Chica de Chubut ganó seis medallas de oro en kayaks. Se inició en RN donde “no hay apoyo”
Conesa (ADN).- Moira Ayelén Porman tiene 16 años, es de Chubut. En abril participó del campeonato sudamericano de kayaks en Canelones, Uruguay. A pesar de integrar la delegación argentina, no tenía el dinero necesario para viajar. Entonces, se cortó el pelo y lo vendió. Le pagaron 1.500 pesos y así pudo completar los gastos para el viaje.
Moira participó en varias categorías y ganó seis medallas de oro. En General Conesa (Río Negro) donde disputó el primer campeonato nacional obtuvo el segundo lugar. Uno de sus profesores es el rionegrino Claudio Penchulef. Moira puso el “dedo en la llaga”, cuando dijo: “Acá (en Chubut) las becas son un poco más importantes, no como en Río Negro que apenas llegan a los 300 pesos”.
Moira es de Rawson, Chubut, y representa al Bigornia Club. Su lugar en la selección nacional se lo ganó a puro esfuerzo: participa en competencias desde los 11 años y ya ganó más de 60 medallas. La mayoría de oro. La anécdota del pelo es la más reciente, pero no es el único rebusque al que apeló esta adolescente para poder subirse al kayak y participar de las competencias. También obtiene plata para sus viajes vendiendo cartón, haciendo de “partera” cuando nace algún cerdo en un criadero que tiene su padre o haciendo tareas de apicultura. Además suele organizar rifas, como está haciendo ahora para comprarse una pala (remo) para entrenar mejor.
“Yo sólo quiero cumplir el sueño de mi padre. Correr en una competencia mundial y llegar a una olimpíada. Para eso me entreno. Siempre digo que soy una palista que lucha por cumplir sus sueños”, le dijo a Clarín. Moira compitió en Uruguay en las competencias de K1, K2 y K4. Fue una de las que más medallas ganó. Pero su historia de sacrificios se conoció recién ahora. “Cuando me corté el pelo fue una experiencia terrible. No quería hacerlo. Pero era la única manera de completar los fondos que necesitaba para viajar. Mi cuñada me convenció. Me quería matar, aunque sabía que era sólo otro sacrificio más”.
Desde chica, sabe lo que es esforzarse para ganarse la vida y hacer deportes. A los siete años ya trabajaba en las chacras para ayudar a su familia, igual que sus otros cinco hermanos. Después llegó la hora de meterse al agua. Y ahí tampoco fueron pocos los obstáculos. “Estoy en el canotaje desde los 10 años. Empecé en el Club Regatas de Rawson, pero un día decidí irme porque me empezaron a robar mis cosas. Estuve entrenando sola un tiempo largo. Hasta que por impulso de mi papá me fui a General Conesa (Río Negro) donde disputé el primer campeonato nacional y obtuve el segundo lugar. Volví a Chubut, al club Bigornia, en 2013. Acá las becas son un poco más importantes, no como en Río Negro que apenas llegan a los 300 pesos”.
La joven dijo estar agradecida a Chubut Deportes por el apoyo. Ricardo Fueyo, su titular, fue quien la “repatrio” a la provincia porque le vio condiciones. Pero los aportes nunca alcanzan. Y además, pese a haber solicitado ayuda a Nación por carta, nunca llegó una respuesta.
“Lo que pasa es que siempre se necesita dinero para cuando viajás a un torneo. Por eso yo no me quedo quieta. Lo de cortarme el pelo fue una decisión dura, pero tenía que hacerlo para poder completar los gastos. Yo sigo haciendo sacrificios. Ahora, el club me compró un bote bárbaro de fibra. Pero quiero mi remo liviano. Y entonces estoy haciendo una rifa”, le dijo a Clarín.
Moira no las tuvo todas con ellas cuando compitió. Pero como sea, siempre se subió a su bote y le dio para adelante. “Todo se lo debo a mi papá y a mi familia. También a mis profesores Claudio Penchulef (en Río Negro) y Cristian Campos, en Chubut. Tengo muchas amigas, algunas adversarias que cuando viajo me ayudan y me protegen”.
Siempre entrenó duro. “De chiquita la remé sola. Fueron cuatro años de mucho sacrificio. Hasta que mi familia pudo comprarme el primer bote, siempre corrí con uno prestado”. Confiesa que sólo sale a caminar con amigas en Playa Unión, el balneario de Rawson. Y que estudia fuerte –está en cuarto año de la escuela 729 de Rawson– y entrena todo lo que puede. Sobre todo en verano, que hace doble turno.
“Si tuviera que volver a cortarme el pelo para correr, lo haría. No me arrepiento. Sé que todo sacrificio tiene su recompensa. Y estoy pagando todo lo que hace mi papá y mi familia por mí. Voy a trabajar duro para cumplir sus sueños. Y los míos”, dice esta pequeña luchadora con alma de campeona.