias en los hospitales públicos y del achicamiento del presupuesto provincial en Salud, cuando el gobernador había anunciado que el 2014 sería el año de la Salud Pública.
El gobierno reconoció que son tiempos difíciles, pero tiene la obligación de encontrar las soluciones fuera del ajuste y las recetas ortodoxas y mirar más hacia al desarrollo económico y al crecimiento.