Y la fiesta sigue ● Jorge Castañeda
La política rionegrina es de poco vuelo. Rampante. Pedestre. Rencillas personales, viejas chicanas, apetencias desmedidas por los cargos públicos, asistencialismo por donde se lo mire, aparcerías baratas de relatos en decadencia, metodologías electoralistas ya perimidas por el tiempo, nepotismo ilustrado de unas pocas familias que se creen por derecho los dueños de pueblos
, ciudades e instituciones, permanencia en los cargos desde el 83 como si la antigüedad les diera blasones para instalarse in aeternum como si nunca se fueran a morir, disputas agrias por espacios de poder, cambio de camisetas depende y como venga la mano, poca calidad de gestión, autocrítica cero, formación de nuevos dirigentes ni por asomo, discursos vacíos de contenido que nada tienen que ver con la realidad que viven los rionegrinos y miles de desatinos más. Y por eso pasa como dijo el General Perón que “quienes vuelan a lo perdiz se descogotan en el primer alambrado”.
Los dos partidos mayoritarios, el radicalismo y el peronismo, se han cansado de regalar espacios a tontas y a locas en las listas electorales desde el 83 a la fecha, llevando en ellas a personajes que poco y nada aportaron en los cargos que debieron prestigiar, sino que se sirvieron impunemente de ellos siendo hoy un lastimoso recuerdo del pasado y de cuyos nombres como decía Cervantes es mejor ni siquiera acordarse. Pero mientras tanto gozaron de los privilegios de su “carrera profesional de políticos” y hasta llegaron a la jubilación como corolario de su permanencia en la política, defenestrando y desplazando a los verdaderos militantes de los pueblos. No conocieron, no conocen, ni conocerán los cuarteles de invierno, porque jamás dejarán el espacio a los más jóvenes y que son los que tienen una visión superadora de la militancia y de la política.
Están atados a las viejas ideas y a momentos históricos que si en un tiempo fueron liminares no sirven para la actualidad argentina del momento, porque es otro el contexto y la realidad mundial que nos engloba. Pero insisten en viajar en el tiempo para aperarse en las peores estaciones de sus vetustos partidos y como dice el tango “quieren volver al pasado”, pero la única verdad, que es la realidad, dice que “el pasado no puede volver”.
Así están: atomizados, desvirtuados, ocupados en peleas internas y de las otras, lanzando candidaturas y nombres como fichas de dominó, pegando afiches pregonando sus propias virtudes, ensimismados en su propia adoración, destejiendo cada noche la trama como Penélope de sus intrigas sin importancia. Usando la prepotencia que les da el aparato o la pitanza de sus cargos públicos para hacer politiquería propia de punteros. Y en esta atmósfera de baja estofa se adiestran estos profesionales de denuesto.
Uno espera de ellos gestos auspiciosos que devuelvan al pueblo la confianza que una vez se les entregó y la dilapidaron sin remordimientos.
Uno sueña con una política de grandes acuerdos básicos, con la recuperación de los viejos proyectos provinciales, con escuelas de formación política, con la capacitación de nuevos dirigentes, con un debate respetuoso y pluralista de los grandes temas, con actitudes acordes a la responsabilidad que los cargos les confieren, con verlos comprometidos con las libertades individuales y colectivas establecidas en las cartas magnas. En fin, uno desea verlos a la altura de las circunstancias, acompañando el proyecto de los pueblos y no delante de todos llevando el suyo personal. Uno está cansado que se los subestime, que crean que la ciudadanía es estúpida y que siempre cae en la misma trampa, atrapada en la telaraña electoralista de sus campañas interesadas y desmerecidas de ideas y de proyectos.
Pero la fiesta sigue y parece que “todo el año es carnaval”. Solo hay máscaras atrás de las máscaras y pasos de minué. Antiguallas que ya no engañan a nadie, porque ya muchos intuyen que “los políticos son esos grandes farsantes que hablan mucho y no dicen nada”.
La política es dinámica y suele dejar desairados a aquellos que la utilizan en forma bastarda. El 2015 está a la vuela de la esquina y se necesitan con urgencia estadistas que vuelvan a enamorar al electorado bajo el común denominador con lo mejor de las virtudes de la democracia: Respeto, trabajo, ideas, calidad de gestión, confianza, austeridad, integridad moral y grandeza de espíritu. Se necesita preparar el camino de un gobierno superador y para todos los rionegrinos, donde cada ministro y asesor conozca en profundidad cada tema. Falta eso, ni más ni menos. Mientras tanto, la fiesta sigue.
Jorge Castañeda
Escritor – Valcheta