El peronismo de la derrota. ADN
El peronismo de Río Negro está dañado. Aún no asimiló la derrota del 14 de junio y le falta voluntad y fuerzas para encarar la nueva etapa por venir y animarse a un real análisis de lo sucedido en las urnas hace dos meses. El entramado interno perdió vasos comunicantes y la desconfianza ganó ante la imposibilidad de ver con certeza algún liderazgo futuro.
Perón definía al Partido Justicialista como una simple “herramienta electoral”, utilizable sólo mientras fuera necesaria y que, cuando dejara de serlo, sería convenientemente enterrada “en un cortejo con cuatro caballos negros”.
Entonces por propia definición cuando el partido pierde una elección, se produce una caída sin red, llega el descalabro y el pejotismo navega a la deriva. Esto es lo que pasa, se ingresa en un letargo hasta los próximos tiempos electorales donde se vuelve a sacudir la modorra y salir de ese sueño paralizante. El Movimiento es distinto, se recicla y autoabastece desde otros sectores sociales, laborales, intelectuales y “orgas” militantes.
Siempre es así. Ganar revitaliza, perder deprime. Todos perdieron porque aun los que ganaron sus performance electoral no cotizan. ¿Quién tomará el testimonio? Y sobre qué bases se inicia la reconstrucción.
Todos los análisis son posibles, menos firmar el acta de defunción. Si el FpV sigue en el gobierno nacional, hay un paraguas importante donde cobijarse y volver con protagonismo a la política rionegrina.
Miguel Pichetto dio un paso al costado. Asumió la responsabilidad de la derrota, sin excusas ni delegaciones de culpas en ningún lado, y dejó la conducción del partido en manos de Martín Soria. Hubo hidalguía.
Ahora será el intendente de General Roca quien tiene una responsabilidad mayor. No alcanzará con sólo citar reiteradamente al “Gringo”. Son tiempos distintos, escenarios diferentes y no es fácil en el peronismo alinear a la tropa. Muchos líberos y sobrevalorados.
Distintas fuentes consultadas señalaron que no es tiempo de revanchas y menos de expulsiones y medidas sancionatorias, opinión que al parecer no tiene Martín Soria.
Más aún cuando hay señales que existe en el ánimo de muchos peronistas esperar el momento oportuno para sumarse al gobierno. Hay señales y gestos de quienes están en la línea de largada prestos a iniciar el traspaso.
El justicialismo cuenta con un espacio de 17 legisladores en el parlamento con una tarea de oposición, frente a un oficialismo con 26 legisladores. Por lo bajo ya se escuchan especulaciones sobre el futuro funcionamiento del bloque del FpV.
Los llamados pichetistas cuentan con 12 diputados, tres son del palo kirchnerista, Grandoso, Williams y Mango y dos soristas, Tappatá y Rochás. En este escenario la opinión mayoritaria estará orientada en que la conducción legislativa estaría en manos de Javier Iud, que resignó una diputación nacional y además es autoridad partidaria, o Alejandro Marinao -actual presidente- hombre de consensos, con estilo armonizador y componedor. Cualquier otra alternativa tendrá que ser negociada con la mayoría pichetista.
Otro tema es la política a seguir por los intendentes justicialistas, que no quieren hostilidad con el gobierno, de quien necesitan mucho para la administración municipal. Algunos ya buscan canales de comunicación con el gobernador, incluso con el propio vicegobernador.
Las próximas elecciones municipales no serán neutras, sobre todo en Bariloche. Una derrota de María Eugenia Martini, no solo hace retroceder un casillero a la jefa comunal en la primera línea de la conducción provincial, sino que “tocará” a Martín Soria, actual presidente del partido que podría debutar con una derrota en la ciudad más importante de Río Negro.
En la ciudad andina hay enojo por la falta de apoyo de la estructura partidaria, incluso hubo silencio del PJ ante la medida de la intendente de postergar las elecciones municipales. La contracara es el oficialismo gobernante que mantiene misma actividad pre 14 de junio. El gobernador y los funcionarios provinciales con permanentes visitas a Bariloche, inauguración de obras, anuncios de licitaciones millonarias, aportes a instituciones y mucha presencia de Weretilneck, que a esta altura no quiere perder “ni al tejo”.
Habrá un respiro en el peronismo ya que según las PASO nada podría hacerlo perder en Río Negro para las nacionales de octubre. Un triunfo que reanimará y retemplará los ánimos y esa situación colocará en un lugar destacado de la vidriera a Martín Doñate.
El legislador de Luis Beltrán tendrá responsabilidad en varios frentes. Articulará una relación madura con Weretilneck, tiene tres legisladores y podría constituirse en el canal de llegada con el gobierno nacional.
Por otra parte su paladar negro kirchnerista le dará un plus en la interna del justicialismo rionegrino para ayudar a la conducción, amalgamar sectores y promover un avance de recambio generacional.
Sucede que esta derrota pasó a cuartel de invierno a una dirigencia agotada y derrotada. No desmerece trayectorias y aportes de una dirigencia que trabajó mucho por el justicialismo y que acompañaron a Soria y Pichetto, tanto como dirigentes sindicales, legisladores nacionales y provinciales, intendentes y otros referentes de la historia del peronismo rionegrino.
No habrá que “tirar viejos por la ventana” pero hay un trasvasamiento natural desde el asentamiento del poder territorial, los espacios institucionales y los liderazgos locales.
Esa camada tiene a Juan Manuel Pichetto, Javier Iud, Martín Doñate, Martín Soria, María Eugenia Martini y Ramón Chiocconi, entre otros jóvenes dirigentes regionales y locales con asentamiento territorial y representación institucional provincial y municipal.
Tendrá que surgir una dirigencia que comprenda que en esta coyuntura se debe fortalecer la institucionalización del partido y asumir reglas democráticas de selección de liderazgos y de resolución de conflictos. Caso contrario es caer en el desmembramiento interno y pérdida de posiciones en el espacio político.
El peronismo tuvo su momento de gloria en el 2011 donde forjó una ilusión que se escabulló como agua entre los dedos, primero por la fatalidad, segundo por mérito propio y tercero por obra de Alberto Weretilneck.