EEUU, el FMI y Europa colocan contra las cuerdas al gobierno de Grecia
Buenos Aires (Télam).- La reunión semestral del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial que se celebra en Washington ha sido el escenario elegido por los poderes económico y político de Estados Unidos y Europa para dejar en claro a Grecia que debe aceptar sus condicionamientos o afrontar las consecuencias de suspender el pago de sus deudas.
La señal más contundente ha sido la emitida por el Fondo que ha respondido con una rotunda negativa a la petición del gobierno del primer ministro Alexis Tsipras, quien le solicitó al organismo multilateral que concediera a su país un aplazamiento de los vencimientos de dos pagos, en mayo y en junio, por un total de 2.700 millones de dólares correspondientes a deudas que Grecia mantiene con el FMI.
Con este movimiento, Atenas pretendía superar el principal y más inmediato escollo financiero que enfrenta, ya que la escasez de reservas le está obligando a elegir entre efectuar esos pagos o los que debe realizar en concepto de sueldos y jubilaciones a los empleados estatales y pensionados griegos.
En la medida en que las negociaciones con la Eurozona no han progresado y, por el contrario, se han estancado en las últimas semanas, Tsipras ensayó esta salida para evitar la difícil disyuntiva planteada, ya que sus socios-acreedores se niegan a realizar un desembolso de 7.200 millones de euros del fondo de rescate acordado en 2012 a menos que el gobierno griego acepte cumplir con sus condiciones.
Lo que la Unión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI le exigen a Tsipras es que, sin más dilaciones, presente un plan concreto de reforma laboral, otro de reformulación del sistema de pensiones y, por último, ratifique y precise su programa de privatizaciones de empresas estatales.
Como se sabe, la oposición popular interna a estas medidas es inmensa y, además, Syriza, la coalición izquierdista que llevó al poder a Tsipras, ganó las elecciones con promesas de que nunca aceptaría estos aspectos del plan de rescate firmado por el anterior gobierno con la «troika».
No sólo esto. El empantanamiento de las negociaciones de Grecia con Europa y el FMI se debe, en gran parte, a que una fracción muy importante de la coalición gobernante y de su grupo parlamentario se opone de plano a aceptar estos requerimientos para que el país pueda recibir los fondos contemplados en el plan de rescate, un programa, por otra parte, que Syriza se comprometió a desconocer para negociar un nuevo acuerdo sobre la deuda.
Desde su acceso al gobierno a finales del pasado mes de enero, Tsipras y su ministro de Economía, Yanis Varoufakis, han planteado establecer un nuevo programa de vencimiento y recorte de la deuda que fue rechazado por los acreedores.
Posteriormente, buscaron moderar las exigencias del plan de rescate y también se encontraron con un muro, lo que abrió el camino a una ralentización de la las conversaciones y a la imposición de limitaciones de las líneas de financiamiento del BCE a la banca griega.
Ahora, tras la negativa del FMI a trasladar a una fecha futura los vencimientos proximos de mayo y junio, el tiempo de Syriza se acaba.
El máximo responsable ecónomico de la UE, Pierre Moscovici, lo dijo claramente ayer en declaraciones al diario londinense Financial Times al afirmar que «la próxima reunión (del Eurogrupo de ministros de Finanzas europeos) del 11 de mayo será ciertamente decisiva».
Moscovici formuló esa y otras apreciaciones en Washington, considerando que el Eurogrupo que tendrá lugar en Riga, Estonia, la semana próxima, será una oportunidad para avanzar en las conversaciones con Grecia, y enfatizó que «si la integridad de la Eurozona no es preservada, significará que el euro no será ya una moneda única sino apenas un sistema de tipos de cambio fijos».
Por su parte y en la misma línea, aunque expresada con mayor dureza, el poderoso ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, dijo el miércoles en Berlín, antes de viajar a Washington, que «nadie espera que habrá una solución» en la reunión de Riga. Y, agregó, «no se puede gastar cientos de miles de millones… en un barril sin fondos», en una clara referencia a la deuda griega de 300.000 millones de euros del año 2010.
El mismo miércoles, completando un círculo de declaraciones calcadas de los máximos responsables económicos de Europa, el titular del BCE, Mario Draghi, comentó que la duración de la asistencia de emergencia que el ente monetario presta a los bancos griegos está «enteramente en las manos del gobierno griego», es decir, de si éste acepta o no las condiciones de la UE.
Para cerrar lo que podría ser caracterizado como un ultimatum para Atenas, el presidente estadounidense, Barack Obama, se mostró especialmente exigente al revelar que, en diálogo con Tsipras, le manifestó que Grecia «tiene que mostrar a quienes les concedieron crédito, a quienes le dan a apoyo a su sistema financiero, que ustedes están tratando de ayudarse a sí mismos, lo que requiere tomar decisiones duras».
En este contexto, dentro del dividido gobierno encabezado por Tsipras, en el cual hay quienes se inclinan por aceptar el ultimatum, en tanto que otros propugnan no ceder, salir del euro y restaurar el dracma, se baraja la posibilidad de convocar un referendum para saber si el pueblo griego quiere o no seguir en la Eurozona.
Los sondeos, que indican un 82% de ciudadanos que desean continuar perteneciendo al sistema de moneda única, le otorgarían a Tsipras, un partidario de mantenerse en la Eurozona pero no a cualquier precio, un margen de maniobra política suficiente como para inclinarse ante sus socios sin salir demasiado golpeado de este viraje político profundo respecto de sus promesas electorales.