El ocaso. ADN
“Al borde del knock out”. Cuando los viejos relatores radiales de boxeo recurrían a esta muletilla llegaba lo inevitable: caída sobre la lona del cuadrilátero, salvo que apareciera “la piña” milagrosa, como sucedió muchas veces y salvara al púgil de la derrota. El radicalismo rionegrino está al borde del knock out, derrotado y sin esa fuerza de otros tiempos como para sacar el golpe salvador y quedar parado en el centro del ring.
Como el campeón que lució cinturones de oro en todas las categorías y ocupó los principales titulares de los diarios durante décadas, hoy en soledad, en silencio, vive el ocaso. Todo lo demás es recuerdo.
Más allá del uso de la figura del boxeo, que en la historia de este deporte el ocaso casi siempre estuvo acompañado por la fatalidad: Gatica, Bonavena, Monzón, Galíndez y muchos otros, la comparación es sólo una licencia periodística para dar marco al comentario.
Resulta impensado que este radicalismo, dueño y señor de la política rionegrina durante 28 años, se encuentre en esta situación, donde no puede superar el tres por ciento de los votos. Un tema digno de estudios de politólogos o sociólogos, e incluso también algún psicólogo que analice la traición y el engaño al que llegaron sus votantes que cometieron adulterio con el oficialismo gobernante.
La UCR de Río Negro fue un partido armado al calor del Estado. Creció exponencialmente desde el control del gobierno. Contaba con recursos, reciclaba funcionarios, sumaba gremios, horadaba a los adversarios, armaba estrategias de permanencias, contaba con complicidad judicial y convenció a la sociedad rionegrina y sobre todos a los sectores económicos y empresariales que lejos del radicalismo la vida era dura.
Del mismo modo tantos años de permanencia en la administración del gobierno trajo descarrilamientos, denuncias de corrupción, funcionarios que ampliaban expedientes judiciales y se fue erosionando la confianza en el votante.
Peleas, intrigas, odios y amores, como una novela de Simone de Beauvoir, se hicieron carne en una dirigencia agotada y siempre con los mismos candidatos. No hubo recambio y la confianza en exceso con condimentos de soberbia y autosuficiencia terminó llevando al radicalismo a esta situación.
La historia del radicalismo nacional tampoco favoreció ni fue ajena. Costó resistir solos desde Río Negro. Un partido que no impuso el deseado perfil socialdemócrata tantas veces delineado por Raúl Alfonsín. Hoy no es “ni chicha ni limonada”.
La UCR no pudo con un peronismo y tampoco con la derecha liberal que avanzó en los últimos años hasta contar con una fuerza propia con el espacio macrista. El radicalismo que propuso al país la creación del Tercer Movimiento Histórico (los anteriores fueron con Irigoyen y Perón) formó la Alianza con el Frente Grande, participó de la horizontalidad propuesta por Néstor Kirchner y terminó en alianza con el PRO, donde revitalizó al pensamiento interno neoliberal también presente en su historia.
En Río Negro esta fuerza provincial excluyente se vació, perdió el rumbo y hoy su mayor representación está en la propuesta de Alberto Weretilneck. No fue tanto una estrategia del gobernador para captar al radicalismo, sino una definición de algunos de los dirigentes del partido y legisladores con el afán de seguir protagonizando la política y darle continuidad al sueño del partido provincial y patagónico delinieado alguna vez en las entrañas de la UCR.
El 14 de junio pasado los radicales y el votante rionegrino que siempre acompañó a la UCR, no quiso más sorpresas. La experiencia de 25 días de gobierno de Carlos Soria, con empleados angustiados, mal trato y persecución política, fue suficiente. Votó a Weretilneck y retomó su vieja memoria antiperonista donde cualquier alianza que evite la llega del justicialismo al gobierno es buena y también vislumbró el camino de retorno a las mieles del poder, al rescoldo del gobierno de JSRN.
Esta estrategia –que se repite a nivel nacional- le quita entidad a su propuesta y facilita el vaciamiento, porque da argumentos al afiliado y simpatizante para darle la espalda al partido que lo cobijó durante muchos años.
Se perdió la llama y la tradición radical y como contrapartida es curioso observar en las ciudades y pueblos de la provincia de Buenos Aires como mantienen esa lealtad al partido y en la última elección la UCR ganó en muchos municipios.
Soraya Yahuar, electa por la línea sur rionegrina, será la única representante del radicalismo en la próxima Legislatura. No se sabe si habrá un bloque UCR o un bloque Cambiemos, una definición que tendrá que ver con el resultado de la elección nacional y el desempeño de Mauricio Macri, o sea que nada estará vinculado a una estrategia partidaria del radicalismo provincial y esta orfandad el camino de Yahuar al oficialismo está allanado.
En realidad no hay ninguna estrategia. El partido está mudo, ausente, autista y paralizado. El radicalismo rionegrino no emite opinión sobre las elecciones municipales, no fija posición política sobre ningún tema y los pocos comunicados que surgen del bloque de legisladores son estériles y se cuidan de cuestionar al gobierno provincial.
Además fue tan vertiginosa la debacle que vaporizó y diluyó responsabilidades, nadie se hace cargo de su responsabilidad histórica, todos miran hacia el costado.
Pareciera que hay una dirigencia que sólo quiere dejar pasar el tiempo hasta que llegue el 10 de diciembre y ver con posterioridad como se traduce aquella frase del gobernador Weretilneck que “sólo convocará dirigentes y no estructuras partidarias”. Esperar a ser invitado.
Ya circulan nombres de radicales que serían convocados. Por las dudas en cada ciudad o localidad que visita Weretilneck hay desvelo por obtener una selfie con el gobernador, para guardar celosamente en el teléfono…Por las dudas.
Lo que fue un juego de intereses personales de un grupo de legisladores y dirigentes radicales de ser funcionales a los proyectos de Alberto Weretilneck para consolidar un espacio de poder en la provincia, se convirtió en un traspaso masivo. Dice una vieja máxima que “el pueblo nunca se equivoca” y quizás lo que sucedió fue romper esa exclusividad de “amiguismo con Alberto” y masificarla con el voto para socializar los beneficios del poder. Ahora “son muchos los amigos”.
Difícil es ponerle nombre a este futuro del radicalismo cuando de dirigentes se trata. José Luis Foulkes es la persona a surgir, gobierna la intendencia de la capital provincial, es presidente de la Convención y posiblemente sea integrante del Parlasur y tiene esa responsabilidad en sus espaldas, pero ni lento ni perezoso guarda una excelente relación con el gobernador Weretilneck, porque no quiere dejar ese espacio “a otros vivillos” dicen en las cercanías del jefe comunal.
Recorrer cada una de las localidades rionegrinas y pensar en dirigentes radicales que saquen al partido de esta “terapia intensiva” agota la imaginación. Dejemos Viedma, por la presencia sólo de Foulkes, y pensemos en dirigentes de Regina, Roca, Cipolletti y Bariloche. El circuito atlántico con sólo ver la posición que adoptaron Adrián Casadei y Nelson Iribarren, e incluso el propio Yamil Direne, está todo dicho, en tanto los intendentes radicales miran con mayor esperanza hacia la Casa de Gobierno que al local del Comité Central de la calle Alem.
No será tarea de un día. Las nuevas generaciones de dirigentes radicales que acepten este desafío de reconstruir el partido tienen una ventaja muy valiosa hacia el futuro. Se levantarán desde las ruinas, sin amparo del poder, sin vicios, tendrán que hacer política metiendo la mano en sus bolsillos, sin falsas promesas y todo será más genuino. Los que lleguen será por esfuerzo propio y sin deudas con nadie.
A diferencia de sus padres y antecesores tendrán que crecer “desde el pie”.(ADN)