Si de vergüenza se trata ● Jorge Cerutti
Las ideas políticas no pueden generar vergüenza, excepto que se trate de reivindicar gobiernos de facto, convivir con represores reciclados en demócratas, o justificar a cualquier precio la corrupción estructural bajo el cántico de: “hay que esperar que la Justicia se expida”.
Por el contrario, las ideas o propuestas políticas pueden ser compartidas o rechazadas, apoyadas o criticadas, pero con fundamentos que provengan del debate y la diversidad de opiniones.
Cuando se apela a la descalificación gratuita y, casi siempre, mentirosa, los argumentos brillan por su ausencia y queda demostrada la fragilidad de pensamiento, cualidad que se manifiesta en el pequeño fanatismo fundamentalista de quienes, como aves parlanchinas, recitan consignas vacías de contenido como si fueran verdades inapelables.
Nadie puede ser obligado a ir adonde no quiera, pero tampoco se puede pretender que los demás sean ubicados, como patéticos y adocenados soldaditos de plomo, en la vereda de nuestros propios intereses.
El que defiende un proyecto político puede – y debe – destacar lo positivo que se haya logrado. Lo que no debe hacer es mentir para ocultar lo que está mal y, encima, echarle la culpa a sus adversarios. La revoluciones de bolsillo o las épicas falsas están bien para los libros de cuentos, la realidad es mucho más distinta y compleja.
Un proyecto político es la gente que lo impulsa y también los que adhieren, pero revisar archivos solo de opositores es una mirada sesgada y miope de la situación. No querer ver con quienes se convive, no hace que se oculten historias personales que dejan mucho que desear. Era una práctica común, en los tristes años de una época no tan lejana, confeccionar “carpetas” con datos personales y antecedentes para estigmatizar “enemigos”.
Así es como funciona la lógica maniquea de quienes pelean contra los boy–scouts pero están autoconvencidos de enfrentarse a los ejércitos de Carlomagno. Si alguien es de los “nuestros”, es valiente, inteligente, patriota y popu-nacional. Si mañana elige otro camino, cualquiera fuese la razón que lo impulse, automáticamente se convierte en traidor, cipayo, lavado y vendepatria.
Con una generación completa destruída por la droga y otra en vías de seguir el mismo camino, ahora descubrimos que la responsabilidad es de los countries y no de quien tiene la obligación de cambiar esa realidad. Otra muestra más de la simplificación de un razonamiento con el que se pretende lavar culpas propias.
Vergüenza sería, en todo caso, no poder justificar patrimonios mal habidos, castigar con la inflación a los bolsillos más flacos, seguir favoreciendo a la patria financiera, lanzar consignas inconstitucionales de reelecciones indefinidas, hacer campañas políticas apelando a tristes y dolorosas enfermedades o poner gravámenes fiscales al sueldo de los trabajadores, por nombrar solo algunas de las cosas que la política no debería permitirse.
Jorge CERUTTI
Presidente
UNIDOS por Río Negro