El bombardeo a Plaza de Mayo, el comienzo del terror
Hace 59 años, en Plaza de Mayo 300 argentinos eran asesinados un 16 de junio de 1955. En pocos minutos, aviones de guerra tripulados y comandados por las fuerzas armadas bombardearon la plaza del pueblo y dieron inicio a una escalada de violencia que significó la antesala de un golpe de Estado, que tres meses después, derrocaría al gobierno de Juan Domingo Perón.
Las fuerzas armadas reordenaron sus objetivos militares y comenzaron a considerar enemigo interno a los trabajadores, al justicialismo y a los sectores populares. Fueron sus “enemigos a disciplinar o eliminar”. El terror se hizo piel en los cientos de civiles que murieron a sangre fría, por los que fueron las primeras víctimas del terrorismo militar durante largos períodos de los últimos cien años.
Tal como lo advirtieron en junio del 55, las fuerzas armadas avanzaron para destruir el proyecto estratégico de Nación que había conquistado el General Perón. No se trató de un grupo de asesinos que actuaron motivados por intereses sectarios, sino de una institución que representó a nivel local los intereses de un proyecto global que implicaba el sometimiento de los pueblos.
Dicho y hecho, esta fue la puerta para los fusilamientos encabezados por la “Revolución Libertadora” en José León Suarez y la proscripción peronista.
Esta fue la misma puerta que impulsó al país a la baja de salarios, al fin de la industrialización, al aniquilamiento del empleo y a la limitación de cualquier tipo de organización popular. Una vez más sucedió y se utilizó la fuerza del fusil, para lograr aquello que las urnas les negaron.
Se remplazó la organización popular y la Justicia Social de los pueblos, por la estratificación del mercado. Pero la historia nos dio memoria, nos enseñó a buscar la verdad y nos convenció definitivamente de defender nuestra democracia.
Hoy quiero conmemorar a los 300 argentinos que perdieron sus vidas aquel 16 de junio y es por ellos, y por todos los que sufrieron el terror consiguiente,
que construimos con más fuerza y convicción un país distinto, con un Estado presente y una organización popular que es la base del proyecto de Nación que soñamos.
Senadora Silvina García Larraburu