El precio de un voto ● Claudia Beltramino
La gravedad institucional tiene varios niveles. Uno es el del desorden, el del desacuerdo. Otro nivel es el de la anomia que provoca en el funcionamiento del gobierno que termina limitándose a una estudiada agenda del gobernador, llenando dos minutos de un noticiero y una gacetilla para distribuir en las redacciones.
Revisar las causas que provocaron esta situación, nos llevará siempre al mismo punto. Las elecciones consagraron a Carlos Soria como gobernador. La legitimidad natural era para Carlos Soria gobernador. O se hacían un acuerdo para legitimar poder para el suplente o había una nueva convocatoria a elecciones.
La primera opción resultó en el presente con el que convivimos. Parálisis de gobierno disimulada por alguna entrega de netbooks y una lucha dentro de la alianza de gobierno con características inauditas.
Magdalena Odarda que pudo hacerse de una banca de senadora merced a sus fluidos contactos con el poder legislativo en manos de Carlos Peralta, perdió la pátina progre con la deserción de Proyecto Sur. Dicho en otros términos, perdió a Pino y su marketing y se quedó con Binner que es un poco Pantriste.
En estas condiciones la Senadora decidió que mejor no hacer olas.
En el radicalismo la fractura quedó expuesta. Es el emergente de viejos rencores y de diferentes concepciones ideológicas. Sobre esa dispersión trabajan Daniel “El Fino” Sartor y otros.
Mal que nos pese, es imprescindible abordar la crisis de los partidos políticos convertidos en agencias de empleo. Así las cosas, un ex intendente devenido legislador, esté dispuesto a cambiar su posición ética frente a la tardía, demorada, remolona utilización del artículo 180 de la CRN a cambio de empleo para su hijo. Y la misma problemática atraviesa a todos los partidos con representación parlamentaria en Río Negro.
A 33 meses de gobierno del FpV, hay verdades y hechos que son incontrastables. Esconderlas o negarlas es agudizar el conflicto.
Una de esos hechos es que menos de 3 meses después de quedar a la cabeza del ejecutivo provincial, Ricardo Arroyo reunió en su chacra a Daniel Sartor, Adrián Casadei y Bautista Mendioroz con Alberto Weretilneck que habló por sí mismo y por el “peronismo amigo” que puso en cabeza de Pedro Pesatti.
Nacía el 4 + 4 o como se lo denomina hoy, “Nueva Mayoría”
Entre los primeros logros del encuentro, Mendioroz obtuvo cargos en Horizonte para el marido de su “brazo armado” en el deliberante viedmense y para la mujer del exlegislador Adrián Torres.
Sartor invirtió a más largo plazo y hoy recibe a ministros y jueces en su casa particular que es la “Residencia de los Gobernadores en las sombras” y se encaramó de tal modo en el rellano del sillón de Weretilneck que es hoy, junto a otros radicales, adláter del proyecto de poder peronista que compite con el proyecto de poder del pichetismo.
El radicalismo que acompaña esta estrategia, se protege en el discurso de “que se arreglen los peronistas”, aunque si efectivamente hubieran querido ser prescindentes, habrían adelantado que el bloque entero daría quórum pero se abstendría de votar ya que en estas condiciones, con claridad prístina, juegan para el albertismo.
Un círculo perfecto que arranca en un asado timorato en la chacra de Arroyo en Lamarque y que cierra estructurando el proyecto 4 + 4 con algunos radicales y algunos peronistas.
Lo paradójico en esta alianza en la que Sartor define la política del gobierno de Weretilneck, se burla del voto ciudadano ejercido el 25 de septiembre de 2011 porque si en algo coincidimos todos es que en esa oportunidad se votaba en contra de cierto radicalismo representado por Sartor aunque hay otras figuras en el Top Ten del desprecio ciudadano.
¿Cómo se sale de esto?
El nivel de agresividad es fruto de la gravedad de la situación. El peronismo en su conjunto es refractario a cierta dirigencia radical que el albertismo quiere imponer. Gran parte del peronismo advierte el riesgo de entregarle su destino a quien fuera destacado e impúdico operador de la UCR.
Unos pocos advierten que cruzan el límite del que es imposible volver, independientemente de que vuelvan a amigarse como ocurrió después de la fractura del bloque del FpV y el interregno que llegó hasta que entre todos depusieron a Omar Goye. La consideración ciudadana podría bajarles el pulgar.
Dicen que del laberinto se sale por arriba. En cualquier caso, es imperativo resolver el desaguisado. En ese camino, no pueden ni deben someternos a los ciudadanos ni a la parálisis del gobierno ni a una traición en relación a lo votado el 25 de septiembre de 2011.