Peronismo abierto y de pie
(Guillermo Justo Chaves*) Los medios de comunicación gráficos y audiovisuales de Argentina expresan el nacimiento de una nueva etapa a partir de la decisión ajustada pero implacable del pueblo de que el ingeniero Macri sea el nuevo presidente de los argentinos.
El “fair play” democrático y nuestra de madurez, que debe ser festejada por todos, hizo que todas las pasiones se canalizaran únicamente en la expresión de la voluntad popular en las urnas, sin ningún tipo de desbordes y en paz. Pese a los agitadores de la violencia o el odio, la disputa, el conflicto, el disenso o el combate se libró en el campo de las ideas. Como dijo Leandro N. Alem, el fundador de la Unión Cívica Radical, parte de la Alianza ganadora: “la ley de la democracia es el disentimiento perpetuo”.
A pesar de los pronósticos de paliza electoral empujados por el clima imperante y por los propios interesados -no solamente las fuerzas políticas ganadoras sino todo el establishment económico y mediático- los números mostraron una paridad que muestra a la mitad de los argentinos con una mirada y a la otra mitad con otra visión acerca de lo que es mejor para todos.
Con esto quiero decir que salvo excepciones, todos queremos que nos vaya bien. No es un tema de “blanco o negro”. Todos queremos “blanco”, la cuestión es cuál es la interpretación acerca de lo que significa la “blancura”(es decir, que entendemos por “que nos vaya bien”). Eso sería una visión ideológica y lo cierto es que ese escenario pensado por Kirchner -desde lo teórico por el sociólogo Torcuato Di Tella- de la existencia dos corrientes ideológicas definidas en la cual el peronismo ampliado se ubique en el centroizquierda y del otro lado se configure una fuerza de centroderecha que ordene el sistema político se ha hecho realidad. La derecha democrática ha ganado en Argentina.
La única verdad es la realidad y ésta dice con toda contundencia y legitimidad, que el peronismo ha perdido después de doce años de gobierno. Y frente a una derrota o traspié en cualquier orden de la vida, no sirve “llorar sobre la leche derramada”. Urge ponerse de pie y comenzar a andar un nuevo camino. Para hacerlo con fuerzas renovadas y éxito es necesario que hagamos la “catarsis”, la purificación. De eso se trata la “autocrítica”. Aprender de los errores propios y de los aciertos del adversario.
Las causas de la derrota son múltiples y variadas. Hemos cometido errores tácticos y estratégicos. El primero de ellos fue la soberbia de sentir que la elección estaba ganada de antemano. Algo similar a lo que sucedió en 1983. Eso llevo a otro error. Relajó el proceso de selección de nuestros candidatos con la idea canchera de “les tiramos la camiseta y ganamos”.
Un proceso de reforma política que instauró un saludable formato para elegir a quienes representan a cada espacio político –el sistema de primarias- fue dejado de lado en forma parcial en la provincia de Buenos Aires y en forma total en el orden nacional con el argumento que debilitaba a los candidatos ganadores, cuando quienes defendemos la democratización de distintas instancias en cualquier orden sabemos que el empoderamiento popular es el mejor combustible. Lo peor de todo, insisto, es que la reforma política ha sido uno de los grandes logros de este gobierno.
Otra de las causas consistió en que el gran conglomerado llamado “peronismo” fue dividido en tres. Los doce años de gobierno le imprimieron un sesgo ideológico llamémosle de “centroizquierda” al peronismo oficial. Eso generó que espacios más inclinados a la “derecha” o como les gusta autodefinirse “pragmáticos” debilitaran al movimiento nacional. Las expresiones cordobesas con De la Sota a la cabeza, el espacio de Sergio Massa y en menor medida la posición de Adolfo Rodríguez Saa terminaron siendo una sangría determinante a la luz de los números y la distribución geográfica del voto opositor. En mi ciudad, La Plata, sucedió algo similar, a lo que se sumó la ceguera de no intentar interpretar al votante medio y querer llevarlo de prepo a elegir candidatos que poco tienen que ver con el perfil de esa ciudad.
Está más que claro que en estas sociedades del siglo XXI bombardeadas por la información al instante y el imperio de lo efímero, doce años de gestión asoman como una enormidad, muy difícil de sostener. Pese a los innumerables logros del gobierno que se va, las expectativas de cambio, a partir de nuevas deseos transformados en nuevas demandas propias de nuevos status de los ciudadanos, consecuencia de los derechos adquiridos en la etapa que culmina, se imponen finalmente.
También es importante remarcar el cansancio de un sector de la sociedad ante las demandas de diálogo desoídas por parte de algunos dirigentes de nuestro espacio y gobierno. El disenso, el debate democrático, la discusión no implica encerrarse. La apertura, el respeto, ser democrático también nos obliga a tener una actitud democrática. Quienes pertenecemos a las nuevas generaciones de dirigentes estamos convencidos que las formas también hacen al fondo, y este ha sido otro de los errores que la parte de la sociedad que no nos acompañó no ha perdonado.
La ausencia de formación de cuadros preparados para la conducción. O la discriminación, prejuicio e invisibilización, a los que muchos fueron sometidos impidió realmente una continuidad en términos dirigenciales. La extraordinaria capacidad de liderazgo de quien conduce el espacio hizo que alrededor de ella se conformara una suerte de “guardia pretoriana” (la naturaleza de esta era proteger al emperador romano o más adelante en la historia al gobernante contando por supuesto con algunos privilegios) que oportunamente la blindó, la protegió, militó con pasión y convicción las calles, pero claramente mostró sus limitaciones a la hora de que sus referentes tuvieran que asumir protagonismo político.
Entonces para que el movimiento nacional, con columna vertebral en el peronismo resurja como lo ha hecho innumerables veces, como el ave fénix, desde sus cenizas además de este intento de comienzo de autocrítica debe iniciar un proceso de renovación. Que seguramente puede tener mucho de generacional, en el sentido de dar paso a nuevos cuadros que den oxígeno y generen nuevas expectativas a futuro. Pero sustancialmente, que posean atributos vinculados a la apertura al diálogo y la discusión, es decir formas acordes a los tiempos que vivimos. No por ello defenderán con menos ahínco las convicciones. Nuevos liderazgos, nuevas caras que interpreten las nuevas demandas.
Es muy importante a futuro pensar en un movimiento nacional y un peronismo abierto a la unidad. Que retornen quienes sostienen los valores fundantes de independencia económica, soberanía política y justicia social, que este gobierno ha hecho culto que debatamos juntos la nueva agenda política a la que no debemos escaparle si queremos volver rápidamente a tomar las decisiones en materia de rumbo en nuestro país.
El peronismo de pie tiene que interpretar la demanda popular y ponerse al frente. Profundizar la reforma política y decirle que no a las reelecciones indefinidas en todas la categorías.
Democratizar aún más la democracia. Eso conlleva también promover la democratización de la vida sindical, otra cuenta pendiente. El combate a la corrupción definitivamente tiene que formar parte de nuestra agenda. El control de los actos de gobierno debe ser una prioridad de cara al futuro. Exigir el protagonismo como oposición en los organismos de control en el gobierno de Cambiemos. Defender todas las conquistas logradas a través de estos doce años es una obligación de nuestro espacio.
El balance 2003/2015 desde la perspectiva de la historia será visto como el de los años 1946/1955 -Thomas Piketty, en su obra EL Capital en el siglo XXI ya trazó ese paralelo-, en términos de ampliación de derechos y reducción de desigualdad. Pero hoy comienza la renovación. Cuanto más demoremos este proceso, más tiempo llevará el retorno al poder. Desdramaticemos la derrota. Celebremos la democracia, pero aprendamos la lección.
Con humildad, inteligencia, convicciones como las sostenidas en estos años, pero fundamentalmente con generosidad para dar un paso al costado si es que hay que hacerlo. Tenemos muchos y muy buenos dirigentes en todo el país. Algunos ya asoman. La buena noticia es que Argentina se puso de pie en estos doce años. Ahora necesitamos que un Peronismo abierto y unificado también lo haga para comenzar a recorrer el camino hacia la próxima victoria.
*Director Nacional de Asuntos Políticos y Reforma Política.
Magister en Ciencia Política y Profesor de Derecho Político en la UNLP.