Eduardo Dvorkin: “El Estado debe participar más en la producción”
Leandro Etchichury-Miradas al Sur.- En un discreto edificio del barrio de Recoleta funciona la consultora SIM&TEC, uno de los emprendimientos privados de base tecnológica que congrega a poco más de 10 profesionales que trabajan con modelos computacionales para entidades como Invap, Nucleoeléctrica Argentina, VENG (Conae), Y-Tec y la Fabrica Argentina de Aviones (FadeA).
Es una de las tantas pymes que se fueron consolidando como proveedoras para los desarrollos tecnológicos que viene abordando nuestro país, como son los satélites, un cohete de transporte, tecnología petrolera, entre otros rubros.
Eduardo Dvorkin, además de ser uno de sus socios fundadores es un reconocido tecnólogo, Ingeniero Electromecánico recibido en la UBA, y de su extenso currículum destacaremos que obtuvo un doctorado en Filosofía en Ingeniería Mecánica por el Massachusetts Institute of Technology y es miembro titular de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Argentina. Recientemente recibió de manos de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el Premio Houssay Trayectoria.
–Para comenzar, ¿de qué se habla cuando hablamos de ciencia y de tecnología? ¿Una implica a la otra?
–Alguna vez organizamos un debate en el Centro de la Cooperación y allí surgió una frase interesante:”Ciencia y tecnología juntas pero no revueltas”. Cuando hablamos de ciencia básicamente hablamos de investigación guiada por la curiosidad. Hablamos de investigación que se hace pública para que la compartan todos aquellos que pueden leer las revistas científicas y hablamos de innovación absoluta. Es decir, cuando se hace un desarrollo científico se supone que se da un paso por delante del que existía en su campo.
Ahora, cuando hablamos de tecnología, hablamos de investigación para un fin concreto, para un tema productivo concreto, independientemente de que el dueño de ese desarrollo sea una empresa privada, el Estado, una cooperativa. La tecnología tiene ese fin último, que es mejorar el proceso productivo.
Hace un tiempo contesté un artículo publicado por La Nación en el que decía que el Gobierno incrementó el gasto en ciencia y sin embargo la Argentina produce pocas patentes. Argentina es un país donde todavía estamos tratando de desarrollar tecnologías existentes, hacer lo que se llama sustitución de importaciones, entonces, mal puedo patentar algo. Ese tipo de desarrollos en ciencia no se considerarían una innovación. En ciencia, no es un mérito rehacer lo hecho. En tecnología sí porque nos permite participar de una producción de la que antes no podíamos participar.
–Para un país de desarrollo medio como Argentina, ¿quién debe decidir cuáles son las áreas prioritarias y factibles para avanzar?
–Existe un plan de desarrollo 2020 que fue generado por el Ministerio de Industria. El Ministerio de Ciencia compaginó la nueva planificación de su investigación con este plan. Ahora, al margen de la planificación, el tema es quién es el actor. Supongamos que decidimos que nuestro camino es desarrollar determinado tipo de producto, el tema no sólo es cómo se decide eso y quién hace el seguimiento respecto de cómo lo estamos haciendo, sino definir quiénes son los actores.
La teoría neoliberal dice el actor es la industria privada. Entonces, ¿qué es lo que le corresponde hacer al Estado? Solucionar aquellas fallas estructurales que tenga el país, como infraestructuras, laboratorios, créditos, y después la industria privada lo hace.
Pienso que en la Argentina, un país capitalista atrasado, la industria privada no está para eso. Primero, porque la industria privada no está acostumbrada a tiempos de retorno lentos del capital como implica este tipo de inversiones. Segundo, no está acostumbrada a asumir riesgos, y para minimizar el riesgo es necesario multiplicar los desarrollos. Es decir, la industria privada hoy en Argentina no tiene la voluntad de hacer estos desarrollos. O dicho en términos más setentistas, en Argentina no tenemos burguesía nacional. Entonces, el actor es el Estado.
–¿O sea que como afirmaba recientemente el periodista Claudio Scaletta, no hay surfistas para montarse a la ola que crea el Estado?
–Hay un libro, de una profesora inglesa, Mariana Mazzucato, de la Universidad de Sussex, muy interesente, que es El Estado Emprendedor, donde ella dice que esto que nosotros creemos que es una característica de países del capitalismo tardío en realidad es una característica internacional, y habla de que los grandes desarrollos como internet, como el algoritmo de Google, como los grandes desarrollos en la aviación, fueron todos originados por el Estado. Es decir, la industria privada ha venido después a participar del desarrollo. O sea, quién estuvo liderando los procesos fue el Estado.
Por otro lado, está el problema de las multinacionales. Hoy gran parte de la industria privada es una industria multinacional. El problema es que tienen mecanismos muy aceitados, legales, para sacar divisas y que son altamente perjudiciales para el país.
–¿Estamos a tiempo para intentar subirnos nuevamente a esta carrera?
–¿Qué es lo que tenemos como punto fuerte? Podemos desarrollar radares. Pudimos desarrollar el Arsat 1, a mediados de año se va el Arsat 2, antes se fue el SAC-D, estamos en pleno desarrollo del Tronador II. Esto fue épico, pudo la Argentina terminar Atucha II.
Cuando Néstor Kirchner decide retomar el plan nuclear argentino y se decide terminar Atucha II, la empresa que había hecho el diseño y que había dirigido su construcción ya no existía, que era KWU, una subsidiaria de Siemens. La empresa italiana que había comprado la ingeniería KWU no tenía interés en seguir, las normas de licenciamiento habían cambiado, porque en el camino había sucedido Chernobyl. Había que adaptar toda la seguridad de la central a un nuevo esquema. Mucha parte de ingeniería tuvo que ser rehecha. Y se hizo en base a un equipo integrado por técnicos y profesionales argentinos.
El INTA en tecnología agropecuaria nos lleva a preguntarnos si vale la pena seguir atados a Monsanto o si se puede avanzar en un desarrollo independiente. YPF, hoy convierte a la Argentina en una de las empresas líderes en explotación de hidrocarburos no convencionales. Funda una empresa como Y-Tec, que se dedica no sólo a la tecnología petrolera, y que es histórica porque por primera vez el Conicet le da sentido a su T final. Está FAdeA.
Creo que el Estado debe incrementar su participación en procesos productivos, ya que todos los ejemplos que tenemos son exitosos.
–Entonces, ¿cómo se potencia la participación del sector privado?
–La palabra es disciplinar. Yo creo que las empresas argentinas, pequeñas o medianas que quieran participar de este proyecto tienen que hacerlo con reglas de juego claras. Que es la misma disciplina que se les exige a las empresas tecnológicas en los EE.UU. Por ejemplo, una empresa americana de base tecnológica que le vende al Estado por ley está inhabilitada de facturarle a cualquier otro cliente a un valor menor de lo que le factura al Estado norteamericano. Es decir, yo creo que las empresas pequeñas y medianas necesariamente tienen que ser parte de esto, con dos condiciones. Una, que el Estado lidere. Segundo, que haya un fuerte disciplinamiento de los actores.
–Recientemente, usted afirmaba que el precio promedio de las exportaciones argentinas es de U$S 806,58 por tonelada y el costo promedio de nuestras importaciones es de U$S 2.020,09.
–Eso marca la poca complejidad de nuestra matriz productiva. Es decir, nosotros hoy estamos exportando productos de complejidad media y baja.
Gran parte de nuestras exportaciones son commodities agrarios. Es necesario desarrollar nuestra matriz productiva. No es factible el desarrollo de un país cuando se producen centralmente productos de baja complejidad. Creo que hay que avanzar con tecnología nacional. Somos capaces de desarrollar tecnología nacional. Lo hemos demostrado muchas veces en campos complejos. Exportar un proyecto nuclear a EE.UU. es como exportar naranjas a Paraguay es realmente algo inédito
–En marzo, usted fue presentado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como el responsable de la puesta en funcionamiento de la supercomputadora Tupac. ¿Nos puede contar de qué se trata?
–Entre los proyectos que tienen financiamiento del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva hay una rama que es el Fondo Argentino Sectorial (Fonarsec), y en un momento se decidió que uno de los apoyos económicos tenía que estar dirigido a dotar a la Argentina de un equipo de supercomputación. Dado que el Fonarsec es un consorcio asociativo público-privado debimos formar un equipo que incluyó a Y-Tec, Invap, el Conicet, nuestra consultora. Participó también la Universidad de Córdoba, la Universidad de La Plata, la Universidad de San Juan y la Universidad de Río Negro.
El tema era desarrollar una plataforma que fuese capaz de modelar la propagación de ondas en medios complejos. Aplicaciones tecnológicas de esto: prospección sísmica-petrolera, pudiendo simular procesos de fractura hidráulica, puede desarrollar modelos de predicción meteorológica para el Servicio Meteorológico Nacional, modelados estructurales y fluidodinámicos de vehículos espaciales, y para desarrollar modelos de radar y sonar. Los primeros contratos que firmamos para el uso de esta máquina fueron con Y-Tec y con la Fábrica Argentina de Aviones.
¿Qué desarrollo y para qué?
Encontrar cuál es el actor social que opere como motor del cambio, no es sólo un problema para cierto espacio académico identificado con las causas populares. Aquellos sectores preocupados por diseñar los caminos hacia el pleno desarrollo de la Argentina también debaten respecto a los agentes responsables de conducir la salida de una histórica situación de dependencia.
Por ello, nos propusimos conversar con Eduardo Dvorkin, tecnólogo y uno de los inevitables referentes en esta materia, que recientemente recibiera el Premio Houssay Trayectoria, de manos de la presidenta de la Nación.
Con él hablamos, entre otros temas, sobre el rol del Estado, el lugar de lo público en el imaginario social y el espacio que debe ocupar el sector privado en la carrera por “complejizar nuestra matriz productiva”. La recuperación de cierta capacidad industrial y el reposicionamiento del sistema educativo y científico como política de Estado ha sido una tarea importante en los últimos doce años.
Vigilantes de no volver a perder esas conquistas, nos encontramos ahora en el momento de pensar el país de modo estratégico y a más largo plazo, precisando áreas y objetivos prioritarios para volcar nuestros recursos humanos y materiales, con el fin de desarrollar capacidades propias y lograr una inserción internacional con significativos grados de autonomía. En ello, la integración regional también tiene algunas deudas pendientes. Definir qué desarrollo y para qué es otro buen dilema para ir trabajando, porque ese desafío a nivel macro no debe hacernos olvidar que en lo micro el sistema científico y tecnológico debe mejorar la vida de nuestra sociedad, y en particular, de los sectores populares con necesidad de una inclusión firme tanto a nivel social como económico. Ofrecer herramientas que permitan expandir la economía popular es un desafío importante para el sistema nacional de CyT, ya que un país desarrollado debe implicar la idea de una sociedad integrada. Ese camino también es un reto para las organizaciones sociales. No todas las personas buscan insertarse en el sistema productivo con un propósito rentístico.
Alcanzar una vida digna es también objeto de deseo y satisfacción personal. Por eso, “se pueden producir bienes o servicios con el fin primario de satisfacer necesidades comunitarias, en lugar de sacralizar al capital y poner por encima de todo el lucro –destacando que–; existen tecnologías duras y tecnologías sociales que permiten pensar esas producciones sin intermediarios”.