Sobre el Ministro de Educación Mango ● Marina Schifrin
Me pregunto cómo fue posible que muchos docentes hayan podido pensar alguna vez que la conversión de un secretario general de la Un. T.E.R en Ministro de Educación de la Provincia de Río Negro fuera una conquista para la educación pública y por ende para los docentes. Lo que para mí fue una vulgar y disvaliosa estrategia de cooptación del gobernador Soria, luego continuada por su socio Weretilnek, era considerada positivamente por muchos docentes.
Es que esta concepción, esta manera de pensar fue aquilatándose en la docencia desde los años ’90, en los que la lista Celeste impregnó con su ideología a la C.T.E.R.A. y a sus sindicatos de base, entre ellos la Un.T.E.R., vaciando a la organización de su metodologia democrática y de su independencia de los gobiernos y los partidos políticos.
Marcelo Mango, el secretario general del gremio devenido en ministro recientemente expulsado de la Un.T.E.R., no es un excepcional traidor nacido de un repollo que se volvió loco de repente y ordenó el descuento del salario de todos sus ex-compañeros. Marcelo Mango expresa con sus actitudes la culminación de una manera de hacer política sindical, que es la propia de la lista o agrupación Celeste, una manera de hacer política sindical que comprende, por una parte: reemplazar a las bases sindicales en sus decisiones, vaciar de participación a la estructura sindical, colocar el poder de decisión en manos de dirigentes, todo ello, bajo un discurso engañoso de “participación de las bases” manteniendo de manera formal las asambleas y congresos estatutarios sin participación real y por otra parte: la concepción de que los sindicatos, y en especial el gremio docente, no deben ser independientes de los partidos políticos, que el partido que encarne determinado proyecto que se considera “nacional y popular” es en definitiva la propia representación de los trabajadores.
Una cosa es adherir o participar individualmente de un partido político, otra cosa es subsumir a un sindicato en una estructura política.
Dentro de la estrategia de vaciamiento de genuina participación de las bases, la Celeste comenzó a enarbolar la consigna de “Paritarias”, tanto a nivel nacional como a nivel provincial se le pedía a los gobiernos que abrieran las llamadas paritarias. Lograron convencer a buena parte de las bases docentes con esa prédica, ya en el año 1988, la marcha blanca, pedía además de un salario básico unificado en todo el país la paritaria nacional docente. El salario básico unificado en todo el país nunca se consiguió y eso que es mandato constitucional, el artículo 14 bis de la carta magna dice: “igual remuneración por igual tarea”; lo que si se consiguió es la mentada paritaria nacional, y también la provincial, ahí si fue eficaz la labor de la Celeste. Claro que las paritarias docentes fueron siempre unas paritarias muy especiales, “sin paridad” alguna entre bases docentes y gobierno. Han sido el instrumento que le ha servido a los gobiernos para desactivar las luchas. Las huelgas suelen tener un momento de máxima acumulación de fuerzas, en ese momento es cuando conviene negociar con los gobiernos, en el momento de fortaleza de los trabajadores, cuando han acumulado apoyos, etc. La paritaria rompe esta dinámica propia de las luchas porque instala un mecanismo negociador independiente de la lucha, es un mecanismo que sirve al poder gobernante para restarle potencialidad a la lucha de las bases docentes y la comunidad por la escuela pública. Tan es así que el Mango- Sindicalista propició las paritarias pero verdaderamente usufructuó de ellas el Mango-Ministro quien fundamentó el descuento masivo realizado a todos los docentes de la provincia de Río Negro de aproximadamente el 30% de sus salarios amparándose en el acuerdo paritario.
Pero además, como lo que prevalecía era la necesidad de los dirigentes de ir haciéndose un espacio para catapultarse a la política, la Celeste se caracterizó siempre por tenerle miedo a las bases, a la autonomía que pudiera surgir en asambleas y debates libres o en la toma de decisiones de manera colectiva en las marchas y protestas. Así, en la seccional de Bariloche, fueron dejando de participar todos aquellos que disentían con la Celeste, se fue generando un clima expulsivo de la disidencia (la expulsión de Mango de hoy se podría decir que es retributiva de tanta exclusión a los que pensaban diferente que generó la Celeste).
Esta necesidad de controlarlo todo y frenar todo avance de las bases tuvo su correlato normativo. Lograron imponer una reforma en el Estatuto de la Un.T.E.R. que erigía al plenario de dirigentes en un órgano capaz de suplantar los Congresos y Asambleas, verticalizando la estructura y empoderando cada vez más a la cúpula. También lograron elevar el porcentaje de aporte al sindicato de los afiliados, el que se realiza directamente como retención en sus sueldos, de manera que la Un.T.E.R. fue convirtiéndose en un sindicato con poder económico y político concentrado cada vez más en la dirigencia. Con todo, la presión de las bases docentes logró muchas veces torcer la voluntad de sus dirigentes en las asambleas, pero, las estrategias de manipulación facilitadas por la concentración del poder en pocas manos, muchas veces desnaturalizaron los mandatos de las bases.
Frente a la Ley Federal de Educación la Celeste decía que había que apoyar lo positivo del menemismo, hacía un cuestionamiento light que finalmente devenía en apoyo. En el año 1995, cuando el gobierno no pagaba sueldos, compartieron la conducción de la lucha con el burócrata sindical Scalessi, sin cuestionarlo. Nunca se preocuparon por el derecho social a la educación cuando no eran gobierno, se ocupaban sólo de lo salarial, dejaron avanzar a las escuelas privadas subsidiadas, la defensa de la escuela pública era utilizada más como discurso que como práctica efectiva. No pudieron sostener una posición de principios como dirigencia frente a la criminalización de la protesta que sufrimos por el corte de ruta en el año 1997. El gobierno de Verani rebajó el salario un 10%, no había que pedirle perdón a ningún juez, pero así lo hicieron y lo propiciaron. Sin embargo hoy, cuando el querido Vicente Zito Lema le dice a Mango que le pida perdón a los docentes por el dinero que les robó al descontarles injustamente, Mango no solamente no lo hace, sino que sigue criticando a los docentes, en una actitud de soberbia increíble.
Por conocerlos hace tiempo, no les creo a Edgardo Straini ni a Jorge Molina cuando hoy fustigan a su ex-compañero Mango. Es más, no me parece bien, deberían renunciar a sus puestos. Acá no quedó desenmascarado Mango, acá quedó desenmascarado un proyecto, el de la Celeste, el de desnaturalizar un espacio democrático sindical de docentes para utilizarlo como catapulta y apéndice de un sector político. Me acuerdo que Mango, me preguntó en el 2002 en Mar del Plata en el Congreso de CTA: “¿vos me considerás un burócrata sindical?”, estábamos en el colectivo de vuelta hacia Río Negro, todos los que allí estaban era de la Celeste, le respondí: “tenés rasgos burocráticos”. Me quedé corta.
Marina Schifrin