Partido y gobierno. ADN
Con el instrumento electoral de Juntos Somos Río Negro, creado meses antes de las elecciones, Alberto Weretilneck obtuvo un rotundo triunfo el domingo pasado. Su partido nació de las entrañas mismas del gobierno y el valioso soporte del Estado con una fuente importante de recursos, que el gobernador puso en valor con los dólares provenientes de los contratos petroleros.
Weretilneck buscó antecedentes en la historia el radicalismo rionegrino, que además fue la principal fuerza que lo nutrió de votos para ganar las elecciones. A partir de 1987 con Horacio Massaccesi en el gobierno, la UCR tomó un estilo propio, casi un partido provincial y con perfil frentista con convocatorias al PPR, el MID, la Democracia Cristiana y otros nucleamientos.
Desde ese lugar se estructuró un núcleo de poder asentado en el partido-gobierno, o sea todo se nutre del Estado administrado por el propio partido. Casi un esquema del soviet, pero criollo y rionegrino.
Los recursos y el financiamiento provienen del Estado, se maneja el ingreso al empleo público, subsidios, aportes a instituciones, obras y demás demandas de la sociedad que el partido y sus dirigentes canalizan en el gobierno y que administran con recursos estatales.
Alberto Weretilneck tuvo aciertos, pero quizás ésta interpretación de la historia rionegrina sea la más provechosa. Entendió que el poder se construye desde el Estado y observó como el radicalismo -con esta fórmula- gobernó en Río Negro durante 28 años y en muchos de ellos lo tuvo de socio, principalmente en la etapa veranista.
También existió en nuestra provincia el antecedente del militar José Vicente Requeijo, quien en ejercicio de la gobernación y con recursos del Estado, fundó el Partido Provincial Rionegino, con aportes del radicalismo y algunos peronistas.
Aquel general del proceso de facto (1966/1973) también tuvo el mote de hacedor -la plaza Primera Junta de Viedma se hizo en 48 horas- escuelas, hospitales, viviendas, pavimentación de rutas y mucha obra pública con fondos del tesoro provincial y desde esa realidad creó un partido político. No tuvo suerte, en 1973 el peronismo fue imbatible.
Hablando de peronismo, también otro militar, Juan Domingo Perón, creó el partido justicialista forjado desde sus funciones en el Estado nacional como ministro de Trabajo, durante el gobierno militar de Dalmiro Farrel. Con el partido laborista y otras expresiones de aquellos años puso en marcha una herramienta electoral que armó desde la función pública y que aún hoy domina el escenario político nacional.
Valen otros ejemplos en la mayoría de las provincias argentinas, incluso las patagónicas como Neuquén y Chubut.
Administrar el Estado siempre es una tentación a hegemonizar los procesos políticos, incluso a perpetuarse en el poder.
Nace desde el Estado una nueva etapa política rionegrina, con un partido en el gobierno que se planteará hegemónico, aunque no lo quiera. Sus adhesiones en el votante surgen de los favores públicos y de la acción oficial en todo el territorio rionegrino y ésta demanda requiere ejercer el gobierno.
Muchas veces desde este espacio se hizo referencia a que Alberto Weretilneck obraba al estilo de Luis XIV de Francia cuando dijo “el Estado soy yo”, y la realidad indica que no existe el partido Juntos Somos Río Negro, sin su impronta personal, que permite al resto de sus seguidores “dormir tranquilos”.
La presión llagará sola. La dirigencia provincial, incluidos legisladores, intendentes, concejales y referentes de organizaciones sociales, sindicales y empresariales, buscarán previsibilidad hacia el futuro y eso significa “larga vida para Alberto”.
De este pensamiento a la reforma constitucional hay un solo paso, como una manera de garantizar continuidad en la administración del Estado que todo lo provee. Ni siquiera sería necesario plantear un debate en la sociedad ya que si a partir del año próximo el gobierno convocara a un plebiscito sobre el tema, volvería a contar con el voto del ciudadano rionegrino.
Contar con 26 de legisladores sobre un total de 46 no es poca cosa, e incluso en algún ámbito del control externo puede haber preocupación en la conformación de las futuras salas acusadoras y juzgadoras del parlamento.
De acuerdo a la estrategia de Weretilneck podría suponerse que no sería necesaria una amplia convocatoria al diálogo político, ya que el gobernador propuso un acuerdo fuera de los canales partidarios y en base al contacto directo con la gente y no con los dirigentes. Verticalidad absoluta.
Hoy el partido del gobierno no necesita ir a buscar a nadie. Su mayor base de sustento está en el sector independiente, una porción del peronismo y fundamentalmente en la UCR. Nadie puede desmentir que el radicalismo se volcó mayoritariamente a la propuesta de Weretilneck y hasta podría imaginarse una total simbiosis a futuro, por tres razones: su oposición al peronismo, su apego al poder y porque el partido radical no contiene ni convoca.
Los números hablan por sí solos: Weretilneck logró el 53 por ciento de los votos, Pichetto, el 33 por ciento, Odarda el 10 por ciento y Massaccesi el 3 por ciento, mientras que en septiembre del 2011 el FpV logró el 49.11, la UCR, el 35.93 y el CCARI, el 5.34 por ciento. Esta claro el traspaso de votos radicales al gobierno.
La historia del país nos recuerda un antecedente similar cuando se formó el bloquismo en San Juan, que se hizo sobre la base del radicalismo puntano.
El éxito futuro de Juntos Somos Río Negro y de la proyección del liderazgo de Alberto Weretilneck depende de mantener el gobierno y controlar el Estado, en sus tres poderes. Es difícil hacer política desde el llano.
Falta un tiempo para que en el país se repitan experiencias de triunfos electorales como el Movimiento de Indignados de España, el partido Syriza en Grecia o los legisladores mexicanos que dieron la sorpresa el domingo pasado y ganaron con campañas proselitistas basadas únicamente en las redes sociales.
La UCR de Río Negro transitará un arduo camino a la reconstrucción. Una derrota histórica. Pasó de estar en el gobierno hace cuatro años a sumar sólo el tres por ciento del electorado, un porcentaje que algunos encuestadores vaticinaron cuando se conoció la candidatura de Horacio Massaccesi, con la lista tres en soledad.
Difícil imaginar que los intendentes y dirigentes radicales, con poder territorial, que hicieron campaña y votaron por Weretilneck, puedan sumarse a la ardua tarea de la reconstrucción radical, convertirse en opositores, y demandar y proclamar políticas que ya se ejercen desde el gobierno, del que ya se sienten parte.
Por supuesto que la UCR es un partido nacional y no desaparecerá, aún en este trance en que tampoco logra en el país, encontrar a sus aliados en un frente electoral opositor.
Pero vale preguntarse ¿qué diferencias políticas e ideológicas existen entre juntarse con el CC-ARI y el PRO o con Alberto Weretilneck? Muchos radicales están a gusto con el gobierno, no ven diferencias con las administraciones anteriores y no temen al trasvasamiento. En otro tiempo algo de esto sucedió, con la formación del Partido Provincial Rionegrino cuando gobernaba el general José Vicente Requeijo.
No sin razón se mira a José Luis Foulkes, para iniciar esta nueva etapa, si bien cercano al gobierno, intendente de la capital rionegrina y con estirpe y raíz radical, y que puede lanzar una convocatoria reparadora del desastre electoral. La dirigencia actual está cuestionada y tiene responsabilidad sobre esta situación y muchos militantes y simpatizantes se sintieron usados, engañados y defraudados. Consideran que la reciente participación electoral fue “pour la galerie”.
Queda también como posibilidad transitar el camino de fortalecer el Frente Progresista e intentar armar en la provincia una alianza de partidos, un intento que hoy se aprecia lejano, ya que cuando la UCR se agota, expulsa y valgan múltiples ejemplos en el país. Cayó también la estrategia discursiva de la unidad.
La UCR no desaparecerá pero tendrá que trabajar para no volver a ser aquel partido testimonial del pasado con Gadano, Rajneri, Nápoli, Susini, Arias, Lapuente, Ramasco, Piucil, Blanes, entre otros.
Para el peronismo la etapa que viene tampoco será fácil. Por el bien del sistema democrático es necesaria una oposición fuerte, creíble y que ejerza el control republicano. En pocos meses se votará a legisladores nacionales y será una nueva prueba electoral.
La derrota del pasado domingo podría significar el pase a retiro de una dirigencia agotada en adhesiones e ideas y pueden surgir nuevas alternativas de la mano de jóvenes con asiento territorial, como son los casos de María Eugenia Martini, Javier Iud, Martín Soria, Juan Manuel Pichetto, Martín Doñate, Antonio Chiocconi y otros dirigentes con pesos en los circuitos.
Convertirse en oposición verdadera requiere coincidir y ajustar un núcleo duro de ideas y propuestas que superen lo demagógico y expresen con claridad como define el peronismo el rol del Estado, el desarrollo económico y la distribución de la riqueza frente al oficialismo gobernante. En definitiva cómo defiende el “modelo” nacional.
En consecuencia, se entiende la nominación de candidatos “puros” del kirchnerismo como Martín Doñate (La Cámpora), Silvia Horne (Movimiento Evita) y componentes de Nuevo Encuentro, Frente Grande y la Corriente Nacional y Popular.
El FpV evalúa que el arrastre nacional de Cristina Fernández de Kirchner y anclados en la boleta de Scioli-Zanini ganará en Río Negro.
El gobierno ratificó que no tendrá candidatos. Weretilneck no pondrá en juego su caudal electoral en una elección nacional, sin aclaje ni candidatos. Una boleta corta puede obtener pocos votos. No es esta la batalla. Ya ganó la guerra.
La UCR y el PRO consensúan una lista común. Si el espacio se consolida al ritmo de lo acordado en Gualeguaychú se transformará en el principal contrincante del kirchnerismo. El PRO tiene en carrera al economista roquense Juan Pablo Serra y al ex funcionario radical Sergio Wisky. La UCR presentó al barilochense Antonio Zidart y no se descartan otros nombres.
La política no da respiro.