Añelo, ¿ciudad emergente y sostenible?
(Lucile Daumas-OPSur).- Con fondos de la Fundación YPF y el Banco Interamericano de Desarrollo, entre otros, Añelo, “la capital del Shale” ubicada 100 kilómetros al norte de la ciudad de Neuquén, es parte de la Iniciativa Ciudades Emergentes y Sostenibles.
Dicho proyecto, que vaticina el crecimiento exponencial de la ciudad, es una guía única, válida para cualquier ciudad, en cualquier país, reproduciendo el esquema neoliberal que las mismas políticas de ciudad se deben implementar de la misma manera en el mundo entero. ¿Puede ser sustentable una ciudad planificada sin participación, por un banco, una empresa petrolera y el sector privado?
Debido a la ausencia de viviendas adecuadas en Añelo, las petroleras instalan campamentos de trailers para los trabajadores
¡Qué bonito se ve Añelo, con sus casas dispersas entre jardines y alamedas, en el folleto Añelo Sostenible, publicado por la Fundación YPF (FYPF) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID)! Pero ¿por qué este pueblo, ubicado a pie de meseta en la Patagonia Norte, en territorio histórico mapuche, llegó a sumarse a la Iniciativa Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES) implementada a nivel latinoamericano para ciudades de mayor importancia? Es que Añelo conoce un desarrollo acelerado: de 75 habitantes, en 1970; pasó a 412, en 1980; 2.689, en 2010; unos 6 mil, en 2015; y se calcula que para 2030 será una ciudad de 30.000 habitantes.
Este crecimiento se sustenta en la extracción de gas y petróleo que comenzó hace casi un siglo en la provincia de Neuquén y se aceleró en el caso de Añelo en la década de 1990 y 2000. Sin embargo, el verdadero boom llegó con el descubrimiento, en 2010, de enormes recursos de gas y petróleo no convencionales en la formación Vaca Muerta, cerca de la localidad.
La cuestión que se plantea es cómo pensar el paso de un pueblo que vivió de la actividad agropecuaria y del empleo en el sector público y de servicios, a una ciudad de 30 mil habitantes, capital latinoamericana del petróleo y gas de lutitas. Ahí es donde aparece el proyecto Añelo sostenible, innovación para la planificación de la ciudad. Experiencia piloto para crear no una company town sino pensar la ciudad petrolera “moderna, sostenible y próspera”, según el documento BID /FYPF (2014: 11). Desafío que la localidad neuquina comparte con Las Heras, que tiene 18 mil habitantes y está ubicada en la provincia de Santa Cruz, también en la Patagonia.
Evidentemente es oportuno preparar el futuro y anticiparse a los problemas antes que ocurran. Ahora bien, en el caso de Añelo no se trata del futuro: el conjunto de los desequilibrios están presentes después de más de 25 años de explotación petrolera, y bien poco se ha hecho para acompañar el crecimiento inicial de este pueblo.
La novedad es que el boom de la fractura hidráulica, método utilizado para extraer los hidrocarburos no convencionales, va a acentuar los problemas existentes porque necesariamente supone mano de obra más abundante e impactos ambientales más agudos, en una industria cuya condición de rentabilidad mínima se basa en la explotación masiva. Además de un acelerado crecimiento demográfico, se va a profundizar el desequilibrio de género, que acompaña a este tipo de actividad, altamente masculina hasta ahora.
Con sus barrios de tráiler, Añelo ya es una company town. A sus 6.000 habitantes actuales, muchos de ellos de instalación reciente, hay que añadir los 4 ó 5 mil trabajadores que viajan diariamente desde otras localidades. Además de la falta de viviendas, la gran disparidad entre los ingresos de los sectores agropecuario, público y de servicios, con los abultados sueldos de los trabajadores relacionados directa o indirectamente con la explotación petrolera ha provocado un alza generalizada del costo de vida –alquiler, alimentos, etc.– que hace imposible a los primeros vivir en el pueblo.
Por eso es una ciudad de hombres que trabajan duro, disponen de dinero, y lo gastan en el casino –el aporte del rubro juegos de azar al presupuesto municipal no es despreciable, además el consumo de alcohol y drogas y la prostitución se han incrementado masivamente. Ante este conjunto de problemas, la expresión “ciudad sostenible” parece ilusoria, tratándose además de una ciudad totalmente vinculada al auge e ineluctable futuro declive de la extracción de petróleo y gas no renovables, y altamente contaminantes.
Veamos de qué se trata este proyecto. La ICES, surgida en 2010, es un programa del BID cuyo objetivo inmediato es “contribuir a la sostenibilidad ambiental, urbana, fiscal y de gobernabilidad de las ciudades de la región” (BID, 2014: 11). Destinada a urbes de tamaño intermedio, como Valdivia (Chile), Cochabamba (Bolivia), Paraná y Salta (Argentina), entre otras, Añelo y Las Heras son una extensión de esta iniciativa, que en este caso se aplica a ciudades emergentes con el boom petrolero (BID, s/d).
La guía metodológica fue diseñada por McKinsey, multinacional de la consultoría, conocida por trabajar para las principales transnacionales y asesorar a unos 50 gobiernos en la implementación de políticas elaboradas por instituciones financieras internacionales como el FMI y el Banco Mundial. Esa guía única, válida para cualquier ciudad, en cualquier país, reproduce ese esquema neoliberal que las mismas políticas se deben implementar de la misma manera en el mundo entero.
En el caso de Añelo y Las Heras, el BID y la Fundación YPF firmaron un acuerdo para implementar conjuntamente esta metodología, profundizando asimismo, la dependencia del desarrollo de dichas ciudades a la actividad petrolera de la zona y el protagonismo corporativo en el diseño de la futura ciudad. Por si no fuera suficiente, se reforzó este abordaje al constituir grupos focales de empresarios con el fin de “detectar y jerarquizar las oportunidades y debilidades que la inversión privada evalúa en torno al desarrollo urbano de la ciudad” (BID/FYPF, 2014: 26).
Mientras tanto, los habitantes de Añelo sólo fueron consultados en una encuesta de opinión y se realizó un taller de presentación del proyecto. Así es como el desarrollo es planificado por un banco, una empresa petrolera y el sector privado, con la colaboración de los gobiernos municipal, provincial y nacional. Cabe preguntarse si son esas las entidades más pertinentes a la hora de diseñar la ciudad piloto que se pretende realizar.
¿Qué proyecto de ciudad?
La verdad es que decepciona ver la realidad del proyecto, que se resume en la realización de infraestructuras básicas: extensión de las redes de electrificación, agua y cloacas, loteos para viviendas y parque industrial, construcción de una comisaría, un nuevo edificio municipal, un hospital, una escuela de formación técnica, un matadero, un polideportivo y pileta cubierta, obras viales, ampliación de las escuelas existentes y creación de algunos parques. Esperando que no pase con estos proyectos lo que pasó con el hospital, cuya construcción estaba prevista en el presupuesto 2009 de Neuquén, pero fueron necesarios cortes de ruta en diciembre de 2013 para que el gobierno provincial cumpliera sus promesas… en noviembre 2014.
Bajo el título de “crecimiento urbano inteligente”, no aparece ninguna reflexión de fondo ni propuesta para dar solución a los desequilibrios actuales y venideros. ¿Cómo frenar el alza de los precios de los terrenos y de la vivienda para permitir la cohabitación de ciudadanos con recursos muy desiguales? Por el contrario, se implementa una política de densificación del suelo urbano y abandono de los jardines y huertos que conformaban el hábitat tradicional del pueblo: “el análisis de la huella urbana realizado permitió descubrir que prevalece una densidad de población muy baja, destacando la preferencia local de construcción de viviendas unifamiliares en lotes amplios. El resultado es una expansión de la huella urbana sin planificación, con una tendencia insostenible” (BID/FYPF, 2014: 28).
Con el discurso de sostenibilidad se justifica una política de densificación de la construcción, con propuesta de viviendas de varios pisos o de lotes de 60m2 que no podrá sino acelerar la especulación y obligar al abandono definitivo de los modos de vida anteriores que siguen teniendo “la preferencia local”. Así lo resume Valeria Petrini, del Colegio de Arquitectos de Neuquén: “En la actualidad, la tendencia regional en el crecimiento urbano está ligada al factor económico y ello está proyectando el valor de tierra en vez del espíritu de transformar ciudad, desarrollando ejes y mejorando sectores degradados. (…) El mercado inmobiliario busca imponer una tendencia que, urbanísticamente, puede ser la menos apropiada” (ARQA, 13/05/2014).
Si bien se acaban de construir dos viviendas para que los médicos se radiquen en el pueblo donde “la tierra vale más que en Puerto Madero”, ¿qué pasa con los maestros y demás trabajadores del resto del sector público? ¿Seguirán viviendo en Centenario (a 85 km) o Neuquén (94 km) y haciendo dedo para compensar un sistema de transporte poco eficiente y costoso? Tampoco hay reflexión alguna sobre la especificidad del paso de un pueblo rural a una ciudad vinculada a un proyecto extractivo, y la manera de integrar dos poblaciones con orígenes y actividades bien distintas.
Por ejemplo, ¿cómo pensar una integración rural/urbana en términos de producción agropecuaria para satisfacer, con productos locales, parte de las necesidades de la nueva ciudad? Se habla de mejorar la competitividad de la agricultura, pero al mismo tiempo se regalan 9 hectáreas a un empresario privado para construir supermercados y demás emprendimientos comerciales, que van a funcionar con los mismos productos que esas redes suelen traer de otras partes del país y del mundo (Bercovich y Rebossio, 2015: 304). También se plantea abandonar el sistema de cría extensiva actual para pasar a uno de ganadería intensiva, en corral, que, más allá de la mala calidad de carne que produce y la alta contaminación que conlleva, será una puerta abierta a inversores que dejarán a los actuales pequeños productores fuera de la competencia.
Es muy contradictoria también la visión que se tiene del uso de la tierra: mientras se van concediendo a las empresas petroleras miles de kilómetros cuadrados de territorio sin tener en cuenta ni las comunidades instaladas, ni sus producciones agrícolas y ganaderas, ni menos aún sus derechos como comunidades originarias,a la hora de pensar la ciudad, sólo se lo hace en términos de densificación y ahorros de suelo y de metros de cañerías, cableado y canalizaciones.
Insostenibilidades
A la ausencia de reflexión y visión prospectiva, se suma una falta total de respuestas a las insostenibilidades ya presentes en el pueblo.
A nivel ambiental, varios problemas saltan a la vista:
La Ruta Provincial N° 7 no sólo divide el pueblo en dos, por la densidad del tráfico que tiene de autos y tránsito pesado, sino que conlleva riesgos de accidentes importantes y es una fuente de contaminación ambiental y sonora insostenible. Aun así, no se ha priorizado la construcción de una circunvalación, que quedó como proyecto a mediano y largo plazo (BID/FYPF, 2014: 52 y 60).
Se ha instalado un repositorio de sólidos contaminados en la meseta, a dos pasos del loteo de viviendas Añelo II. Cuenta con una pileta de residuos líquidos a cielo abierto, infringiendo la ley provincial al respecto. Supone además un importante tránsito de camiones llevando los materiales contaminados, que circulan, incluso, en contenedores no cerrados herméticamente, como lo establece la legislación provincial (Bercovich y Rebossio, 2015: 296). Este punto es un evidente problema de riesgo de contaminación ambiental que no está tomado en cuenta en el proyecto Añelo sostenible.
A esto hay que añadir la contaminación generada por los pozos que se van a ir multiplicando en los próximos años, de los 300 actuales a unos 1000 en un futuro próximo, y que, según Darío Díaz, “desde la urbanización nueva arriba de la barda hasta los pozos más cercanos va a haber apenas 300 metros” (Bercovich y Rebossio, 2015: 294).
Cabe subrayar que si bien se contemplan los riesgos de deslizamiento de suelos a pie de barda e inundaciones, no son tomados en consideración los relacionados a la extracción petrolera (emisiones, escapes de gas, derrames, explosiones, contaminación del suelo y de las aguas), como si no existieran. Eso podría explicar por qué el servicio de agua potable ha sido identificado como el principal problema para la población de Añelo (BID/FYPF, 2014: 73).
A nivel socio-económico, el intendente Darío Díaz recorre el mundo, declarando: “Voy pensando en lo que mi ciudad y mi gente necesitan y por ello es que quiero atraer inversores de todas las ramas de la actividad económica. No solo petroleras sino hoteleras, gastronómicas y de infraestructura en general” (Shale Seguro, 03/06/2014). Por ahora, no es tan difícil, la capital argentina del shale atrae a quien quiera construir un hotel, un casino, un supermercado, porque sabe que el pueblo va a crecer y que el dinero está circulando. Pero no se trata tanto de una diversificación económica sino de los efectos inducidos por la actividad petrolera, que irán creciendo y decreciendo al ritmo de ésta.
Estamos aquí ante la misma falta de reflexión y creatividad apuntada anteriormente. Hay que reconocer que es difícil promover emprendimientos que posibiliten generar salarios o ingresos que puedan competir con los del sector petrolero y permitan sobrevivir en una ciudad donde los precios se disparan. Buena parte de la gente está dispuesta, incluso, a abandonar su trabajo actual por un empleo en una empresa relacionada con los hidrocarburos. La ciudad se ha vuelto insostenible para el ciudadano de a pie. Y en vez de buscar alternativas y contrapesos, se piensa la ciudad para los que puedan pagar. El intendente lo reconoce cuando declara: “Cuando vos vas a desarrollar una ciudad, tenés que abrirla a todo el mundo, pero especialmente a los que tienen el poder adquisitivo, que son los que van a traer los servicios” (Bercovich y Rebossio, 2015: 290).
Añelo emergente y sostenible aparece pues como un loable intento de ofrecer a la futura ciudad los servicios e infraestructuras básicas. Ahora bien, no se trata de ningún proyecto revolucionario. Nada de barrios ecológicos o de casas energéticamente eficientes, nada de urbanismo apuntando a una nueva calidad de vida, nada de gestión urbana democrática y participativa. No por nada fue elaborado por un banco, la fundación de una empresa petrolera y una consultora multinacional. La Nueva Añelo “tiene como meta configurarse como una plataforma urbana innovadora que incorpore la participación de los procesos de planeamiento y potencie la naturaleza competitiva de su economía” (BID/FYPF, 2014: 28).
El proyecto de ciudad carece de cualquier reflexión de sostenibilidad, tanto a nivel económico como social y ambiental. Su única visión es tener mano de obra a disposición, ofreciéndole perspectivas de consumo con shopping, casino y supermercados. Y abrir ese mercado a la inversión privada. El término “sostenible” aplicado a Añelo es totalmente “gelatinoso”, vaciado de todo contenido. Y es de temer que, cuando se acaben las reservas fósiles o se haga demasiado cara la extracción de lo que quede, se vuelva un pueblo fantasma.