Los objetivos de la política económica
Horacio Rovelli Economista-UBA-Miradas al Sur.- El objetivo de todo plan económico y, por ende, de las políticas (instrumentos) para lograr ese fin debe ser el de propender al crecimiento del país con mejoras en la distribución del ingreso y preservando el medio ambiente.
Sin embargo, no es lo que se plantean los sectores más ricos, quienes buscan una economía para su exclusivo beneficio y en desmedro del grueso de la población, donde la justificación y preservación de sus ganancias se basa en imposibilitar el desarrollo de cualquier proyecto que no los tenga a ellos como artífices.
Como consecuencia del accionar descripto vemos que en los llamados países centrales o desarrollados existe una alta tasa de desocupación (en EE.UU., que es dentro de esas naciones la economía que crece, la tasa abierta de desocupados es del 8% de su PEA y no logran que esa tasa baje, y en verdad, tampoco les interesa mucho hacerlo), y es mayor la tasa de desocupado de Inglaterra e Italia, y se acrecienta en los demás países europeos con tasas del 27% de desocupación abierta para España y Grecia.
Los otrora países desarrollados han llevado adelante una política de obtener ganancia de donde sea, sorteando el costo de su mano de obra con la exportación de capitales, los que les ha asegurado monstruosas tasas de ganancia que a su vez vehicularizaron en títulos y acciones de los mercados de capitales (capitalismo financiero) y en la expansión de sus empresas trasnacionalizadas y con filiales en todo el mundo que se integran en el comercio intra firma, pero desarrollan básicamente bienes y servicios fuera de su casa central (lo que explica la menor participación de esos países en el PIB mundial).
Esa situación generada se perpetúa y se recicla permanentemente y es la que a su vez permite el crecimiento de los llamados países emergentes, especialmente los del este asiático y entre ellos sobresales la República Popular China.
El mejor ejemplo fue en una cena de campaña por la primera presidencia de Barack Obama, el ahora presidente de los EE.UU. sostenía que iban a repatriar capitales de todo el mundo para que EE.UU. vuelva a ser la gran potencia mundial; entonces, Steve Jobs tomó la palabra y le dijo que “eso no era posible, porque un ingeniero en sistemas de la India habla mejor inglés que su par norteamericano y cobra tres veces menos, y que un obrero chino no habla inglés, pero produce más y mejor que un obrero norteamericano y su labor cuesta seis veces menos”.
Lo que nos demuestra la evolución de la economía mundial donde los otrora países centrales presentan graves problemas de crecimiento y son fuertes exportadores de capitales, y los llamados emergentes y otros enclaves productivos del planeta creciendo y a tasas sostenidas. Y eso es así, porque la riqueza es producción de bienes y servicios y el incremento en la tasa de crecimiento de la producción, en general, es motivada principalmente por la industria, sector que a su vez conduce a un aumento de la productividad del trabajo debido al proceso de aprendizaje que se deriva de una división del trabajo y una especialización mayor.
El ingreso de capitales y su inversión son los que amplían la capacidad instalada; con más máquinas y equipos, con mejoras técnicas y con capacitación de sus trabajadores se logran niveles de productividad que permiten acrecentar las exportaciones y que las mismas tengan cada vez mayor valor agregado (trabajo y trabajo de calidad).
Ese circuito de crecimiento y de integración al mercado internacional por exportaciones con cada vez mayor valor agregado cuenta con demostraciones empíricas insoslayables e indiscutibles, “que no ven los que son ciegos aunque se le llenen los ojos de luz y tengan los ojos bellos” como diría Atahualpa Yupanqui.
Ese camino, mal o bien, lo hemos comenzado a recorrer, con avances y retrocesos, desde la crisis terminal del año 2001. Hemos resurgido de nuestra propias cenizas con trabajo y producción nacional, con fuerte participación de capital extranjero, pero con un Estado que logró imponer reglas de juego donde no había ninguna, que logró grados de soberanía fiscal (cobrar impuestos y disminuir la deuda con fuerte quita de capital son un ejemplo de ello), monetaria y cambiaria (de hecho sin desconocer la existencia de mercados paralelos, el más importante y donde pasa el grueso de las operaciones comerciales y financieras es el oficial).
Pero esa minoría “noventista”, que es hija del Proceso de Reorganización Nacional como se autodenominó la dictadura militar, hace que ahora sus hijos y futuros herederos se reúnan en el Hotel Llao Llao en Bariloche, frente a la estatua de su ícono histórico Julio Argentino Roca, para “pensar el país del mañana”. Allí estuvieron, según reveló el periodista Alejandro Bercovich en el diario BAE Negocios, unos 70 hijos de empresarios, entre ellos Urbano Ratazzi; Juan Pablo Bagó; Santiago Blaquier; Nicolás Braun (hijo del dueño de La Anónima); Alejandro, Patricio, Juan Martín y Marcos Bulgheroni; Eduardo Elsztain; los creadores de Olx.com y DeRemate.com; también Marcos Galperín, propietario de Mercardolibre.com; el sojero Gustavo Grobocopatel y Luis Pescarmona, entre otros. Paralelamente, ese día, martes 17 de marzo de 2015, sus mayores estuvieron en La Rural en la cena de campaña a $ 50.000 el cubierto, del hijo pródigo, Mauricio Macri.
Para saber qué futuro quieren y nos deparan los hijos del poder económico, no hace falta más que ver su pasado, máxime cuando las actuales autoridades del Banco Central de la República Argentina dan a conocer las actas de las reuniones de los distintos Directorios del Banco para el período que va del 14 de enero de 1982 al 7 de diciembre de 1983 (lamentablemente fueron destruidas las actas anteriores, desde el 24 de marzo de 1976), y en ella podremos observar cómo la deuda externa generada por la dictadura para financiar las importaciones con la cual destruyeron eslabones de la cadena productiva fue traspasada de las grandes empresas endeudadas al Estado a través de los seguros de cambio.
En efecto, tras la renuncia como ministro de economía de José Alfredo Martínez de Hoz en marzo de 1981 y su reemplazo por Lorenzo Sigaut, quien ante la corrida cambiaria que se produjo por el manifiesto atraso del valor del dólar en el país (y la renuncia del hombre de Rockefeller, de las grandes corporaciones financieras y nieto del fundador de la Sociedad Rural Argentina, por ende digno de su confianza, y esa es la confianza que defienden y propaga la derecha vernácula), primero sostuvo que los que apostaban al dólar perdían, y después instrumentó los primeros contratos de seguro de cambio el 5 de junio de ese año, donde el BCRA al no tener dólares para pagar los vencimientos de deuda acordó con los empresarios que la misma sea abonada por el Estado en moneda nacional, que el Estado emitiría títulos de deuda en dólares para pagarle a los bancos acreedores. Pero ese año, el tipo de cambio aumentó siete veces (700%), con lo cual el Banco Central le cobró a los privados su deuda en pesos y a la tasa pactada que fue diez veces menor, lo que significó el traspaso de la misma y el sideral acrecentamiento de la deuda externa pública.
Un año después, luego de la derrota de Malvinas, el General Reynaldo Bignone asumió la conducción de la cúpula militar y se designó a José María Dagnino Pastore en remplazo de Lorenzo Sigaut, y un por ese entonces joven Domingo Felipe Cavallo, presidente de la Fundación Mediterránea, fundación propiciada y solventada por las empresas del grupo Astori, Pagani y Aceitera General Deheza, como Presidente del BCRA, donde estuvo sólo 59 días en el cargo, pero le bastó para modificar el régimen de seguros de cambio con el fin de “mejorar el perfil de la deuda financiera externa privada a la vez de procurar atenuar los perjuicios que provocaron a prestatarios locales”, esto es, profundizó la transferencia de deuda privada en pública y licuó el total de los pasivos de las grandes empresas a través de los “Remones”, que eran circulares del BCRA, con lo que los empresarios en todos los casos pagaron sus deuda en pesos y en tasas mucho más bajas que la devaluación cambiaria, y la deuda la absorbió el Estado Nacional.
Cuando asumió el gobierno radical en diciembre de 1983, el perjuicio para el Estado de las medidas tomadas se estimó en 23 mil millones de dólares, más de la mitad de la deuda externa de esos años, que alcanzaba los 43.500 millones de dólares.
Lo que nos permiten ver las actas del Directorio del BCRA dadas a conocer es la estatización de la deuda privada donde fueron beneficiadas más de 70 empresas, cuyos hijos y nietos se reunieron en el Hotel Llao Llao el pasado martes 17 de marzo de 2015, y cuyo titulares actuales pagaron la cena de la campaña de Mauricio Macri.
El Juez Ballesteros, que investigó en la causa Nº 14.467 el crecimiento de la deuda bajo el gobierno militar, determinó en un fallo del año 2000 que el pasivo del sector privado se hizo público a través de los mencionados seguros de cambio. “Empresas de significativa importancia y bancos privados endeudados con el exterior –sostiene el dictamen–, “socializando” costos (eufemismo para decir que traspasaron la deuda al Estado Nacional), comprometieron todavía más los fondos públicos con el servicio de la deuda externa a través de la instrumentación del régimen de seguros de cambio”.
“Pensar el mañana”, que es el título que los convocó en Bariloche, es volver a repetir la historia de endeudarse, fugar capitales y traspasar la deuda a la población Argentina; empresarios ricos, con presencia en las revista Forbes, y país que debe discutir cuál es el grado de pobreza que le dejan.
El gobierno de Mauricio Macri bien lo refleja: se endeuda fuertemente en moneda dura, los hospitales y la educación pública abandonada a la mano del personal, que sin recursos y sin controles no presta debidamente el servicio, es más, con un sindicato socio del gobierno de Macri, que paga sueldos a gente que no va a trabajar o que no cumple tareas especificas, y paga exorbitantes contratos por recolección de residuos, de limpieza, de asfalto, de arreglo de veredas, etc. que se hacen por un costo mucho menor.
Esa minoría, los hijos del poder económico que quieren un país generoso para con ellos y cruel con nuestro pueblo. Teóricamente, el compromiso del capitalismo y la forma democrática de gobierno (siempre hablamos de una sociedad y situación histórica determinadas), no es otra cosa que en una sociedad cuya producción se organiza en procurar maximizar la tasa de ganancia y que la misma sea compatible con elevar el nivel de vida de la población.
Norberto Bobbio en “El futuro de la democracia” y en trabajos posteriores afirma que “cuando los que tenían derecho a votar eran solamente los propietarios, era natural que le pidiesen al poder público como función principal, la protección de la propiedad y su derecho”. Pero el surgimiento y la creciente participación del sector de la sociedad de no poseedores, tiene que cambiar radicalmente la función del Estado, exigiendo la inclusión social y la defensa del trabajo, con lo que Bobbio concluye que “el establecimiento y el mantenimiento del Estado benefactor ha sido y es la respuesta a una demanda proveniente de abajo, a una petición, en el sentido pleno de la palabra, democrática”.
Bien, lo que se trata es que el Estado limite (discipline) la rentabilidad privada y la subordine a la rentabilidad social donde dejaría de ser el Estado de una clase para ser el medio con lo que los que no son los dueños de los medios de producción conforman una sociedad más igualitaria, y en eso estábamos y podremos seguir si no aceptamos resignadamente el “pensar el país del mañana” de los hijos del proceso militar.