Juguetes perdidos. ADN
«Banderas en tu corazón
¡Yo quiero verlas!
Ondeando, luzca el sol o no».
Solari-Beilinson.
La Unión Cívica Radical y el Partido Justicialista han perdido la capacidad de interpelar a las mayorías. Ya no son alternativa de poder en Río Negro. La pérdida de identidad política, la desorientación ideológica, la poca adaptabilidad a los nuevos tiempos y los vedetismos dirigenciales les han dejado un huella indeleble. ¿Tendrán capacidad de recuperación?. ¿Cómo opera sobre esa posibilidad el 25 de octubre?.
Después de lograr el 3 por ciento en la elección de junio, la UCR sucumbió al mandato de Gualeguaychú y se licuó detrás del macrismo. Bajó Cambiemos a Río Negro y le entregó al PRO la primera candidatura (y posibilidad de ingreso cierta) a diputado nacional a Sergio Wisky. Será el segundo período consecutivo que no tendrá representación en el Congreso Nacional. Y nada indica que la alianza con el partido del jefe de gobierno porteño continúe más allá del domingo 25.
La desorientación de los boinas blancas comenzó con el fallecimiento de Raúl Alfonsín. El ex presidente nunca hubiese avalado una coalición con Mauricio Macri. Tenía repulsión por Elisa Carrió. Y desconfiaba (por haberla padecido en tiempos de la Alianza) de Patricia Bullrich.
«…parecía que si nosotros decíamos nuestras cosas, nuestra ideología, nuestras ideas, nuestra doctrina, nuestras convicciones, estábamos alejándonos de la posibilidad de alcanzar el poder, se perdían votos porque la sociedad, decían, se había derechizado”. «Si la sociedad si se hubiera derechizado, lo que tiene que hacer la UCR es prepararse para perder elecciones, pero nunca para hacerse conservadora».
Las palabras del hombre Chascomús aún resuenan, y alientan a muchos militantes a no abandonar las banderas históricas del radicalismo, un partido que amaneció del campo nacional y popular y apostó a la educación pública como la herramienta de transformación social.
Pero indudablemente, la dirigencia actual, arrió aquellos estandartes. Esa resignación, dejó desorientado a mucho de sus dirigentes y militantes. Tanto, que algunos tratan de llevar el partido a licuarse (como lo hizo a nivel nacional con el PRO) en Juntos Somos Río Negro. Otros aún resisten, y ven en la elección de Guardia Mitre una victoria simbólica que despierta la conciencia colectiva.
El PJ no está mejor. La brújula la perdió en los 90 y aún no sale de la confusión. Como escribió José Pablo Feinmann: «Carlos Menem le prestó el peronismo al liberalismo. Asumió con los votos del peronismo y le delegó el poder a la derecha rancia argentina. Se dejó seducir por glamour de la oligarquía. Y desarmó, sin prisa, sin pausa y sobre todo sin piedad, el Estado de Bienestar que había construido Perón».
Esa década fue instructiva para el justicialismo rionegrino. Por lo que adoleció (al menos sus dirigentes) de formación política capaz de representar la originalidad del movimiento. Y ahora, se encamina a batallar no por sus convicciones ni en recuperación de sus banderas históricas, sino por la representación de Daniel Scioli en estas tierras. Conducta repetida. Final sabido. Lo hizo con Miguel Saiz cuando Néstor Kirchner era presidente. Lo hará ahora con Alberto Weretilneck.
Repite otra historia. Avanzará con las sanciones. No habrá debate político, zanjará diferencias a través del Tribunal de Disciplina. Cumplirán el pacto Pichetto-Soria. Y probablemente logren una estampida hacia el oficialismo.
Alertado, Martín Doñate se corre. El candidato a diputado kirchnerista juega con la coyuntura a favor. Ahora es el candidato de todos. Para evitar el internismo, y sabiendo que gana cómodo la elección (es muy difícil militar el corte masivo), provincializó la elección de Luis Beltrán. Allí tiene un candidato a intendente de su agrupación, La Cámpora. Si gana, se posiciona de otro modo. Además, no será de la partida en la puja por medirse en el sciolómetro. Su espacio está bajo el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner. Ese espacio gobernará los destinos del Congreso de la Nación. Si resulta electo, Carlos Zannini presidirá el Senado, y Máximo Kirchner Diputados.
Comienza así, la bifurcación de caminos entre el PJ y el kirchnerismo en Río Negro.
Frente a la desorientación de sus adversarios, crece el oficialismo que busca dotar de contenido ideológico a su incipiente movimiento. Para contrarrestar la imagen pragmática que devuelve la figura de Weretilneck, asoman ideas fuerza como la defensa de los intereses rionegrinos, la pérdida de poder de los grupos concentrados, la integración provincial, la trazabilidad política bioceánica sobre el eje Viedma-Bariloche, la creación de un banco de fomento propio, la estatización del Puerto, el aporte a la soberanía nacional (ciencia y petróleo), el fin de la hegemonía del monocultivo (fruta) a partir del desarrollo agro-ganadero, y la obra pública como factor clave en el desarrollo del empleo.
Juntos Somos Río Negro mantuvo -y superó- aquella base electoral lograda por el Frente para la Victoria en 2011. A Weretilneck, como a Carlos Soria en aquel momento, lo votaron peronistas, radicales, independientes. Un voto que ratificó la continuidad de aquel proyecto. En junio tampoco estuvieron en la boleta del oficialismo los dirigentes del radicalismo desgastado, aburguesado, maltrecho. Tampoco el peronismo acartonado en las unidades básicas, componente histórico de los organismos partidarios, militantes del status quo.
Los partidos se enfrentan a desafíos importantes. El 25 de octubre puede ser un movilizador positivo, o persistir en las forzadas lecturas triunfalistas, los reproches personales o las sanciones ajenas que rediman errores propios.