El Brujo ● Claudio Scaletta
Los que lo conocen le dicen el Brujo. Los que no, asocian el mote a la presunta magia de sus armados políticos inverosímiles. La historia real es menos épica. El actual gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, llegó a la política tirando las cartas. Cuentan que fue gracias al tarot que se relacionó con políticos locales.
El azar también fue la clave de sus ascensos inesperados. Primero fue el fallecimiento de su mentor, Julio Salto, un conocido intendente de Cipolletti, su ciudad de adopción. La muerte de Salto le dejó vía libre para la jefatura comunal. Años más tarde, su ascenso a la gobernación sería por otra muerte, el sonado asesinato de Carlos Soria. Menos conocido es cómo llegó a la vicegobernación. En 2011, después de 28 años de gobiernos radicales, el peronismo crecía en intención de voto. Hasta último momento Weretilneck, intendente de una de las tres principales ciudades de la provincia, no se definió. Recién cuando las encuestas marcaron la supremacía irreversible de Soria, el Brujo optó por los números y dejó de lado a sus viejos socios de la UCR y su amistad personal con el candidato radical.
Ya como vicegobernador, en diciembre de 2011, en la primera cena con los nuevos legisladores provinciales del FpV, lanzó una primera definición de estilo: “Si logramos mantener a los periodistas lejos, todo va andar bien”.
El temor a la prensa también se manifestó en su relación con el principal diario local, el ultramontano y antikirchnerista furioso, Río Negro, al que no sólo le triplicó la pauta publicitaria, sino que aceptó que le ponga y saque funcionarios, desde simples subsecretarios hasta ministros. En paralelo retiró la escasa pauta oficial de los pocos pequeños espacios independientes que existían en la provincia.
La economía provincial tiene a la fruticultura como actividad principal, con ventas al exterior cercanas a los 1000 millones de dólares, no todas registradas. Le sigue el turismo, concentrado en la comarca andina, y algo de ganadería, ovina en retroceso y bobina en expansión, beneficiada por el corrimiento de la frontera agrícola pampeana. En el horizonte, aparece un creciente potencial petrolero asociado a los recursos no convencionales en las zonas que se proyectan de la cuenca neuquina.
En fruticultura, la acción de Weretilneck se caracterizó por la ausencia del Estado. La producción provincial se encuentra estancada desde hace al menos tres décadas, aunque sin alterar toneladas totales se produjo una sustitución de manzanas en favor de las peras, lo que explica que el país se haya transformado en su primer exportador mundial. Por razones geopolíticas, actualmente existe un gran potencial para ampliar las ventas al principal destino: Rusia, pero la provincia está ausente en las tratativas. El interés empresario es bajo por la imposibilidad de incrementar la oferta exportable.
El decrecimiento relativo de la producción responde a problemas de distribución al interior del circuito. A pesar de los buenos precios finales, los bajos precios pagados por la producción primaria disuaden el ingreso de nuevos capitales al sector. La definición del gobernador fue clara: “Yo no me meto en un negocio entre privados”, lo que explica que uno de los tres ministros de Producción que se sucedieron en poco más de dos años fuera un lobbista de la Cámara Argentina de Fruticultores Integrados, los exportadores aliados en la región de la Comisión de Enlace de las entidades del agro pampeano. Este modelo de gestión se replicó en el resto de las áreas: un empresario hotelero en Turismo y un gestor de los intere-ses de las clínicas privadas en Salud. En materia ganadera se decidió correr la frontera de “libre de aftosa sin vacunación” al río Colorado, lo que antes que un proyecto sanitario fue una manera de evitar el ingreso de ganado extrarregión, lo que provocó una transferencia directa hacia los ganaderos locales financiada con los mayores precios pagados por los consumidores. Para el sector no hubo proyectos, pero sí precios.
Pero la piedra del escándalo llegaría en materia petrolera, lo que obliga a remontarse a fines de 2013. Después de Córdoba, Río Negro fue la segunda provincia en ceder a la sedición policial otorgando aumentos cercanos al 40 por ciento a sus fuerzas de seguridad. Si bien los aumentos fueron funcionales al discurso mano dura del gobernador, que se plasmó hasta en listados públicos de presuntos delincuentes, significó la pérdida de una de las pocas banderas sostenidas desde el comienzo de la gestión, el superávit presupuestario, fortalecido por el plan de desendeudamiento de la Nación. Los números en rojo llevaron a la búsqueda desesperada de ingresos alternativos. Fue entonces cuando comenzó a tomar cuerpo el resistido acuerdo con Petrobras, un convenio que extiende concesiones a la petrolera brasileña en retirada de la Argentina y que el gobernador pretendía fuera aprobado en la Legislatura sin modificaciones. Sus críticos sostienen que el contrato no garantiza las inversiones prometidas y condona alrededor de 80 millones de pesos en Ingresos Brutos adeudados. En contrapartida ingresaría un Bono Fijo de más de 90 millones de dólares que se destinarían a sostener el año y medio que resta de gestión provincial. Un salvavidas efímero para una cesión de derechos de largo plazo.
Esta breve descripción sería incompleta sin el contexto político. Tras la muerte de Soria, el nuevo gobernador debió convivir con un PJ que siempre lo sintió como un cuerpo extraño. Weretilneck ensayó diversas patas peronistas. La más estable fue con la dirigencia local del Movimiento Evita, que ocupó un ministerio hasta hace pocos meses. Pero tras 28 años de gobiernos radicales el peronismo nunca terminó de deglutir el mal dato de que “su” gobierno sea ejercido en realidad por un panradical. Algo tan cierto como que Weretilneck no es un tránsfuga que se pasó al massismo, sino alguien que nunca dejó de ser quien siempre fue.
Claudio Scaletta
Página 12