¿Quien recordará mañana a Carlos Huentimil? ● Claudia Beltramino
No hay trabajo. La verdad es esa. La política no sabe como responder a eso. No sabe donde pararse. Que hacer. Que decir. No hay trabajo. De la fiebre de los 60 cuando se levantaban ciudades y la Provincia era un tren en marcha, decenas, centenas de trenes en marcha, a esto. No hay trabajo. El post capitalismo nos parte al medio. Es otro mundo. Somos más y la imaginación llega hasta el subsidio.
Eso explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
La política lidera el paso atropellado hacia una nueva sociedad en la que algunos tendrán una formación que les permita competir por los poco puestos de trabajo que hay en Río Negro. O emigrarán en busca de ofertas diferentes. El resto, tendrá que hacer lo que haga falta para que el gran empleador, el Estado, le tire un hueso.
Eso explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
El Estado, el gran empleador, no solo en Río Negro sino en todo el país, por que vamos, que el Modelo es eso, necesita plata y la toma como sea. Una política tributaria que se apoya en el IVA o en la inflación. Regresiva al mango. Paga igual el dueño de Vía Bariloche que el que vive de una beca.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
El régimen tributario que trata por igual al pequeño comerciante que mezcla velas, papel higiénico, galletitas, cigarrillos en unos sencillos anaqueles de barrio, mientras se turna con su mujer y su suegra para tener abierto el negocio desde la madrugada y hasta entrada la noche tributa como la Telefónica que ni siquiera atiende al público. El alquiler y los servicios aumentan y el pequeño comerciante cierra. Nadie contabiliza esto como puestos de trabajo que se pierden.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
El 11 de diciembre de 2011, el nuevo gobierno imaginó que podría achicar el Estado. Que se sacaría de encima a los empleados de poca contracción al trabajo. Pergeñaron una Ley de Disponibilidad. Se les olvidó pensar en que harían si el crecimiento de la Población Económicamente Activa chocaba de frente y a 180 km/h con la pérdida de puestos de trabajo y si a esa ecuación le agregaban falta de inversión. La tragedia estaba anunciada.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
Con la Disponibilidad y la inseguridad característica de quien asume riesgos para los que no tiene ni preparación, ni templanza, ni capacidad intelectual, Río Negro inauguró su etapa de terror interno. El maltrato fue la norma.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
Murió Carlos Soria y lo heredó Alberto Weretilneck. Las cosas, para los trabajadores, solo podían empeorar. El segundo debía generar poder, debía, no ser solo el heredero sino también lograr el poder imprescindible para ser efectivamente quien gobernara. Ahora no solo habría maltrato sino que además, todos serían víctimas de las intrigas de palacio.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
La oposición nunca entendió que era oposición. Con ese encanto decadente de quien perdió todo pero sigue usando cubiertos de plata, del juego aquél del que vendió una media docena para conservar la otra mitad y con la vitalidad de una anciana, siguió usando el viejo comedor, sin invitados, solo la familia y mucho pastel de papa al que nombran “Pulpetoi”.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
La interna del poder llegó a las urnas y el poder usó la chequera y el Ministerio de Desarrollo Social tan solo en lo que va del 2014, ejecutó 29 millones de pesos en subsidios.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
El clientelismo atravesado por la precarización, que es lo que el gobierno del FpV que administra el Estado, puede ofrecer para el pobrerío por que a los amigos se los contrata de un modo más amable.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
Carlos Huentimil es, era, uno de los cientos de becados que trabajan, trabajaban para el Estado rionegrino que en estos casi tres años y con titularidades que fueron desde Vallaza, pasando por Ernesto Payllalef hasta llegar a Ricardo Arroyo, nunca pudo ni aproximadamente, resolver el tema de los centros asistenciales como el Hogar Pagano o los CAINA, entre una enorme cantidad de temas que aún son una deuda con la sociedad.
Esto explica, en parte, lo que pasó el miércoles.
Becas de 2.700 pesos. Una limosna cuya contraprestación por parte del beneficiario, muchas veces no puede cumplir porque en realidad el Gobierno no logra gobernar, gestionar, resolver, generar, crear políticas. De todos modos, si no se cumple con esa contraprestación, deberán cumplir con otras. Eso explica el intenso crecimiento de los padrones electorales del partido de gobierno.
Carlos Huentimil supo tener una beca. También su hermana Amelia que trabaja como cafetera en el Ministerio de Desarrollo Social. A Carlos no le renovaron la beca. Se había quejado por maltrato. Había estado en la sede del gremio ATE en donde muchas veces había buscado refugio o consuelo porque era víctima del maltrato que se fue naturalizando hasta que a todos les pareció lícito, legítimo. Ya nadie quería escuchar sobre esas historias. No en el gremio, en donde Leticia lo escuchó. Muchas veces lo escuchó. El mismo miércoles lo escuchó.
Quedarte sin trabajo aunque ese trabajo se traduzca en 2 mil 700 pesos. Quedarte sin trabajo y tener dos pibes. Quedarte sin trabajo y haber tenido que volverte a la casa de tus viejos porque te separaste y ganás 2 mil 700 pesos.
Quedarte sin trabajo y tener 35 años. Quedarte sin trabajo y que te sobren pilas todo el día. Quedarte sin trabajo y buscar. ¿Buscar que? Buscar si sabés que no hay trabajo.
Quedarte sin trabajo después de que la política siempre te ofreció algo. Te van a buscar o mandan a alguien. O alguno del barrio que siempre negocia con este o aquél y te consigue algo y lo único que tenés que hacer es ir a votar alguna vez.
Imposible no intentar pensar en Carlos, pensar en que pensó Carlos. Nadie es ajeno a la desesperación. Todos nos perdimos alguna vez. Todo el mundo alguna vez piensa que ya no va a seguir. Que este es el final. Pero después sale el sol. Algo pasa. Y la vida sigue. Pero no le pasó a Carlos que no alcanzó a ver que la vida podía seguir.
El miércoles fue al Gremio. Y se lamentó. Una letanía. Después fue al Ministerio. Reclamó que le renovaran la beca. Una beca de 2 mil 700 pesos. Una lágrima. Se lo negaron. Se fue a la casa de sus padres. Se ahorcó.
Su hermana temía que a ella le quitaran su beca. Una beca miserable con la que le pagan su trabajo de cafetera. No lo dudó y casi al amanecer ya estaba en el Ministerio. No sea que Clemant también le quitara la beca a ella. No fue el caso. Dicen que fue pródigo. Hizo gestiones para asistirlos con el costo del servicio fúnebre.
Dos mil setecientos pesos.
En ATE, los compañeros que lo conocían no podían creer lo que había pasado. Leticia que es Leticia Lapalma y es delegada de ATE en el Ministerio de Desarrollo Social pasó de la conmoción al dolor pero nunca perdió de vista lo que debía hacer y llamó a una conferencia de prensa para anunciar acciones. Y finalmente obtuvo una amenaza telefónica de José María Clemant, el funcionario de Desarrollo Social que encabeza el podio del maltrato.
“¿Vos sabés lo que te puede pasar?” le dijo Clemant por teléfono a la gremialista que tiene dos hijas y que de inmediato pensó en ellas.
Al día siguiente, el viernes, las cosas empezaron a aclararse. Clemant, el funcionario de Desarrollo Social, explicó en nota a una radio, que Carlos Huentimil faltaba al trabajo. Era faltador, por eso, y cuidando los fondos públicos, por que es una cuestión de honor para este gobierno, por eso, no le renovó la beca de 2 mil 700 pesos.
Ni el pudor de guardar silencio por que los deudos aún no habían terminado de despedirse de Carlos.
La política no encuentra más respuestas que las de becas y subsidios para paliar el desempleo. La política no encuentra más respuesta que transferir dinero del sector público al privado para paliar la crisis frutícola. La política se encierra en si misma y vive una ficción. Mientras tanto, la tragedia de Carlos, la tragedia de 2 mil 700 pesos, dejó dos huérfanos en Río Negro.
Claudia Beltramino