De urgencias e importancias ● Bautista Mendioroz
En un artículo publicado en el suplemento económico del diario oficialista Página/12, el amigo Claudio Scaletta, hace una serie de preguntas, bienintencionadas, respecto a la situación actual de la fruticultura. Son atinadas y pertinentes, pero lo llevan a una conclusión, desde mi punto de vista, equivocada: que el gobierno nacional no tendría casi ninguna responsabilidad en la coyuntura por la que atraviesa la economía regional.
De ser así, tampoco la tendría en el caso de la vitivinicultura, el algodón, la yerba mate o el tabaco y ésto, ya sería todo un caso y una postura casi definitiva sobre el tema.
Ahora bien, sin intención de refutar el escrito de Claudio, la pretensión del presente es matizarlo y agregarlo a un debate tan necesario como candente. Imitemos la forma socrática con la que Scaletta comienza su trabajo. Nos haremos algunas otras preguntas: ¿Qué cosa es el Estado Nacional?, ¿las economías regionales y las provincias que las contienen, forman parte de él y aportan a su manutención?, ¿por qué, si la ley 23.548 de Coparticipación Federal indica que las provincias deben quedarse por lo menos con un 34% de todos los recursos que ingresan a Nación hoy sólo reciben un 24/25%?, ¿es lógico subsidiar a empresas de transporte del AMBA pero cuestionar los que se entregarían a la fruticultura?, ¿y todos los otros subsidios económicos que, en general van a parar a las clases medias y medias altas de dicha región metropolitana?, ¿está bien o es eficiente que se pierdan empleos directos e indirectos porque existe algún tipo de ineficiencia en la cadena de valor frutícola? ¿ha hecho algo el gobierno nacional por la transparencia comercial de la fruticultura ?, ¿existe inflación y una paridad cambiaria retrasada hoy en Argentina?, ¿no debería ser una decisión geopolítica ayudar a las economías regionales para no continuar con la migración hacia los centros urbanos que comenzó en los 70, se aceleró en los 90 y se consolidó en la última década?
Va de suyo que, del tipo de respuesta que tengamos para ésos otros interrogantes, las acciones y medidas de política económica serán unas que podrán coincidir o no con lo que Scaletta plantea respecto a una supuesta “urgencia dominante” como posible confrontación con “importancias desatendidas”.
Yo entiendo que el Estado nacional no puede desentenderse, aún aceptando que el subsistema frutícola no funciona como me gustaría, de lo que aquí pasa. Es como si el Estado francés hubiera dejado a la “mano invisible” del mercado a sus productores agropecuarios. Y no lo hizo porque considera que la trama social que los mismos representan, son identitarias e inherentes a la cultura de consenso social que existe en el país galo.
Es muy cierto que, un flujo eterno de subsidios no cambiará nada, que tendencialmente la fruticultura expulsa productores primarios chicos y medianos y que sin transparencia comercial, la renta del negocio queda cada vez más en las mismas y menos manos.
Pero hubo una vez, un tiempo, en el que se trabajó para el mediano y el largo plazo; cuando se invirtieron muchas horas de trabajo en un plan (el Plan Frutícola Integral) y que, nada menos, fué comprometido por la mismísima Presidenta de la Nación en la ciudad de Villa Regina. ¿Qué pasó desde entonces?
No tenemos todas las respuestas, pero sí algunas cosas claras: el PFI nunca se implementó, nunca hubo ley nacional de comercialización de frutas, los costos en pesos y en dólares siguieron subiendo y algunos mercados internacionales comenzaron a no dar respuestas de demanda por sus propios problemas macroeconómicos, entre otros.
También tenemos una certeza aún más preocupante: el modelo económico actual es uno que no privilegia la producción del tipo de la fruticultura. Más allá de los posibles desaciertos de política económica, la decisión hoy pasa por favorecer la concentración y la extranjerización del capital, tal vez confiados en que su tasa de retorno arrastre a la economía en recesión.
Desde la megaminería, el petróleo, la industria automotriz y pasando por los servicios (llámese turismo, bancos o telecomunicaciones), los sectores que hoy se ven favorecidos por las decisiones políticas nacionales, no son los adelgazados de las economías regionales.
Muchas cosas se pueden decir desde el discurso, pero hay que sostener con hechos lo que se dice. No se puede pensar en una distribución progresiva del ingreso y en un modelo de corte desarrollista, sin modificar un sistema tributario regresivo como el que hoy existe, sin créditos a la producción y sin una nueva matriz productiva que favorezca otros sectores dinámicos y con ventajas competitivas.
Si la fiestas sólo la van a tener los que pueden consumir mucho y viajar al exterior de vacaciones, estamos en problemas.
Determinar qué es lo urgente y qué lo importante, resulta definitorio para saber hacia dónde vamos, aunque tal vez sea utópico pensar que un gobierno de corte populista tomará medidas pensando en el mediano y largo plazo. Pero si no sabemos hacia dónde queremos ir, nunca existirá un viento “correcto”. Salvo que hacia dónde vamos hoy sea hacia dónde queremos y bueno, después no nos quejemos.
Bautista Mendioroz
Legislador
Presidente del Bloque UCR