Puro instinto…fortalecer el rol del Estado • Matías Chironi
¿Es posible, en la actualidad, recuperar la capacidad reguladora del Estado?. La respuesta no es sencilla y tiene tantas aristas que sería dificultoso en extremo representarlas a todas en un simple boceto como éste.
En principio, el petróleo, el gas, el oro, la plata, los minerales en general, los peces, el agua, en definitiva todos aquellos recursos naturales cuya existencia no tenga origen en la acción humana, pertenecen a todos nosotros.
Por eso el rol del Estado es primordial en varios sentidos. Como máxima instancia de articulación de las relaciones sociales, su rol primigenio y más importante, la capacidad del Estado es inigualable y su potestad de representar el interés general insustituible. Ni siquiera la suma de millones de pensamientos y acciones humanas en un solo colectivo alcanza para igualar el poder del mismo.
En relación estrecha con lo anterior, la delegación social de determinadas funciones en manos del Estado se torna ineludible. Esto no quita que se pueda forzar, consensuar e incluso compartir la construcción de la Agenda del Estado y las formas en que el mismo actúa para resolver las problemáticas allí incluidas.
Con matices, dobleces, acentos y certezas, la explotación de los recursos naturales casi siempre va a estar sujeta a dos evaluaciones, en la mayoría de los casos mutuamente excluyentes: los beneficios económicos y los beneficios sociales. Va de suyo que los “beneficios” pueden ser negativos.
Sería necio querer abarcar y analizar en un simple escrito todos los vericuetos que permiten evaluar y justipreciar la balanza de los defectos y virtudes en el aprovechamiento de los recursos naturales. Aún así, y por suerte, hoy tendremos la oportunidad de comenzar a desarmar la madeja de esa ignorancia con un instrumento inédito hasta el momento: la audiencia pública. En este caso se trata de la renegociación de las concesiones de explotación de tres áreas con Petrobras.
Qué debería suceder…más allá de la aceptación de las naturales opiniones divergentes, tendría que surgir una instancia superadora de los diagnósticos autosuficientes, fundamentalistas y axiomáticos. No hay pases mágicos, y por eso podemos escribir kilómetros de letras, adornadas por bellas referencias y sustentadas en apoteóticas experiencias y… llegar absolutamente a ningún lugar.
Es fundamental, y depende en gran medida de nosotros como Sociedad, construir los cimientos para un control social efectivo, influyente, decisivo en el respeto de nuestro derechos (a una distribución justa de la riqueza, a un medio ambiente sano, a condiciones laborales dignas, etc.).
Por otra parte, también está en nosotros bregar y exigir un Estado presente, fuerte, moderno y ecuánime. La experiencia nos indica, hasta el día de hoy, que un Estado ausente, debilucho, corrupto ó corruptible, es campo fértil para el incumplimiento de las mínimas exigencias.
Son varias las cuestiones que debemos discutir para luego fortalecer. En todos los casos la presencia, voluntad, y compromiso político de ir por determinado sendero debe ser inconmovible.
Alcanzado lo anterior, la primer cuestión es la formación de un equipo especializado en control del impacto ambiental y la determinación del andamiaje normativo concreto que penalice y exija la reparación de los daños.
La segunda exigencia es la modificación del sistema de determinación de la producción. Es obvio que el actual método es falaz y tramposo. Prueba de ello es lo poco que se ha hecho para modificarlo. La situación exige incorporar tecnologías de medición modernas y el empoderamiento de los equipos del Estado, otorgándoles la autoridad suficiente para ejercer un control real y efectivo de esa producción.
El tercer punto, estrechamente relacionado con los anteriores, se manifiesta en la necesidad de hacer uso de las cláusulas de reversión de las áreas y/o rescisión de los contratos de concesión. Estar están, incluso en los contratos negociados en los 90´, pero ha sido poca o, mejor dicho, nula la capacidad del Estado, denigrado concientemente, para hacer uso de las mismas frente al poder económico de las empresas.
Como se observa es recurrente la importancia que tiene el Estado en la promoción, regulación y control de la actividad.
Es amañado decir que si se cumplen todas las exigencias la actividad no es rentable…sin medias tintas: es mentira. Ocurre que la debilidad del Estado permite estas bajezas.
En este punto, y por último, en todos los casos el sostenimiento económico del sistema debe correr por cuenta de los concesionarios, mientras que el poder político debe estar en manos del Estado.
Matías Chironi