El día del padre
El Día del Padre, se celebra el tercer domingo del mes de junio, en muchos países. Es una fecha en que muchos negocios obtienen ganancias en ventas especiales a los que conmemoran este día. En su origen contemporáneo, a comienzos del siglo XX, se trataba de un homenaje a la figura paterna: una rosa roja por los padres vivos, una blanca porque ya no están.
Perdidos en el desorden de un mundo problemático hostil, en que lo fundamental y lo básico, se nos escapa y se nos diluye necesitados de varios puntos de apoyo. En medio de una radical pesadumbre por el creciente deterioro, producto de la negación y destrucción de todo lo vigente, surge la necesidad de algo sólido, de una autoridad, de un referente, de un ejemplo, de un modelo, de una fuente de valores, de principios, a quien obedecer, a quien respetar, a quien admirar, a quien amar, a quien seguir, a quien imitar, y a quien entregas hasta el final nuestra más absoluta confianza de alguien que nos guíe, nos proteja y ampare, que pase lo que pase, siempre estará a nuestro lado, se trata de la figura de un padre.
En una sociedad en que vivimos “muchos valores van extinguiéndose” es muy difícil ser padre, sin embargo las crisis, hacen surgir con fuerza la necesidad de algo solido.
El padre, tal como nos ha sido legado por la historia, es un personaje singular que debe asumir los diversos roles que constituyen la función paterna, y muchos de ellos no están aptos para desempeñar ese papel: no existen recetas para ser buen padre, porque es difícil ser hombre.
En algunos países latinoamericanos y caribeños hay quienes no quieren ni aceptan serlo, un porcentaje elevadísimo, algunos lo extienden al cincuenta por ciento de la población no tiene padre conocido, y esto se debe en gran parte a la paternidad irresponsable y al machismo del varón.
Hay diferentes tipos de padre, y poniéndolo en el lenguaje de las comiquitas, tenemos a los que escuchan a sus hijos como el padre de Mafalda. Los que los escuchan y no los entienden como Olafo. Y así por el estilo.Es oportuno el día, para referirse al padre consciente del papel que le corresponde como jefe de la familia; al padre dispuesto a asumir las graves obligaciones materiales y morales que tiene para con sus hijos; al que reconoce la tremenda e ingente tarea de educar a su descendencia y de formar seres dignos; capaces y útiles a la sociedad; al que utiliza su varonía para hacerse respetable y para hacerse respetar; al hombre autentico que no rehúye responsabilidades y que sabe desempeñar cabalmente la misión de trabajo y de lucha que le toca en la vida; al que tiene la autoridad moral para exigir y que es exigente consigo mismo.
No es fácil ser padre, ser ductor y rector; dominar la tendencia muy humana a ver en el hijo tan sólo la prolongación de sí mismo y a permanecer a través de ellos presente; dominar el impulso de volverlos una simple imagen perfeccionada de su propio yo; doblegar la aspiración a imponerles su criterio, su pensar; su sentir, su querer y sus gustos.
Es difícil dosificar la protección y la influencia para no ser luego acusados y sentirse reos de un paternalismo exagerado que sofoque y agobie la personalidad del hijo y coarte su libertad y capacidad para realizarse. Es difícil mantener en los hijos la medida justa de identidad y de autoafirmación sin perder otra justa medida.
Porque es difícil ser padre en momentos cuando la sociedad que antaño respaldaba la autoridad paterna le niega hoy toda razón, todo prestigio, todo valor y hasta le impide educar adecuadamente a los hijos, es por lo que merecen un día especial de reconocimiento los padres que han intentado serlo y una vida de gratitud los que han sabido serlo.
El origen
La celebración más parecida a nuestro día del padre fue en la antigua Roma, una festividad llamada “Parentalia” que era desde el 13 al 22 febrero. Esta festividad no era para los padres vivos, era un momento de recuerdo y conmemoración de los padres fallecidos.
La ceremonia se realizaba, decía Ovidio para “aplacar las almas de sus padres”. Este aniversario anual llego a convertirse en una reunión familiar.
En nuestra época, la determinación de un día en cual se debe honrar a los padres mediante servicios especiales en las iglesias y de otras maneras, se originaron en Estados Unidos en diferentes sitios y en diferentes años. Luego se eligieron diversos días antes de que se llegara a un acuerdo general del tercer domingo de junio.
La primera sugerencia contemporánea se le acredita probablemente a la señora Sonora Smart Dodd vecina de Spokane, Washington. La idea se le ocurrió a esta dama en el año 1909 como un tributo dirigido a su propio padre quien había criado solo a sus hijos a raíz de la desaparición de su mujer. Escribió al reverendo Conrad Bluhm, Presidente de la Asociación Ministerial de Spokane, para proponerle que el tercer domingo de junio fuese dispuesto para honrar a los padres. La Asociación aprobó de inmediato la propuesta y la primera celebración de este Día se efectuó en Spokane en junio de 1910.
A las y los hijos se les pidió llevar una rosa roja en honor de sus padres vivos y una rosa blanca en caso de que el progenitor hubiese fallecido. El conocimiento de esta celebración no se divulgo mucho, porque en 1911 la consideración del Día del Padres se discutió en Chicago como si fuera algo original. La famosa trabajadora social Jane Addams, le dio su aprobación afirmando: “El pobre padre ha sido abandonado en medio del frio, no se le ha dado suficiente reconocimiento, pero a pesar de ser tan proclive de ganarse el pan debiera ser una cosa reconocida como buena si él tuviese un día que significase un verdadero reconocimiento”.
En 1920 Harry C. Meek, Presidente del Club de Leones del Centro de Chicago, pudo lograr la designación de un día de honor de los padres para el tercer domingo del mes de octubre. Y en 1924, el presidente Coolidge se dirigió al Sr. Meek: “Tal como había indicado antes, la observancia de esta ocasión está diseñado a establecer una más estrecha relación entre los padres y sus hijos, y también de enfatizar a los padres la extensión verdadera de sus obligaciones”
El Presidente Wilson, también de Estados Unidos, había anticipado al presidente Coolidge en el reconocimiento del Día del Padre, porque él había oprimido un botón en Washington enarbolando así una bandera en una plataforma durante una celebración en Spokane. La señora Dodd orgullosa de su conexión con esta celebración había organizado ya una Asociación para el día del Padre.
Diez años después de efectuada la primera celebración en Spokane, la señora Walter Jamiet, de Cheltenham, Pennsylvania que para entonces era una joven de Virginia, había preparado la creación del Día Nacional del Padre Inc. Y la registro bajo su nombre en la Oficina de Patentes de los Estados Unidos. Para entonces ella nunca había oído de cualquier otra observancia del día del Padre. Cuando ella se percato de las actividades de la señora Dodd retiro sus derechos a considerarse fundadora de ese día.
En 1966 el presidente de EEUU Johnson declaró el tercer domingo de junio como Día del Padre en el territorio de su país. Con los años la fecha se adoptó de manera general en el mundo.
Es propicia la ocasión para rendir homenaje a todos los que hemos tenido y tienen padres que han sido y son orgullos de nuestros hogares por su amor y ejemplo, porque en medio de este mundo confuso, son norma lección y enseñanza, columna apoyo y guía. Porque con su estímulo nos vuelve mayores y bajo su amparo nos sentimos niños. Porque al no defraudarnos ni un día, nos ha dado la mejor enseñanza: la de cómo se debe ser padre.
Lamentablemente, como sucede con otras efemérides que llaman originalmente a la reunión familiar y la reflexión, el festejo o recordatorio se ha convertido hoy en motivo de comercio, y queda atrás la demostración intima de respeto y unión entre generaciones. Detrás de cada tradición esta la verdadera raíz que la mueve, que no es más que el amor al consumismo y al dinero.
(Mirdas al Sur) *Publicado en surysur.net